NB: Una versión distinta de este artículo fue publicada anteriormente en El Economista con un título distinto.
Los chinos suelen utilizar una frase que podría ayudar a entender mejor su política hacia el gobierno del Talibán: “no podemos escoger a nuestros vecinos, pero sí, a nuestros amigos”.
China comenzó a diseñar su política exterior hacia Afganistán, a partir de la huida de Estados Unidos (EE. UU.) y de sus aliados de aquel país, en julio de 2021, abordando, en primer lugar, a los seis países que le son fronterizos, es decir, además de China, Irán, Pakistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán.
Para el gobierno chino, cualquier cosa que suceda en Afganistán tiene un impacto enorme en los países que lo rodean y, por ello, los tres objetivos chinos son colaborar en la consecución de la paz, de la estabilidad y del desarrollo afganos.
China es consciente de la complejidad de la crisis de afgana.
Para empezar, el gobierno afgano no ha sido reconocido como legítimo por la comunidad y por las organizaciones internacionales, ni por los gobiernos nacionales del mundo, sin importarles a éstas que el Talibán haya conseguido controlar con éxito el territorio del país al completo.
A pesar de que la guerra, que duró casi dos décadas, terminó, las actividades de grupos terroristas en y desde Afganistán continúan y se han intensificado.
Por último, los problemas humanitarios de la población afgana son monumentales, ya que millones de personas no tienen hogar, no tienen ropa y no tienen cómo alimentarse.
El reto número uno de China, en este contexto, es encontrar la forma práctica y eficaz de ayudar a Afganistán.
Con ese objetivo en mente, el gobierno chino ha escogido un rumbo diplomático hacia Afganistán de carácter pragmático porque cree que no existe una alternativa razonable, en estos momentos, al gobierno del Talibán.
Así, China persigue establecer lazos pragmáticos de conexión con el gobierno afgano como fórmula de contener la crisis de aquel país, aunque, todavía, no lo haya reconocido oficialmente.
El trabajo de China con los otros cinco vecinos fronterizos de Afganistán comenzó de inmediato.
En septiembre de 2021, semanas después de la toma del poder en Kabul por el Talibán, China organizó una reunión de ministros de Asuntos Exteriores de esos países, de la que Irán fue el anfitrión, que fue seguida por una segunda, con Pakistán como organizador.
En agosto de 2021, de forma simultánea a lo anterior, Pekín diseñó una segunda lista de seis países, en este caso, globales y no fronterizos con Afganistán, pero que han estado o están directamente involucrados e interesados en el futuro de esa nación, por diversos motivos y en momentos diferentes de la historia.
En este segundo grupo se encuentran Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos (EAU), India, Qatar, Rusia y Turquía.
Sobre estos pilares, China ha planeado los pasos futuros que piensa dar en relación con Afganistán.
Para empezar, los líderes chinos subrayan que la aproximación militar a la resolución de los problemas que Afganistán genera fracasó para EE. UU. y para sus socios de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Por lo tanto, China cree que la diplomacia debe reemplazar la intervención militar y aquella debe ser multilateral y ha de estar guiada por los vecinos y por las potencias globales directamente interesadas en el futuro de Afganistán.
De esta forma, en marzo de 2022, China organizó la tercera reunión de los ministros de Asuntos Exteriores de los seis países fronterizos con Afganistán y facilitó la asistencia de Rusia a la cuarta, en Samarcanda, Uzbekistán, en abril de 2023.
A ese encuentro, además, China invitó a Indonesia, que, en el pasado, ha realizado grandes contribuciones a la sociedad afgana, a Qatar, a Rusia y al embajador estadounidense ante Qatar, dado que, en estos momentos, es el responsable de los asuntos afganos dentro del departamento de Estado de EE. UU.
China logró que esta reunión vaya a tener continuidad y que, por lo tanto, haya quedado institucionalizada como parte de este proceso diplomático sobre Afganistán.
China ha conseguido oficializar las reuniones de los enviados especiales sobre Afganistán de sus seis países vecinos y fronterizos, que ya ha producido dos documentos como brújula del rumbo diplomático futuro, especialmente, el llamado “Iniciativa para la reconstrucción económica y para la cooperación pragmática sobre Afganistán”.
Para el gobierno chino, estos avances no son más que un punto de partida.
De hecho, China ya está trabajando en establecer mecanismos adicionales de diálogo sobre Afganistán entre Rusia, EE. UU. y la propia China y entre Rusia, EE. UU., China y Pakistán.
Por último, Pekín quiere incorporar los asuntos prioritarios sobre Afganistán a las reuniones que, desde hace años, vienen celebrando, anualmente, los ministros de Asuntos Exteriores de China, de Rusia y de la India.
China está asumiendo el liderazgo regional para resolver el problema de Afganistán, como lo ha hecho, con mucho éxito, para acercar a Arabia Saudí y a Irán, en el Próximo Oriente, gracias a su diplomacia pragmática, serena, tranquila y madura.
La Banda de los Cuatro estadounidenses -Biden, Blinken, Sullivan y Nuland- podrían observar y aprender, aunque no parece que estén capacitados para ello.
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