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Angustia psicosocial

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Hemos leído en las últimas horas la noticia sobre el aborto en Francia. Noticias escandalosas que, sin embargo, tampoco han merecido mayor debate estando Francia tan cerca y siendo nosotros tan sensibles a lo que allí suceda.
Se trata de un cambio legislativo en proceso, una ley de bioética en trámite de aprobación, que añade bastantes más cosas al asunto. Estas leyes son grandes saltos culturales, muy importantes, pero se discuten allí en verano, y en algún caso con el añadido de la nocturnidad, como se ha denunciado en Francia.
Porque el asunto parece fundamental, se tenga la idea que se tenga sobre el aborto. En este caso no se trata de aborto exactamente, sino de la interrupción médica del embarazo. El aborto, la interrupción voluntaria, mantiene el plazo de las doce semanas, pero se altera algo en relación con la interrupción médica (en cualquier momento hasta el parto) por grave riesgo para la salud de la madre, una cláusula adicional: “pudiendo este peligro resultar de angustia psicosocial”.
Muerte en la madre, enfermedad incurable para el niño y ahora esto: angustia psicosocial.
Lo chocante es la gravedad del asunto: interrumpir el embarazo en cualquier momento, con lo “blando” del concepto “psicosocial”. El contraste es lo llamativo, es imposible que no se encienda una alarma.
Los defensores del cambio añaden que ya existía el elemento “psicosocial” en la legislación: la salud de la madre puede verse afectada por cuestiones médicas o psiquiátricas, y en la valoración de estas últimas se añadía lo “psicosocial”. Añaden los defensores de la modificación que introducirlo en la ley generaliza y aclara algo que estaba sometido a muchas incertidumbres y a variaciones territoriales.
Esto es lo que dicen quienes están a favor, los contrarios consideran, o bien que el objetivo último es ampliar los plazos de aborto y que se trata de un cambio instrumental con esa intención, o bien directamente un salto cualitativo hacia una dimensión distinta a la que se entra por el concepto “angustia psicosocial”.
De las 7000 interrupciones médicas del embarazo que hay anualmente en Francia, unas 250 responden ya a este motivo, afirman quienes interpretan esta medida como una mera aclaración legislativa. ¿Qué sería ahora la angustia psicosocial como causa justificativa? Algunos interpretan que esto amplía los supuestos: no solo la gravedad psiquiátrica, sino situaciones relacionados con la violencia, el peligro personal, la extrema precariedad o las grandes dificultades psicológicas.
La decisión le corresponderá a un órgano detallado en la ley. El equipo multidisciplinar encargado de examinar la solicitud de la mujer incluirá al menos cuatro personas. Médico titulado en ginecología obstétrica, un integrante de un centro de diagnóstico prenatal, un médico especialista en el padecimiento de la mujer, elegido por ella, y una persona que puede ser asistente social o psicólogo.

Aparece aquí la figura clave del psicólogo y la figura, tan clave o más del trabajador social.
Son quienes han de determinar el estado emocional de la madre o la situación “social”, la “aceptabilidad” social del estado de la madre.
Pero esto es muy importante porque la vida humana, lo que es o no es vida humana, ya descansa en la decisión de un psicólogo, definiéndose pues la vida por el estado emocional de la madre, o en la decisión de un especialista en asistencia social, definiéndose aquí la vida en función de unos criterios de precariedad, victimología o riesgo. Pero esto, que puede tener la mejor intención, y responder a realidades innegables, sin duda, no es ya un criterio exclusivamente médico, de vida o muerte en la madre o el niño, sino algo distinto. Ésta es al menos la duda que despierta: ¿no se trata de algo ya distinto?

Las asociaciones y defensores de la medida, si uno lee la prensa francesa, añaden, insisto, que esto ya se hace, que no cambia nada, que ese término “psicosocial” ya está presente en el cuerpo legislativo, y que la intención es buena y no ideológica, no ambiciosa, que el objetivo es simplemente el aclarar su aplicación y homogeneizarlo territorialmente, pues, al parecer, estos equipos médicos encargados de decidir la interrupción o no del embarazo divergen mucho en criterios según el lugar y las condiciones del mismo (lo psicosocial, evidentemente, cambia).

¿Cuáles son esas causas de angustia psicosocial que no son ya sólo el riesgo para la salud de la madre o la enfermedad incurable de la criatura? Lo social, lo psicosocial: violencias, precariedades… Quizás podría existir un riesgo para la vida de la mujer, pero no por salud sino por una amenaza o un entorno social.
Al valorar los riesgos de la mujer, se añade cada vez más a la psiquiatría la psicología, y todo aquello que puede afectarle a su salud por el entorno, por lo exterior. ¿Es eso lo “psicosocial”? Si es así, esto está en indudable sintonía con el signo de los tiempos: la amenaza o violencia ajena, y el estado emocional de la mujer. Bien, pero… al ampliar las consideraciones sobre lo que puede afectar a su vida, a su salud, hasta el límite ciertas imprecisiones o blanduras conceptuales (lo psicológico, lo social), se está llevando a ese terreno la decisión de la vida, es decir, la propia definición de lo que es vida. A un territorio lábil, delicado, subjetivo y desde luego ajeno a su naturaleaza biológica. ¿Puede depender lo que es vida o no de consideraciones ajenas a ella de ese tipo?

La decisión de interrumpir el embarazo en cualquier momento en los 9 meses es equivalente a decidir lo que es vida y lo que no, y le corresponde a un órgano colegiado, médico, pero no sólo, que valorará la salud física o psiquiátrica de la madre, pero (de nuevo) no sólo, pues también se añade esa “angustia psicosocial”, apareciendo en la decisión de la vida el asistente social. ¿Qué hace un asistente social decidiendo eso? Eso ya no es vida o muerte de la madre, salud física o psiquiátrica, sino algo distinto. Las consideraciones profesionales de este gremio, gremio importantísimo y decisivo para definir el presente, son el Estado, y lo “aceptable” o no socialmente, determinado por el progreso social. El asistente social es una persona importantísima que ya define y concede el estatus de victima y que incorpora a ese órgano colegiado médico (la ciencia) la idea estatalizada del progreso social. En ese órgano colegiado decisorio estaría la ciencia y algo así como el progreso social, el progreso social y humanitario. ¡Órgano importantísimo! ¡Tribunal definitivo de lo que será y no será vida!
La “jurisprudencia” de ese órgano colegiado será la del tribunal más importante de todos.
Este asunto lo es. Pido disculpas por lo apresurado del tratamiento y la escritura, y por la posibilidad de deslices o lapsus, aún más lamentables por la importancia del asunto. Debo escribir otra cosa hoy para el periódico, y a veces esto del blog se resiente. Volveré a ello con más calma en el futuro, pero quede aquí testimonio de la cuestión. ¿No les parece ustedes que esa simple frase, “pudiendo este peligro resultar de una angustia psicosocial”, añade algo importante?

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