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Blogs La capilla de San Álvaro por Luis Miranda

Contra natura

Las cofradías y la Semana Santa son siempre hijas de su tiempo y a ellas también ha llegado la moda de lo trans

Contra natura
Penitente con cruz. FOTO: JUANMA CON RODRÍGUEZ
Luis Miranda el

Hay quien dice que el sexo es un azar biológico que no siempre se corresponde con la identidad profunda de una persona. Para ciertos ateos evolucionados, el alma del ser humano vuela por el éter en busca de algún cuerpo en que despertar a la vida y de vez en cuando quien tiene que colocar a cada uno en su sitio se hace un lío y pone a mujeres donde hay atributos masculinos, y a hombres en lo que el mundo conoció siempre como niñas. Conforme se crece el individuo que no se reconoce al mirarse al espejo siente que debe cambiar y desde hace años tiene a un ejército de psicólogos, médicos y algún profesor dispuesto a decirle que en realidad se equivocaron al asignarle sexo y que debe pasar por una operación traumática de amputación y una barra libre de medicamentos para toda la vida para asumir su auténtico yo.
Es el último paso en la liberación del individuo, que ha roto las cadenas de la naturaleza para poder autodeterminarse por encima de su propio cuerpo, del héroe de las películas y las historias emotivas de los periódicos que hizo frente a padres, amigos y entorno represor para darse cuenta que su identidad estaba a la vuelta de la esquina de un tratamiento hormonal perpetuo. Tanto lo han promovido que de ser algo marginal ha pasado a convertirse en pregunta recurrente para cualquier adolescente atolondrado y vulnerable.
Las cofradías y la Semana Santa son siempre hijas de su tiempo y les cala todo lo que pasa a su alrededor como a ningún otro movimiento de la Iglesia, así que a ellas también ha llegado la moda de lo trans, que en su caso es una tendencia a luchar contra su misma naturaleza y contra aquello que nunca se había discutido por ser tan normal como la cruz. Igual que se pensaba que una mujer era quien tenía gametos femeninos y era capaz físicamente de concebir un hijo y de amamantarlo, se decía también que una hermandad debía servir a unos fines y había nacido para tomar a unas imágenes desde su iglesia y dar testimonio de fe en las calles. Nadie hubiera creído hace treinta años que se podría ser hombre o mujer en días alternos como todo el mundo sabía dónde acababa y dónde empezaba la Semana Santa.
Lo mismo que un hombre es quien tiene gametos masculinos, un rol determinado en la reproducción y también la necesidad de observarle la próstata conforme se llega al medio siglo, se pensaba en las cofradías que se iba desde la casa de uno hasta el mismo lugar que las demás y después se regresaba. Ahora hay corporaciones descontentas con su ser incómodo que piensan que pueden construirse como cosas distintas y reclaman que se les siga reconociendo como se ha hecho hasta ahora y que se vea como lo más natural del mundo.
El delirio que llamaron woke hizo fortuna gracias al esfuerzo de quienes lo promovían, pero también por la reticencia de quienes debían desenmascararlo y tenían miedo o calculaban que el silencio les sería útil. Para justificar la transformación de un cuerpo sano en otro que no lo es se contaban historias emotivas y se invocaba una compasión dulzona que no tenía en cuenta que quien más daño se hacía era quien tomaba aquel atajo a contramano.
Las cofradías minimizaron los cultos, escondieron la espiritualidad en los carteles de postín pagado, sustituyeron la devoción por una papeleta de sitio pintada y la caridad por una salida extraordinaria y al cabo del tiempo ni siquiera extraña que en Córdoba la anormalidad se venerase como tradición. Los que ahora claman contra el disparate de lo woke tienen que soportar denuncias por delitos de odio y acusaciones de retrógrados por no escuchar teorías que no son científicas y muchos callan por temor en estos tiempos en que las herejías se persiguen; quienes tengan que tomar decisiones en un lado y en otro deben saber algo de la verdad, de la identidad de las hermandades, del ser natural de una procesión en la calle y también del tiempo en que debe llegar la Semana Santa sin forzarla y sin inventar sucedáneos o consuelos de entretiempo. A lo mejor de rezar salen urgidos y ungidos por ello. Quizá haga falta una cura de ayuno y reposo, pero al menos no se ha cortado nada irreparable ni se ha forjado ninguna mutación irreversible con hormonas.

Liturgia de los días

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