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Los que más sufren en la guerra

Salvador Sostres el

Irene Montero ha dicho que las mujeres son las que más sufren en la guerra. ¿Cómo, Irene? ¿Qué sufres tú? Los que más sufren en la guerra son los hombres, los soldados, los heridos, los mutilados, los que no saben si podrán volver a sus hijos, los que duermen al raso y puede alcanzarles cualquier cohete o cualquier bomba en cualquier instante. ¿De qué habla Irene Montero? No habla de nada, como siempre.

Las guerras son lo más necesario para la paz. Los soldados y las bombas -sobre todo las bombas atómicas- han sido durante los últimos 80 años los verdaderos garantes de nuestro periodo de paz más longevo. Y desde luego hay mujeres que sufren en la guerra, y sufren mucho, porque les matan o les hieren o les mutilan a sus padres, a sus hijos y a sus maridos en el frente o en las trincheras; y ellas también a veces son víctimas cuando se bombardea a población civil: las casas, los hospitales, o cuando salen de su refugio para ir a buscar medicamentos o comida.

Las declaraciones de Irene Montero son una frivolidad. Una frivolidad ni un insulto. Ni en un momento tan serio, y tan grave, puede esta señora pensar ni un poco lo que dice y continúa poniendo en ondulación su absurda propaganda. A la señora Montero no le importan los muertos, ni el sufrimiento, ni la heroica resistencia de los heroicos soldados para defender su libertad y la de Ucrania, que es también la nuestra.

A Irene Montero no le importa nada de lo importante. Por eso es feminista. Por eso es ecologista. Por eso es pacifista. Y por eso es comunista. A Irene Montero no le interesa ni el hombre en su esencia, ni la espiritualidad que nos da sentido ni justifica, ni la libertad ligada a la responsabilidad como eje indiscutible de nuestras vidas. Por eso Irene Montero se siente tan tranquila y tan poco acomplejada de poder pasar un día tras otro diciendo no más que tonterías.

Enfrentar a hombres y mujeres, inventar bandos distintos y crear jerarquías morales del sufrimiento es algo tan cruel y estúpido que esperábamos para hacerlo a la señora Montero, y que nos mostrara lo bajo que podemos caer, los últimos fondos de la miseria, en qué monstruo nos convertimos cuando perdemos la empatía, la compasión y la inteligencia porque la brutalidad del fanatismo nos ciega.

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