Salvador Sostres el 07 ene, 2017 El mayor enemigo del talento creativo no es la tiranía, ni la censura, ni la falta de libertad de expresión, ni competir contra genios mejores. Tampoco lo es la dificultad, ni el reto, ni siquiera que la meta no deje de moverse. El gran enemigo es la vulgaridad de los cargos intermedios, los que quieren escribir en tu página la página que solos no podrían escribir; la mediocridad cuando mina el terreno de prejuicios para que parezcan valores o principios. El mayor enemigo del progreso de la Humanidad es la estrechez de espíritu, la desmoralizante torpeza de los incapaces, la conjura de los necios, la siniestra maquinaria que desprecia el talento porque se siente insegura, pequeña, prescindible en su espejo. La dialéctica entre el poder y el genio es difícil pero finalmente posible y fértil si hay empeño e inteligencia, y no es una mala idea que el espíritu creativo tenga que dotarse de una estrategia para progresar, porque en esta dificultad crece y se estiliza, y aprende a prescindir de lo banal. Pero cualquier entendimiento es imposible con la mediocridad intermedia, con los que disfrazan de voluntad su resentimiento y a su fanatismo obstinado le llaman dedicación o esfuerzo. Nada puedes negociar porque todo se seca, porque nada se entiende, porque en cada destello de luz ellos ven lo que les hunde y creen que disimulan su agujero si a todos nos dejan a oscuras. Los mayores enemigos de los genios no son el hambre ni el frío, ni siquiera que cumplir con su cometido les exija entregar toda su vida. Los más eficaces tanques contra todas nuestras esperanzas son los que necesitan hundirte para que no destaques, a su lado, destruido; para que puedan hacerse los imprescindibles y soltar el discurso de que el talento en el fondo no tiene tanta importancia. Cuando ellos ganan, la Humanidad naufraga. Otros temas Comentarios Salvador Sostres el 07 ene, 2017