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Las manos de Lorenzo Quinn

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Uno de los talentos de José Antonio Montano es haber detectado antes que nadie y en solitario el carácter terrorífico de algunos personajes a los que, por generación, estaba condenado. Gente como Luis Cobos, Milikito, o Lorenzo Quinn. Todos ellos artistas. O como diría él, *artistas*
Hoy he descubierto por casualidad una noticia mágica. Hace unos meses, un señor interrumpió la ejecución de una obra musical al grito de “Esto es una mierda” y lanzando un móvil que impactó, quizá por precisión, en una violinista. Lo mágico era que se trataba de una obra sinfónica de Emilio Aragón. De Milikito.
Saber que Milikito tiene una obra sinfónica ha sido lo mejor del día y creo que ya lo mejor de la semana. Tras acabar estas modestas líneas me lanzaré a Google y Sporify a localizar su obra. Reunir en una representación la obra sinfónica de Milikito y la operística de José María Cano sería lo primero que yo haría si fuera director de cualquier cosa, dejando la dirección, cómo no, y en homenaje a Montano, a Luis Cobos.

Representan una condición de artista muy extrema. Otro es el escultor Lorenzo Quinn. Aquí creo que Montano alcanzó su nivel más alto de genial intuición. Aquí vio las cosas antes de que pasaran. En su detestación a Lorenzo Quinn había algo inmediato y anterior a su obra. Era algo que nos tocaba muy adentro. Había en él algo rechazable per se y que no podíamos consentir pacíficamente. Pero no sabíamos qué era. Él, la pretensión de ser escultor, los reportajes en el Hola…
Es ahora, cuando su obra empieza a ser reconocida, cuando vemos la importancia de Lorenzo Quinn. Entre otras cosas está especializado en manos. Sus manos en Venecia han sido noticia. Sus “otras” manos han tenido siempre un problema de terribilitá. De ausencia de. Una falta de pathos. Una cosa muy como marbellí, blanda, que no nos permitía ver su potencial. Un Rodin sin nervio.
Eran manos que estaban por estar. Sin motivación.
Ha sido en Venecia, al poner las manos enormes de Quinn junto a un edificio, cuando su obra ha tomado un relieve “pontentísimo”.
Esas manos nos dicen los expertos que “salvan” los palacios venecianos. Pero esas manos, ¿podemos imaginarlas ibéricamente? ¿Podemos imaginar esas esculturas en plazas y edificios españoles?
Surge la pregunta: ¿y si colocáramos esas manos enormes “calavatrescamente” junto a las grandes obras públicas y grandes obras arquitectónicas de los últimos años en España?
Son manos que van al pan. Manos del gigante colectivo. Manos del llevárselo crudo y entero. Grandes manos monumentales que nacen del terreno y buscan la construcción. Manos cursicorruptas, las falanges blanquitas y pianísticas de la cleptocracia.
¿Y si, querido Montano, Lorenzo Quinn hubiera sido el artista clave para todo este tiempo, el artista que están esperando nuestras calles?
Revolucionariamente, habría que llenarlas de manos de Lorenzo Quinn.

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