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Blogs La capilla de San Álvaro por Luis Miranda

El Lavatorio

Cuando la Presentación ha tenido a su hermano de rodillas su respuesta no ha sido de acogimiento, sino más próxima a una patada brusca en el pecho

El Lavatorio
Un monaguillo muestra una estampa del Señor de los Afligidos. FOTO: RAFAEL CARMONA
Luis Miranda el

«Así que, después que les hubo lavado los pies, y tomado su ropa, volviéndose a sentar a la mesa, les dijo: ¿Sabéis lo que os he hecho? Vosotros me llamáis Maestro y Señor; y decís bien; porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavar los pies los unos de los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis». Sin duda la gente de la cofradía de la Presentación al Pueblo, que asiste a los Oficios del Jueves Santo en su parroquia, ha escuchado este pasaje del Evangelio de San Juan. El Lavatorio es una invitación de Jesucristo al amor fraterno, al servicio a los demás y a la humildad desde una postura física que San Pedro entiende como indigna y que le lleva incluso a resistirse.

Cualquier teólogo podrá tacharlo, pero no dejaba de tener esa actitud la postura de la Agrupación de Cofradías de enmendar el error de insistir en el Jueves Santo y ofrecer a la cofradía de Cañero otra jornada para entrar en la carrera oficial, el Martes Santo, en la que se sintieran más a gusto. Los que habían reprochado al organismo una indiscutible actitud cerrada encontraron una rectificación en la que se ponían al servicio de sus hermanos para ofrecer por fin lo que pedían, aunque fuera tarde y aunque ya hubieran echado las cuentas para ir a la Catedral en el Sábado de Pasión.

Si para según qué egos pedir perdón es complicado, para los mismos todavía más lo es echar pelillos a la mar y olvidarlo. Si alguien ve a quien le ha molestado rebajarse a una disculpa es grande la tentación de persistir en el agravio y pasar al ataque. Cuando la Presentación ha tenido a su hermano de rodillas para lavar los pies, servir y darle por fin un día que puedan entender como más lógico, su respuesta no ha sido de acogimiento y fraternidad, sino más próxima a una patada brusca en el pecho. Se equivocaron quienes unas horas después del ofrecimiento intuían que iban a decir «no, gracias», porque el rechazo ni siquiera se ha escrito con la cortesía de valorar la rectificación.

Las razones pastorales y litúrgicas, el compromiso con la vida cristiana parroquial con que se había rechazado el Jueves Santo en los últimos días del año pasado se han disipado en uno de los comunicados más destemplados que se recuerdan firmados por una cofradía constituida. No hay esfuerzo en entenderse, sino exigencia de explicaciones y derroche de críticas; no hay nada parecido al Evangelio, sino devolución como un bumerán de las mismas leyes que la Agrupación había esgrimido cuando se equivocaba; no se abraza al hermano que busca el acuerdo, sino que se le despide con reproches. Se enumeran razones tampoco definitivas con el tono de preguntar cómo es que no habían caído en ellas, pero no se repara en lo que piensa la gente ajena a la Semana Santa que ha contemplado cómo se insistía en pedir otro día y se rechaza cuando por fin se tiene.

Se abra la etapa que se abra en la Agrupación a mediados de junio, y haya los estatutos que haya, parece que más de un hermano mayor no dormirá tranquilo pensando en lo que puede suceder en el futuro por un cambio de orden, una calle arriba o cinco minutos de paso.

Liturgia de los días

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