Una cosa buena de estos días absurdos es la reaparición de Abascal. No es que se hubiera ido, pero se le veía poco y cuando se le veía era en Polonia o sitios así. Su sitio está en España, en la defensa de la unidad nacional. Esa es su garita, no hay otra.
Las circunstancias han hecho que Vox recupere su sentido, y Abascal ha intervenido hoy de forma adecuada. Al hacerlo, frente a la amenaza del frente separatista, Abascal recupera el Espíritu de 2017, del 8-O, que no pasa por alianzas gaseosas de ‘las tres derechas’ losantianas, ni por más manifestaciones en Colón, sino por una acción distinta y decidida.
Abascal se ha dejado de engañifas (solo mantiene lo de la división de poderes) y ha hablado de forma directa: lo que hay de fondo es un plan contra la unidad de la nación. Lo que está detrás de tanta triquiñuela no es un asunto formalista, ni siquiera la Constitución, sino la propia unidad nacional sometida al acecho de lobos diversos (auténtica manada) que quieren cuartearla y debilitarla dando un cauce nuevo a las pretensiones de los golpistas del 17.
En su recuperación del Espíritu de entonces, que se expresó en los gritos espontáneos de “Viva España” y “Puigdemont a prisión”, Abascal anuncia una querella contra Sánchez y una moción de censura.
Lo primero pone la lupa en el tiranuelo pélvico, mandado de Bruselas: su pacto con criminales merece la palabra justa de Abascal: conspiración, una conspiración auténtica. Conspiración viene siendo el largo pacto del PSOE con los enemigos de España. Conspiranoico le llamaron cuando dio su discurso en aquella moción de censura, y volverán a llamárselo ahora que anuncia otra: ¿no quieren parlamento? Pues dos tazas.
Abascal demuestra ser el auténtico líder de la derecha porque va al asunto, la nación, fundamento de todo lo demás. Cualquier distracción en este punto es traición, corrupción o estupidez. El vaciamiento de las palabras y el mareamiento leguleyo busca la confusión crucial. Esta hora que empieza a sonar, a la vez, a farsa y a drama devuelve al mejor Abascal y le pone en su sitio, la oposición real a la reedición del procés por otros medios, o a cualquier forma de apaño que nos acerque a la situación canadiense o a una federalización con amordazamiento o estupefacción del sujeto constituyente.