Salvador Sostres el 08 ago, 2015 Hay un orgullo payés, muy catalán, que consiste en no indicar hacia dónde está Barcelona. Hay una Cataluña rural, y yo dirÃa que rupestre, que se niega a asumir la obviedad de que es el back garden de la capital, y que su principal mérito turÃstico y comercial es estar cerca o no demasiado lejos de Barcelona. Aunque a algunos les duela, Cataluña es un misterio para el mundo entero y sólo existe, como marca y como realidad, Barcelona. Una Barcelona triunfal y pletórica que luego tiene su parte selvática y su folklore, llamado Cataluña, con sus lugareños y sus particularidades, más propias de un compendio de anécdotas de transmisión oral que de un libro de Historia. Ese resentimiento del interior que lleva a pueblos y provincias a indicar cualquier cosa menos dónde está Barcelona, como dándoselas de autosuficientes con su retórica de boina y pedrusco, da la idea de hasta qué punto los que tiran del carro de la Humanidad son siempre los que tienen que aguantar los peores desprecios, sin que nunca llegue el agradecimiento, sin que nunca comparezca la ternura como muestra de gratitud para tan alto esfuerzo. Si a la vacación, denigrante como concepto, le añadimos el desplazamiento, nos damos cuenta de hasta qué punto es fundamental trabajar siempre, permanecer en la ciudad, resguardarse de la barbarie en el aire acondicionado, y relacionarse con el interior a golpe de órdenes precisas y claras, de granjas industrializadas, de fábricas y capataces. Asfalto, asfalto. Plantemos farolas y arranquemos árboles. Queremos cines, párquings y semáforos. Millones de frigorÃas, cámpings convertidos en parques temáticos, campos de trigo en bases militares americanas, queremos piscinas para todas las clases sociales. Cuanto más pobres, más trampolines; cuanto más ricas, que más se toque pie en todas partes. Los ricos siempre tocamos, y nunca nos tiramos de cabeza, que parecerÃamos esforzados. Queremos carteles que indiquen Barcelona en todos los pueblos y en todos los cruces y en todas las rotondas. Barcelona, Barcelona. Barcelona por todas partes. Barcelona como tratado moral, Barcelona como columna vertebral. Carteles contra el orgullo payés, carteles contra la periferia sublevada. Ciudad contra tanta pedanterÃa equivocada. Gasolineras siempre abiertas. Henchid la Tierra y sometedla. Otros temas Comentarios Salvador Sostres el 08 ago, 2015