Conocido el cierre de Nissan en Barcelona, alguien ha incurrido en el “fascismo” de recordar lo que escribió el presidente Sánchez en el mes de enero: “EL mantenimiento del empleo en la planta de Nissan en Barcelona está garantizado”. Entendimos todos que estaba asegurando la planta, pero eso es porque no leímos el tuit entero: “… hemos reafirmado nuestra voluntad para seguir trabajando juntos para asegurar la viabilidad de la factoría”.
Ahí no pone que se hubiese asegurado nada. La primera parte del tuit puede entenderse más bien como un titular. Algo quizás un poco desfigurado. Lo que dice luego (el cuerpo del tuit) es que reafirma una voluntad. Nada más. Además cabe la posibilidad de que solo sea la suya, su voluntad, expresada en un confuso plural mayestático.
Hace unos días, un amigo me pasó una noticia que reproducía la nota de prensa de un gobierno regional: “La Consejería de Educación y Cultura y la mayoría sindical (CCOO, STAR y UGT) de la Mesa Sectorial de Educación han alcanzado esta mañana un acuerdo para la firma del Pacto Social para la Reconstrucción Educativa en La Rioja, la hoja de ruta para la desescalada en la educación riojana y el cierre del presente curso educativo y apertura del curso…”.
Es decir: un acuerdo para una firma para un Pacto para una hoja de ruta para una reconstrucción…
Era una nota sin más, pero resultaba llamativa en la dilación del objeto. En su suspense. La frase es como una muñeca rusa, o como el inicio de Superagente 86, cuando Maxwell Smart, “temible operario del recontraespionaje”, entraba en un edificio y atravesaba una puerta metálica, y luego otra, y luego otra y luego unas rejas para acabar metiéndose en una cabina de teléfonos. En estas frases hay un verbo y otro verbo y otro verbo y cuando se acaba la frase se comete el error de asociar el inicio de la frase, el sujeto (nosotros) con el final, “viabilidad de la factoría” o, en el segundo ejemplo, “apertura del curso”.
Pero es un truco. Estas frases perro salchicha son como un efecto auditivo, un eco. Nos quedamos con lo último. Enlazamos el final y el principio, y lo del medio queda como un ruido que no distinguimos del todo, pero que suena agradable y actuante porque son siempre verbos constructivos (construir, tender, pactar, alcanzar, conseguir, firmar…).
Así que esto tiene truco. Son frases matasuegras, que se estiran a placer como una coñita marinera. Frases tan efectivas como amplia sea la capacidad torácica del político, porque entre el principio y el final no puede haber una coma, ni un respiro.
¿Qué le entendimos a Sánchez? “Viabilidad de la factoría”.
Estrictamente hablando, ¿qué dijo Pedro Sánchez? Haber “reafirmado su voluntad”.
