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Blogs French 75 por Salvador Sostres

No mañana sino ayer

Salvador Sostres el

Pablo Iglesias ha amenazado a los líderes de los partidos de la derecha con futuros escraches. «Mañana será gente de izquierdas manifestándose enfrente del apartamento de Ayuso, de la casa de los Espinosa de los Monteros o de la casa de Abascal», ha dicho. Mañana no, Pablo. Fue ayer. Los escraches llegaron a España de la mano de Podemos. Podemos y sus líderes son un escrache permanente. Nos han amenazado tanto que se han acabado olvidando de que algunas amenazas ya las cumplieron.

Podemos siempre ha estado en la puerta de nuestra casa, asediando a nuestras familias, y ni cuando han tenido su chalet, por el que tanto nos insultaron, han dejado de intentar amedrentarnos. Es la raíz totalitaria del populismo izquierdista, la obsesión por la vida de los otros, el crimen en que se basan y que perpetúan en cada declaración, en cada acto. Si aún tenemos libertad, y democracia, es porque ha sobrevivido a los escraches de Podemos, a sus continuas intimidaciones, y a todas las veces que hemos tenido que disimular el miedo para seguir con nuestras vidas.

Sin embargo España se ha acostumbrado sin demasiado problema a la anomalía democrática y moral de tener a un partido como Podemos instalado en el Gobierno. Los españoles hemos dado carta de naturaleza, con una aterradora pasividad, a que Pedro Sánchez haya permitido que uno como Pablo Iglesias sea vicepresidente. Es cierto que parte del mérito se lo debemos a Albert Rivera, pero desde luego no fue Albert quien llegó a los acuerdos de gobierno. Es de sociedad inmadura y de país muy poco serio haber votado esto. Cada vez que “el ciudadano de a pie”, “la sociedad” o “la gente” pretenda presentarse como víctima en esta España nuestra, que recuerden que suya es la vergüenza de haber votado hasta dos veces a Pedro Sánchez y de haber permitido con su irresponsable y demencial sufragio que Pablo Iglesias y su banda controlen medio gobierno.

A un pueblo libre, exactamente lo mismo que a un solo hombre libre, hay que ponerle ante la responsabilidad de sus actos. Es la única forma de libertad posible. Y el pueblo español puesto ante sus actos ha dado en los últimos tiempos una medida lamentable. Lo de Pedro Sánchez. Lo de Pablo Iglesias. Lo manso que como un rebaño de ovejas se ha quedado en casa. Ningún afán, ningún rebote, ningún ímpetu. El cliente no siempre tiene razón (casi nunca la tiene, y sé de qué hablo); y el ciudadano, y sobre todo el español, no sólo yerra a veces, sino que se equivoca casi siempre.

Lo de Pedro Sánchez no ha sido un accidente o un golpe de Estado, tampoco lo de Ada Colau ni lo de Quim Torra, ni lo de Manuela Carmena. A todos ellos les votamos, y si Carmena no es aún alcaldesa de Madrid es de milagro. Un milagro que, por cierto, está dando un admirable resultado. Cuando los españoles sientan la más mínima tentación de quejarse por la crisis que vendrá, han de recordar a quién votaron. Y dos veces: en abril vieron el espanto, y en noviembre insistieron. Cualquier queja, en primera persona. Cualquier fracaso es el nuestro. Cualquier metáfora, que te escueza a ti primero y tienes muy pocas posibilidades de no convertirte en un cínico cuando la lances al aire.

No mañana sino ayer, Pablo. Y sabiendo lo que hacías y lo que eras, tu odio, tus intimidaciones y tus amenazas, votamos a Pedro Sánchez y te permitimos estar en el Gobierno. Eres un fascista, sí. Pero no eres una desgracia, sino un escarmiento.

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