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El Carmen y el síndrome de la cabaña

Pueda salir o no, la archicofradía ya ha ganado la batalla de frenar la inercia en que estaban las hermandades

El Carmen y el síndrome de la cabaña
Procesión de Nuestra Señora del Carmen el 16 de julio de 2018. FOTO: ROLDÁN SERRANO
Luis Miranda el

De pronto ya nadie ve el cielo del color de la ceniza. El anuncio que ha hecho la hermandad de Nuestra Señora del Carmen de que pretende sacar a su titular por las calles de Córdoba ha tenido el mismo efecto que el de una cofradía que dice que sale cuando todas las anteriores han suspendido sólo por que temen que las nubes traigan agua aunque esté el suelo seco. Si fuera un día de Semana Santa media ciudad habría ido a agolparse en la Cuesta de San Cayetano e incluso los que habían alabado a las demás por prudentes y responsables ahora estarían deseando de escuchar los golpes de llamador que consiguieran que la tarde se viniese un poco arriba.
Pueda salir o no el 16 de julio, la archicofradía ya ha ganado la batalla de frenar la inercia en que estaban las hermandades, y que llegaba a ser más de rutina y hastío que de cautela. Lo saben muchos de los que han observado el comportamiento propio y el de los suyos en la época de angustia que comenzó cuando mediaba la Cuaresma de 2020: primero hubo que confinar a la gente en sus casas con el estado de alarma y luego muchos de los que eran libres para tomar algo en la terraza o comprar en la panadería ya no querían cruzar el portal.
Lo llamaron síndrome de la cabaña y todavía hay gente que no lo ha superado ni con mascarilla, ni con vacuna ni con la tasa de incidencia bajo mínimos. Las cofradías primero soñaron con un examen de repesca en septiembre de 2020, pero cuando vieron que las trabajaderas cogerían telarañas en algunos lugares se acomodaron. La pandemia de la covid podía ser la excusa perfecta para suspender por responsabilidad y esperar a que alguna autoridad indicase el momento, como la anciana temerosa que no cruza la calle ni aunque vea que no hay un coche ni a tres kilómetros.
Ahora el Carmen ha despertado a todo el mundo y ha pedido una respuesta a los mismos que han invitado, y con razón, a llenar las terrazas, a que haya conciertos dentro y fuera y a que la gente haga cosas en las calles. Si al final la Virgen anda por Ollerías y por Colón es posible que vaya mucho más pueblo llano que representaciones de quienes estén enfadados porque la audacia de una hermandad vaya a empezar a conseguir que todo el mundo salga de la tibieza de la cabaña.

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