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Potencias medias asiáticas y la confrontación entre China y EE. UU.

Potencias medias asiáticas y la confrontación entre China y EE. UU.
Jorge Cachinero el

La confrontación creciente entre Estados Unidos (EE. UU.) y China tiene el potencial, entre otros muchos riesgos, de distorsionar y de descarrilar el curso de la economía mundial, especialmente, en un momento en el que, tras la imposición, por parte de EE. UU. y de la Unión Europea (UE), de sanciones económicas a la Federación Rusa, la economía occidental está entrando en un grave periodo de recesión.

La pugna por el liderazgo económico mundial, la porfía por la hegemonía geopolítica en la región del Asia-Pacífico, quién sabe, si por la global, y el distanciamiento cultural y de valores de los últimos años han dejado en el olvido el optimismo que se generó en los años 1970 sobre una construcción posible de puentes de entendimiento entre ambas naciones.

En este panorama de hostilidad y de desafío, las potencias medias asiáticas -Corea del Sur, Japón o Australia- no son percibidas por China o por EE. UU. como socios o como colaboradores importantes a su propia relación bilateral, que, de forma creciente, se está convirtiendo en un juego de suma cero.

Este estado de paralización, de fricción y de incertidumbre sobre el futuro de la relación entre China y EE. UU. es una amenaza existencial, en sí misma, para el mundo a la vez que la guerra entre EE. UU. y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), a través de terceros, por un lado, y Rusia, por otro lado, en Ucrania continua y algunas organizaciones multilaterales se debilitan.

Desde Corea del Sur se asume que ni China, ni EE. UU. reconocen el estatus y el papel de las potencias medias en Asia, aunque ambas grandes potencias pugnen por ganarse su apoyo.

Para Seúl, el declinar de EE. UU. como potencia mundial hegemónica se hace aún más evidente cuando se observa desde el sudeste asiático.

Yoon Suk-yeol (i), Xi Jinping (d)

Asimismo, para Corea del Sur no existen dudas de que Pekín convertirá los mares del este y del sudeste de China en mares chinos y está persuadida de que Corea del Norte es un peón útil para China a la hora de amenazar a EE. UU., a Japón y a la propia Corea del Sur.

En realidad, Seúl, desde el punto de vista de su seguridad y de su defensa, otorga una prioridad superior a la amenaza directa que representa su vecino septentrional en la península de Corea que a la del gigante chino.

Japón, por su parte, cree que puede aprovechar simultáneamente el estado de sus relaciones bilaterales con EE. UU. y con China, que son fuertes con aquellos y son estables, aunque, frágiles, con ésta.

El gobierno japonés ha tenido siempre un cuidado exquisito en mantener un equilibrio preciso en sus relaciones con las dos grandes potencias globales.

Sin embargo, en los últimos tiempos, Tokio está poniendo en peligro sus relaciones con Pekín por culpa de sus declaraciones públicas en favor de EE. UU. en relación con sus disputas con China y por haber participado con los estadounidenses en ejercicios militares navales conjuntos en el sudeste de Asia.

Parte del problema creciente entre Japón y China reside en las percepciones asimétricas que ambos países tienen de sus amenazas de seguridad respectivas.

Japón, desde el periodo que comenzó en 2010-2012, ha incrementado su gasto en defensa para mejorar las capacidades y la postura de sus activos militares más poderosos, ya que los movimientos y los reclamos que China está realizando sobre algunas islas del Pacífico, en disputa entre las dos naciones, intranquilizan a Tokio.

Buques de la Armada japonesa

Tanto es así que, en la propia sociedad japonesa, ha crecido la preocupación de que esa postura militar creciente del país como aliado central de EE. UU. en Asia y las incursiones militares japonesas en las áreas marítimas de interés estratégico para China puedan estar quebrando la armonía delicada que Japón ha mantenido con EE. UU. y con China, a la vez, durante tantos años.

Por su parte, China comienza a observar con preocupación creciente para su seguridad nacional el que Tokio esté dispuesta a colaborar en el proyecto estadounidense de crear y de expandir una llamada OTAN asiática en aquel continente porque, para Pekín, ésta no representaría más que un intento de EE. UU. de rodear a China, de la misma forma que Pekín piensa que se está intentando hacer con Rusia, desde el colapso de la Unión Soviética, en el este de Europa, en el Cáucaso meridional y en Asia Central.

