ABC
| Registro
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizABC
Blogs La capilla de San Álvaro por Luis Miranda

Sin nazarenos

Si hay que controlar la proliferación de procesiones es porque exponen con toda crudeza la debilidad de que hay pasos con más costaleros que hermanos

Sin nazarenos
Nazareno de la hermandad de la Buena Muerte. FOTO: VALERIO MERINO
Luis Miranda el

Eran todavía tiempos en que ciertos pasos estaban sobrados de costaleros y otros, sin embargo, tenían que ensayar con lo puesto y completar un poco con esa forma de solidaridad fraterna con que la buena gente de abajo se ayuda en los apuros. Juan Rodríguez Aguilar, ya un capataz de los que levantaba admiración, dijo en una entrevista unas frases que ya habrían pronunciado algunos y que luego repitieron otros más: «El costalero a veces se siente imprescindible y no es más importante que el nazareno. Una hermandad sin costaleros puede salir a la calle y una hermandad sin nazarenos no sería hermandad».
En un tipo franco y directo, de voz tan fuerte como corazón abierto, no hay que tomarlo por falsa modestia ni frase hecha: luego fue hermano mayor de la Estrella y se preocuparía por los que se cubrían con el capirote de terciopelo azul. Más bien puede que fuera un ‘memento mori’ predicado con el martillo en la mano, una cura de humildad antes de levantar el paso, un bofetón de realidad cuando el aplauso del respetable invita a venirse arriba. Desde aquel año 2008, cuando la Virgen de los Dolores empezó a marcar el camino a la Catedral, el mundo ha cambiado tanto que ya no son los pasos los que necesitan costaleros, sino los costaleros los que van pidiendo pasos y más pasos para seguir con lo que más les gusta, para matar el gusanillo, para rezar con los pies y la cerviz, en suma.
El número de nazarenos y su comportamiento no ha mejorado mucho, y no todas las cofradías han pensado que sean algo más que figuración, estética y algo enojosa, pero todavía es fácil encontrarlos, con las manos finas de la juventud, entre los servidores que saludan con la chapa en el traje, pero la distopía de los pasos sin nazarenos, o sin hermanos de cirios y medallas, sin gente que acompañe a su titular como tiene que ser, ya ha empezado, y llega en este tiempo de mangas cortas.
Si la proliferación de procesiones, de hermandades constituidas, de asociaciones, de colegios, de cofradías de penitencia con titular letífica, del Santísimo Sacramento o de la Cruz debería controlarse no es sólo por evitar molestias a los vecinos que no lo comparten, que algún derecho tendrán, sino sobre todo porque exponen con toda crudeza una debilidad, y es que a veces sí que hay pasos llenos de costaleros y sin nazarenos, aunque no tengan que llevar la túnica, o porque no tienen que llevarla.
Cualquiera puede contar con los dedos de la mano las excepciones y ellos saben que se salvan, pero también cualquiera ha visto como tras una cruz parroquial o conventual hay representaciones de cofradías, siempre agradecidas, grupos jóvenes que parecen estar ante todo para hacer bulto y si acaso unas cuantas parejas, muy pocas, antes de que lleguen los acólitos, la gente de negro y aquello a lo que se espera. Se mueve, desde luego, con fuerza sobrada y más o menos arte, según los casos, pero entre los pliegues de la memoria, detrás de una oración a la Madre, de un momento bello, queda también el recuerdo de la ausencia de hermanos con sus cirios, de quienes tienen que justificar con su presencia en las filas el que la imagen esté en la calle. Los capataces conscientes señalaron un peligro del que la Semana Santa se escapa por ahora, porque el hábito de nazareno es atractivo para muchos jóvenes y mientras queden jóvenes, pero cuando no tienen que salir capirotes ni todos los bacalaos de Córdoba serán capaces de tapar ausencias.

Liturgia de los días

Tags

Luis Miranda el

Entradas más recientes