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Blogs La capilla de San Álvaro por Luis Miranda

Abuso de poder

Más fácil y gratificante que dar vueltas a horarios y recorridos, propiciar alguna reunión y hacer lo posible es tirar de cierto artículo de los estatutos y ceñirse a la legalidad

Abuso de poder
Pies del Señor de los Afligidos el día de su bendición. FOTO: ROLDÁN SERRANO
Luis Miranda el

«Que la Agrupación no sea una hermandad más». En 2008 ABC hizo a los 35 hermanos mayores de penitencia que acudían a la carrera oficial tres preguntas y la última era qué esperaban del que tenía que ser presidente en las elecciones de junio, cuando terminaban los ocho años de Francisco Alcalde. La frase la dijo Olga Caballero, que era entonces hermana mayor de la Esperanza, y se rescató y pronunció muchas veces al cabo de otros cuatro años, cuando Francisco Gómez Sanmiguel se presentó para disputarle el puesto a Juan Villalba.

La Agrupación no podía ser una suprahermandad, decía José Juan Jiménez Güeto, párroco de la Trinidad y muy próximo en aquel tiempo al grupo que terminaría ganando las elecciones en septiembre de 2012. «Los hermanos mayores deben ser los que decidan las pautas de actuación», decía Sanmiguel, que no se cansaba de asegurar que fomentaría comisiones y haría una Agrupación en la que decidirían más las cofradías y menos el presidente y su Junta.

No dejaba de tener lógica, porque si alguien estudiaba la historia del organismo sabía que no nació como una entidad para controlar, cerrar puertas e imponer criterios, sino como un instrumento que las cofradías de 1944 se daban para organizar la Semana Santa, realizar algunos actos de anuncio y tener una voz con que hablar con las instituciones y el Obispado. Varias de ellas llevaban siglos haciendo sus cultos y saliendo a la calle sin haberla necesitado jamás y otras muchas procesiones se celebraban sin otro requisito que los permisos de la autoridad civil y religiosa. Y se celebran. El tiempo añadió atribuciones, cargos y quehaceres, revistas, libros y discos y Sanmiguel se marchó con una Agrupación tan suprahermandad que incluso tenía en la Virgen de la Fuensanta a una especie de titular con nombre de patrona y una procesión propia, a la que ya no se puede renunciar, pero que ni siquiera aparecía en la reforma de estatutos que no salió adelante.

Sanmiguel terminó su trabajo, en su lugar quedó la que era su vicepresidenta y en la junta de gobierno, casi siempre en los mismos puestos, quienes le habían acompañado en aquellos años, y la Agrupación, que ya había pasado de organismo auxiliar que prestaba servicios a suprahermandad cada vez más grande, ya no para de ver crecer problemas. La falta de alternativas a la cofradía de la Presentación al Pueblo y la cerrazón en un Jueves Santo que no quieren en absoluto, sin explicaciones convincentes ni datos que ayuden a decir que la Vocalía de Estación de Penitencia está en lo cierto, es una muestra de eso en lo que caen los seres humanos a partir de pasar mucho tiempo en cierto lugar: el abuso de poder. Mucho más fácil, quizá también más gratificante, que dar vueltas a horarios y recorridos, propiciar alguna reunión en la que pedir algún ajuste a las demás y hacer lo posible, es tirar de cierto artículo de los estatutos y ceñirse a la legalidad estricta. Esto es lo que hay, contundente como un puñetazo en la mesa.

La situación es inédita porque convierte a la Agrupación de Cofradías en un especie de autoridad alternativa a la diocesana que si atiende motivos, y no es sorda, tampoco los explica, como pasa en los decretos y resoluciones del Obispado incluso cuando no gustan a quien los recibe. Si alguien piensa que las elecciones de junio van a convertir al organismo de la calle del Lodo en una entidad mejor sólo con el voto es un ingenuo; si hay cofradías que creen que sólo se puede ir a peor y que es imposible que vuelva a sus fronteras fundacionales, será un perezoso.

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