Israel, Hamas, Hezbollah e Irán, tras más de 200 días

NB: Este artículo es una versión distinta, con un título diferente, de la que fue publicada anteriormente en El Economista.

La estrategia de Israel en el sur sigue siendo la de destrozar al grupo terrorista Hamas en la Franja de Gaza.

En la actualidad, Hamas no cuenta con capacidad de infiltración suficiente como para repetir sus actos del pasado 7 de octubre.

Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) han acabado con el 80% de los combatientes de esa organización, estimados en torno a 30.000, y con 20 de los 24 batallones con los que contaba antes de aquella fecha.

Asimismo, la población israelí que vivía en los alrededores de los límites de la Franja antes del ataque de Hamas podría volver a sus casas, en teoría y si quisieran, porque la seguridad en esas zonas ha sido restaurada.

El foco operativo de las FDI en Gaza está puesto en estos momentos en Ráfah y en Jabalia.

Israel necesita bloquear la linde entre la Franja de Gaza y Egipto porque es la vía a través de la cual Hamas solía abastecerse de armas y de municiones y, para ello, Israel debe hacer frente al reto doble de controlar el llamado Corredor Filadelfia y el cruce de Ráfah.

Este objetivo es imposible de alcanzar si Israel no se garantiza una coordinación excelente con Egipto.

Hamas mantiene dentro de Ráfah la capacidad de atacar a Israel gracias a los últimos 4 batallones de los que dispone y que las FDI no han destruido todavía.

En Jabalia, al norte de Gaza, las FDI han tenido que ejecutar 5 ataques consecutivos de nivel de brigada para impedir que Hamas reviviera en esa zona y han conseguido desmembrarla como fuerza militar.

Sin embargo, sus militantes supervivientes han comenzado a operar como una guerrilla en medio de una insurrección, lo que era esperable.

Al norte de Israel la situación es más compleja.

La amenaza del grupo terrorista Hezbollah plantea retos estratégicos significativos a Israel, que no desaparecerán una vez que finalice la guerra en Gaza, e impide que la población israelí pueda volver a sus casas en el norte del país.

Hassan Nasrallah, líder de Hezbollah, desearía que la guerra en Gaza concluyera cuanto antes porque ha perdido una parte importante de su infraestructura militar en el sur del Líbano y ha sufrido la eliminación de 400 de sus operativos más importantes por los ataques de las FDI.

Asimismo, se está creando una fisura preocupante para Nasrallah entre los sentimientos de la población libanesa y los intereses de Hezbollah.

Hezbollah está encontrando dificultades crecientes para explicar a los libaneses que tienen que pagar un precio tan elevado, incluyendo el desplazamiento de más de 130.000 personas de las regiones al sur del Líbano, por solidaridad con los palestinos.

Nasrallah proclamaría la victoria de Hezbollah en sus escaramuzas contra Israel, si se pudiera concluir la guerra en Gaza cuanto antes, con el argumento de haber mantenido a decenas de miles de israelíes alejados de sus hogares en el norte de Israel durante casi un año.

El Estado de Israel debería abordar de forma adicional tres asuntos de gran importancia humana y estratégica.

El primero es conseguir el retorno de los secuestrados israelíes, los que queden vivos y los cuerpos de los que hayan fallecido, que aún se encuentran en manos de Hamas dentro de la Franja de Gaza.

Hamas ha mostrado una ausencia completa de humanidad sobre la suerte de estos ciudadanos israelíes, ya que los está usando como escudos humanos, especialmente, para sus líderes, y como herramientas de propaganda durante unas conversaciones con mediadores, que se alargan sin final a la vista.

Una entrega de todos ellos y de una sola vez podría ser la única opción de que se abriera la posibilidad a un acuerdo con Israel.

En segundo lugar, Israel no ha definido todavía su visión sobre el futuro de Gaza al finalizar el conflicto y quién se haría cargo de la responsabilidad de gestionar la Franja a partir del día después.

Por último, Israel tiene que abordar la cuestión iraní, sino es que ya la estuviera encarando.

El régimen de Teherán está persuadido de que se ha saltado las líneas rojas de las disuasiones estadounidense e israelí con su ataque a Israel, sin que haya sufrido represalias significativas por ello, y que, por tanto, podría volver a hacerlo cuando le conviniera.

Israel responderá a esta convicción iraní de haber logrado una victoria táctica.

Lo óptimo para Israel sería contar, para ello, con la ayuda de sus aliados regionales -Arabia Saudí o las monarquías del Golfo- y de sus socios internacionales -Estados Unidos (EE. UU.) y otros Estados en Europa-.

Israel estaría obligada a reestablecer una disuasión creíble y respetada por Irán, si esto no fuera posible, porque, si no, Teherán tendría el incentivo para acelerar su conversión en una potencia nuclear.