Hubo un reguero de pólvora benigna que se fue enciendo desde la tarde del 19 de octubre para estallar primero en curiosidad, luego en admiración y más tarde en un entusiasmo que duró varios días. Pasaba por los teléfonos móviles y los televisores de quienes se habían quedado en Córdoba y recibían noticias de Jerez. La partitura de ‘Salve Regina Martyrum’. ‘La Vía Sacra’ cuando entraba la Virgen de las Lágrimas en una noche que parecía sacada de los mejores recuerdos de la primavera aunque fuera otoño. ‘Noche bordada en plata’ como una perla para quien tuviera oídos y ‘Saeta cordobesa’ como himno que aunque suene en toda Andalucía ya no puede renunciar a la ciudad que lleva en el nombre. En aquellos días quienes no hubieran encontrado en las redes sociales la cruceta sí que recibían vídeos y aplaudían emocionados para sí. ‘Virgen de las Angustias’, ”¡¡¡Cuánto te amaba!!!’. ‘Lágrimas y Desamparo’, ‘El Císter, ‘Tras tu verde manto’.
La banda de música María Santísima de la Esperanza interpretó en la Magna de Jerez trece marchas de Córdoba, un tercio de todas las que llevó la Virgen de las Lágrimas de la cofradía de la Vera Cruz en su camino, y aunque estuvieran representadas nueve cofradías por su patrimonio musical, aquella noche en la que levantaron admiración por la excelencia de su sonido tendría que resonar más en Córdoba que en el lugar en el que estaban.
Hay hermandades que tomaron su ser de unas pocas bullas distantes, algunos vídeos y muchas fotos, como si aquello que era ortodoxo en tantos sitios diese siempre el mismo resultado. Otras pasaron años buscando en las raíces una forma de ser hermosa sin copiar a nadie, de coger el buen camino sin ser mimético y de encontrar inspiración sin ponerse un corsé que impidiera respirar, pero cuando todo parecía perdido a nadie se le ocurrió pensar que en la música procesional tenía Córdoba un patrimonio de verdad propio, con fuentes que sabían al agua de su Sierra y ecos de su aire, y que además de describir a las imágenes podían ayudar a definir a sus cofradías. ¿No es significativo que la Virgen de las Lágrimas en su Desamparo estrenase una marcha en el mismo año en que salía por primera vez y que tres cuartos de siglo después siga siendo su definición perfecta?
Nació este corpus soberbio en el siglo XIX con Eduardo Lucena, Cipriano Martínez Rücker, Juan Antonio Gómez Navarro y un tal Manuel López Farfán del que casi nadie recuerda que se formó en Córdoba. Alcanzó la edad de oro en una década inverosímil en que Pedro Gámez Laserna, Enrique Báez, Dámaso Torres, José Timoteo, Francisco Melguizo y Luis Bedmar eran incapaces de escribir una nota que no fuera genial, y aunque todo aquello pareciera sepultado en los 70 en realidad yacía como Pompeya, tras una capa de ceniza y olvido momentáneo a la espera de que alguien soplase para que volvieran al esplendor.
Siguieron escribiendo Bedmar, Gámez y Báez y se sumaron Jesús Cea y Casto Contreras, y aunque hubo quienes quisieron que el disco de Soria 9 nunca pasara de los equipos de música ya era tarde. Una década después los músicos de la Esperanza empezaron a sacar del arca todos aquellos tesoros y pelearon por interpretarlos, primero en conciertos y luego donde les permitían las cofradías. De de ese espíritu nacieron tres compositores (Rafael Wals, Alfonso Lozano, Pablo Martínez-Recio) que ya que habían crecido conociendo lo que se escribía en su ciudad no quisieron parecerse a nadie. Se sumaron por estos años grandes obras de José de la Vega y Antonio Moreno Pozo. No fue general, desde luego, y todavía en este tiempo hay que conformarse con quien hace un estándar de cualquier parte y quien al menos lleva las suyas, pero fue calando la lluvia y hasta pudo brotar algo en cierta tierra sensible mientras lo permitieron.
Cuando esa noche de octubre en Jerez aparecían ‘Por una Madre’ o ‘La Sangre y la Gloria’ el que buscaba el alma de las cofradías de Córdoba ya sabía que estaban la estética de la Virgen de los Dolores con su manto de las Palomas, la creatividad de Ánimas, los lápices de Ritton, Díaz Peno y Morita y un puñado de marchas excelentes, cada vez más, de las que habrá que aprender para que enseñen el camino.
Liturgia de los días