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Blogs French 75 por Salvador Sostres

Sólo una vez

Salvador Sostres el

Un hombre tiene derecho -esa clase de derechos que en fin- a complicarse una vez la vida. Cada hombre tiene el derecho de intentar creer en una estructura superior que le comprometa. ¿Podríamos decir el deber? Podríamos decir el deber. Cada hombre tiene, pues, el deber de fundar una familia una vez, de vivir una vez la ilusión de que de este modo va a ser feliz, de proyectar en su mujer sus miedos y en sus hijos su esperanzas. Es así como la Humanidad avanza -y así como fortalecemos la caja de las pensiones. Qué importa, lo siento, hasta siempre, te quiero.

Cuando un hombre ha fundado ya esta familia, primero pidiéndole matrimonio a su mujer -¿o que sea el chico quien pida matrimonio es también machista?- y luego teniendo el hijo, o los hijos, indiscutiblemente tiene ya no el drecho sino el deber de mantener a cualquier precio la estructura. Cualquier precio incluye cualquier medida de incomprensión, de infelicidad, de amaragura. Haberlo pensado antes, haber elegido mejor. Pero tampoco pienses mucho en esto, porque aunque se puede elegir mal, y hasta francamente mal, e incluso peor, tengo mis dudas de que se pueda elegir realmente bien. De modo que tarde o temprano ahí estarás, en el centro de la nada, haciéndote preguntas lo más normal es que absurdas sobre la vida, jodido como todos.

Y no te sepa mal que te lo diga, pero tu signo es aguantar. Tu hombría es el arte de mantenerte en pie por lo que proteges. Una familia para tus hijos. Una estructura. El paraíso fundamental contra el paraíso extraviado. La cobertura que cada niño necesita para crecer fuerte, tranquilo y seguro. Cobertura doméstica, cobertura espiritual. Cobertura contra el plus de intemperie del que que siempre más tratamos de huir los hijos de padres separados, incluso cuando nos hacemos mayores, y en el fondo del fondo continuamos amando con ese quiebro de desesperación, con esa sombra de abandono.

“Si tus padres te quieren y entre ellos se respetan, da igual si se divorcian”, dicen los que tratan de justificar lo injustificable o los que no nunca lo han sufrido. “Es que ser padre no significa renunciar a ser feliz”. Bueno, bueno, estos son mis preferidos. Yo soy padre. Hola. ¿Y quién coño soy yo -me pregunto- para intentar ser feliz? Yo lo que tengo que intentar es ser un buen padre, y poner mi vida y mis despojos al servicio de esta causa única, de esta misión de las misiones y ésta es la única estrella que me guía. Cualquier otra referencia es inmoral, impropia, aberrante y convierte a cada hombre que la sigue en el hombre más desgraciado del mundo. Si por una vez me pudieran ustedes creer sin exigirme las más sórdidas demostraciones -que las tendría, pero no se trata de estropear todavía más la vida de nadie- se harían el inmenso favor de no despeñarse por el abismo. Ser padre es aprender a calmar “aquest jo petit que ens omple el cor i ens buida l’ànima”, ser padre es ser siempre -en cada minuto del dia- padre; nunca te equivocarás cuando ésta sea tu prioridad absoluta. He visto que en cambio, los hombres más brillantes de todas las generaciones, han sido desplumados por las más dominicanas chachas cuando han “intentado ser felices”. Si me pudieran creer, si confiaran en mí sin exigirme pruebas documentales, tan deprimentes que sólo recordarlas me devasta, se ahorrarían un largo y terrible camino hacia el infierno, hacia el fondo tétrico de todo lo que queriéndote alzar, te hunde, hasta no dejar de ti más que el dolor del que todo lo tuvo y todo lo ha perdido.

Un hombre tiene el derecho de creer una vez en su vida, el derecho y el deber. U una vez la promesa ha sido hecha y ha dado sus frutos, tiene el inequívoco deber de mantenerla. No hay precio suficientemente alto, ni humillación por severa que sea, que justifique al desertor, al prófugo de tu deber más elemental, resumen de todos los demás deberes, todas las lealtades resumidas. Y si por inconsistencia, por frivolidad o por mala leche -y todo esto ocurre y hay que saber que ocurre- tu esposa te deja, en nombre de sus derechos, en nombre del “yo es que necesito vivir enamorada”, y demás sandeces de nuestro tiempo, como la felicidad que decíamos antes, intenta reconducirla como puedas, y si no puedes, trátala lo mejor que sepas, ponle todas las facilidades, demuéstrale todo tu amor -incluso más que cuando estuvisteis juntos- y procura que con el matrimonio roto no se rompa la familia. Mantén el vínculo lo más a salvo que puedas del resentimiento, de las discusiones que una vez abandonado no te llevarán a ninguna parte, de ese tan estúpido querer tener razón de algunos hombres, entre los que me cuento, cuando ya todo el pescado está vendido y a nadie le importa lo que pienses ni lo que digas sino más bien lo que hay para cenar. Es así como un hombre demuestra que lo es. La hombría es saber aguantar en la más honda desdicha, ahí donde todos los demonios parece que por fin te han rodeado y cualquier otro creería que no lo podrá resistir pero tú sabes que sí. Al principio cuesta, y te mareas, y nuestra naturaleza imperfecta tiene debilidades y caídas, pero si permaneces, si pese a todo permaneces, luego cuando contemplas el trozo de camino que has coronado, notas un orgullo que para siempre más se convierte en tu mejor amigo.

Y por el amor de Dios, cuando todo esto lo hayas conseguido, recuerda que los finales se parecen a los principios, que lo que te destruye una vez, mil veces te destruye, que una promesa tienes el derecho y puede que hasta el deber de hacerla, pero que a partir de ahí todo es redundante, estéril, retórica de lagarta que se hace con el patrimonio de los hijos; y si te pica, te rascas, y si te mueve, baila un poco pero sin subirte al escenario y a las doce en casa, y haz promedio con tus hijos, y confía sólo en tu paternal instinto. Recuerda que la dignidad es una condición, no un atributo, que tu misión es estar, y no que tengan que buscarte (o el todavía más patético que “tengas que encontrarte”). Sé, en fin, un hombre. Arrasado como todos, pero valiente, audaz y con el único sentido -no hay otro, créeme, yo sé lo que te digo- de vivir y morir tratando de ser el mejor padre del mundo.

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