Para China, la pelea que mantiene con Japón sobre esas islas del Pacífico se interpreta como parte de ese gran diseño estadounidense de envolver a China para impedir su salida libre al Océano Pacífico.

En el caso de Australia, el suelo de sus relaciones con China se ha hundido, el estado de éstas es terrible y no es esperable que mejoren en el futuro inmediato.

La verdad es que Australia tiene poca capacidad de ejercer influencia sobre China y vive, desde hace décadas, enredada en la gran contradicción, difícilmente resoluble, de tener que reconciliar su cultura anglosajona con el hecho de habitar una geografía que, cada vez, lo es menos.

La evolución de la visión de la política exterior de Australia se ha modificado de forma dramática durante los últimos setenta años.

En las décadas de los años 50 y los años 60 del siglo XX, Australia diseñó una política exterior y de seguridad que la convertía, en estrecha cooperación con EE. UU. y con el Reino Unido, en la defensa avanzada en el flanco sur asiático frente a la amenaza creciente de la expansión del comunismo en aquel continente.

A partir de los años 70 del siglo pasado, Australia viró aquella formulación por una más regional, que culminó, en 1986, con la elaboración de un documento –White Paper, en inglés- en el que optaba por ser más autosuficiente, desde el punto de vista de la defensa y de la política exterior, sin depender tanto de EE. UU.

Años después, en 2020, el gobierno de Australia volvió a revisar sus postulados anteriores mediante un documento estratégico y de defensa –Strategic and Defence Paper, en inglés-, que enfatizaba un foco nuevo y necesario de Australia en sus realidades regionales.

Aquel viraje presuponía para Australia una atención menor en los asuntos geopolíticos globales.

No obstante, Australia pronto tuvo que cambiar el lujo anterior mediante el que se permitía no tomar partido a la urgencia de escoger, como se demostró con su involucración en la constitución de una arquitectura nueva de seguridad, en septiembre de 2021, con EE. UU. y con el Reino Unido -el pacto Australia, United Kingdom, United States (AUKUS), en inglés-, que se ha fijado como objetivos, entre otros, el de desarrollar no sólo submarinos nucleares, sino, además, sistemas de armas supersónicas y drones submarinos.

Submarinos australianos

Por la vía de AUKUS, Australia volvió a situarse en el centro de los asuntos globales, de hecho, al convertirse en parte de una de las confrontaciones más críticas de este momento histórico, y su pensamiento, su planeamiento y su despliegue estratégicos y de defensa han sido empujados a entrar en el Mar del Sudeste de China, a contener a China detrás del perímetro de su primera línea de islas costeras y, en definitiva, a colaborar con EE. UU. y con el Reino Unido en hacer frente a los objetivos estratégicos de China, que son opuestos diametralmente a los suyos.

China, mientras tanto, sigue su impulso tenaz para materializar su propuesta de un Plan de Acción Quinquenal para el Desarrollo Común con diez naciones de las islas del Pacífico y conseguir, así, un pacto multilateral económico, de libre comercio y de seguridad para toda la región.

En abril de 2022, China y las Islas Salomón, situadas a escasos 3.200 kilómetros -dada la inmensidad de la región del Asia-Pacífico- de Australia, firmaron un pacto de seguridad que pone de manifiesto la preocupación de Pekín por la protección de sus intereses en aquel archipiélago.

El enfrentamiento entre China y EE. UU. se agrava.

Una visita potencial próxima de Nancy Pelosi, presidente de la Cámara de Representantes estadounidense, a Taiwán fue respondida, la semana pasada, por el ministerio de Asuntos Exteriores de China, quien prometió que el gobierno chino tomaría “medidas decididas y contundentes“, si ese viaje siguiera adelante.

Dicho rumbo de colisión entre estadounidenses y chinos acabará salpicando a las potencias medias asiáticas, dependiendo del lugar en que cada una de ellas se encuentre, de materializarse el conflicto, en relación con estos dos grandes rivales geoestratégicos.

 

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