ABC
| Registro
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizABC
Blogs La capilla de San Álvaro por Luis Miranda

Los capillitas y las capillitas

Los capillitas y las capillitas
Luis Miranda el

No sé si ha tardado la Real Academia Española en hacerle sitio en el diccionario a la palabra capillita. La definición es correcta al hablar de quien «vive con entusiasmo las actividades organizadas por las cofradías religiosas a lo largo del año y participa en ellas». Me sorprende que lo etiqueten como adjetivo, aunque reconozca el diccionario que se usa más como sustantivo, pero lo que sí está claro es que quizá venga un poco tarde (lo ha dicho también el maestro Antonio Burgos), justo cuando la palabra, y quizá la realidad a la que designa, corren el riesgo de desaparecer.

Capillita es quizá una palabra más sevillana que cordobesa, o al menos en Sevilla y en el sur de Andalucía es donde ha tenido una connotación menos peyorativa. En Córdoba, una ciudad que en una parte nada pequeña no comprendía a los cofrades o directamente se opone directamente a las hermandades y a la Semana Santa, la situación era antes distinta. La palabra capillita era casi un sambenito de sacerdotes contrarios a las hermandades, que en algún momento estuvieron más fomentados que bien vistos, y de laicos a los que le rechinaba un paso en la calle.

Se llamaban cofrades, más que capillitas, y a fuerza de remar a contracorriente construyeron o pusieron los cimientos de la Semana Santa de hoy y hasta se ganaron el respeto de los que al principio no miraban más allá de la punta de la nariz. Escribieron libros, sacaron adelante boletines y revistas, trabajaron en casetas de Feria y dejaron patrimonio, pero sobre todo criterio. Florecieron en estas décadas últimas, pero quizá el precursor de ellos fuera Francisco Melguizo, que tuvo siempre el impulso para sacar las cosas adelante y la habilidad de rodearse de quien sabía en cada materia, fuera en la música con Gámez y Báez, nada menos, o en el arte con Díaz Peno.

En la Córdoba de hoy hay mucha más gente alrededor de las hermandades pero bastantes menos capillitas de aquellos que hasta iban a retiros y ejercicios espirituales, aunque supieran distinguir, como diría Núñez de Herrera, lo espiritual de lo solemne y por eso mismo fueran capaces de emocionarse profundamente. Hay gente que piensa que Virgen de las Aguas es una antigualla y se sabe de memoria los últimos hitos a compases flamencos ajenos a la tradición. Están duchos en el trompeterío de las bandas que no sé por qué se siguen llamando de cornetas y abundan los tipos que hasta por foto saben cómo andaba un paso y medidores de la blonda y el encaje cuando no les gusta quien lleva la aguja. Hay hermanos mayores profesionales que saben de cuentas, diseño e igualás y costaleros que no saben lo que llevan encima aunque les guste hacerlo, pero la palabra capillita ha llegado a la RAE cuando ya están en retirada sus protagonistas.

En vez de aquel viejo capillita que era capaz de escribir con coherencia y de taparse la cara para acompañar a sus titulares sin que nadie supiera quién es, ahora existe más bien muchas capillitas, que es un sustantivo que el diccionario recoge y que no conocía: «Grupo de personas con intereses y fines comunes». Intereses y fines, los de las capillitas, mucho más pequeños que los de los buenos capillitas.

Liturgia de los días

Tags

Luis Miranda el

Entradas más recientes