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Blogs French 75 por Salvador Sostres

Fotos de Bayreuth

Salvador Sostres el

(Dedicado a mi amigo Ignacio, uno de los pocos que va a Bayreuth a escuchar música)

De todas las imposturas, Wagner es la primera en Cataluña. Incluso más que “el mandato del 1 de octubre” y aquel drama con que nos escandalizamos porque la policía hiciera de policía. Como el tipo de chicas que creen que la tragedia les da profundidad, muchos catalanes se sienten moralmente superiores cuando se regodean en la afectación de su espíritu wagneriano. Isolda, Isolda, cuántos sexos entre tú y yo.

El ritual de escribir al Festival de Bayreuth para conseguir alguna de sus contadísimas entradas es el primer movimiento de la farsa. Cuando por fin el Festival les concede algún asiento, el segundo movimiento afectado consiste en exclamar los años que llevaba escribiendo sin respuesta, hay quien presume hasta de décadas, como si esta tardanza fuera una banda de honor y no la evidencia de que cuando salen de la comarca no son nadie. Ahora imagínate que yo hubiera presumido de los años en que pretendí sin éxito haber tenido una mesa en El Bulli, en lugar de haber sabido hacer las cosas para ir cada año cinco o seis veces. ¿Qué tipo de credibilidad se me podría conceder? ¿Qué prestigio? Esta comedia de la impotencia, de la eterna víspera, no he podido jamás comprenderla. Es como los independentistas, que disfrutan mucho más siendo independentistas, y viviendo de serlo, de lo que gozarían si algún día lograran la independencia. Por eso se les dan tan bien las demostraciones y tan mal la política.

Por supuesto -no lo duden ni un instante- el mayor aliciente del evento es el calor que hace en Bayreuth mientras se celebra su festival wagneriano, más importante del mundo. Tres anécdotas son las que preferentemente cuentan los afectados: la primera, que la sala de conciertos no tiene refrigeración, por respetar las condiciones exactas de la época de Wagner, otra afectación notable, aunque ésta no sea catalana; la segunda es que los músicos están liberados de vestir smoking, y pueden tocar con su ropa de calle, porque por las especiales características del foso no se ven desde la platea; y la tercera es que un verano hizo tanto calor que los bomberos se acercaron a regar la cúpula para que bajara un poco la temperatura. Este elogio del inconveniente como si fuera un mérito y el mito de la autenticidad como si tuviera más valor que lo práctico y lo confortable cosen el uniforme de los afectados, que cuando más quieren hacerse los singulares más se comportan como un rebaño. Como un rebaño caro y afectado. Es siempre la misma historia: cuando se presume de incomodidad es que se ha devastado sin remedio el termómetro de la impostura.

Pero la mayor afectación, el postureo sin fin del “catalanet” en busca de profundidad es el supuesto ambiente distinguido que se puede disfrutar en los jardines antes y durante los intermedios de la actuación. Tal vez en algún tiempo fue un ambiente distinguido, pero en la actualidad es una pavorosa colección de posados para cursilísimas fotografías, junto con toda clase de toda clase de excéntricos enfundados en las más grotescas prendas. La distinción, cuando en lugar de poseerla, la pretendes, es como la peluca al pelo, como los que van a misa, mucho más que para ver a Dios, para que Dios los vea, o ese concepto de eternidad de vieja que diseca el gato cuando se le muere. ¡Qué ridícula pasarela de hombres haciéndose los elegantes bajo el sol inclemente que parece burlarse de ellos! ¡Qué deprimente espectáculo el del hombre en busca de su importancia!

Luego la música creo que es para ellos tan importante como para mí, que de Wagner no sé ni entiendo absolutamente nada.

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