“Es que tu crees en todo el mundo”.
Dedicado a Guillem Tarrés, que me lo dijo.
Y es verdad que yo creo en casi todo el mundo y pienso que hay que dar una oportunidad individual, fundacional, a cualquier chico si quieres que aún la vida te sorprenda cuando no es tal como la esperabas. Existe la mediocridad pero es menos usual de lo que creemos. Existe en más medida la poca atención que prestamos, la poca fe, lo poco permeables que al final somos a la maravilla, la debilidad con que tantas veces preferimos nuestros prejuicios a nuestra esperanza.
Escribo lo que pienso pero me detengo con curiosidad y simpatía ante los que se cruzan en mi camino. A veces virtual, a veces físico. Van al descarte la mayoría, pero no porque yo no les haya atendido con la devoción y la inocencia de las veces en que conocí a mis mejores ídolos.
A veces escribiendo soy más duro pero yo creo en casi todo el mundo y he intentado escuchar casi todas las historias y casi todas me han conmovido. Luego no todos se han quedado, no todos se han adaptado a mí, o yo me he adaptado a ellos, porque la vida también es importante, que la vida fluya, que el instante se sujete al instinto y que el instinto favorezca el ritmo, la conversación, lo que hace que el cansancio se convierta en una música muy suave que tira de ti a través de la madrugada y aunque se te cierran los ojos no quieres ir a dormir.
Me interesan todas las historias aunque sólo sea un instante. A veces uno estuvo en mi casa muy tarde en la noche contándome algo y me lo viene a recordar pasados los años. Yo no lo recordaba, tal vez porque había bebido demasiado. Pero incluso en aquel estado escuché lo que me contó, y seguro que algo me interesó, aunque cuando él se marchara me durmiera muy profundo y al día siguiente todo se me borrara entre el intenso dolor de cabeza y ese vértigo estomacal que a veces confundimos con la angustia y en realidad no hay para tanto. Uno que se llama Pol le dijo hace unos días a un mi amigo que ahora tiene la edad que él entonces tuvo, que una noche a las tantas vino a hablar de poesía a mi casa y que algo le dije que hirió su sensibilidad izquierdista. En realidad lo que le dije hirió su vanidad, porque le hice ver que sus poemas -muchos de ellos de afectada preocupación social- eran malísimos. Lo que quiero decir es que entiendo que pueda estar ofendido por mi opinión sobre su obra, pero tendría que estar más agradecido porque me interesara por él, porque me pareciera valioso que escribiera poesía aunque fuera horrible, y atendiera sus explicaciones y esté de hecho dispuesto a volverlas a atender, y a leer sus nuevos poemas aunque me temo que no los habrá escrito y probablemente sea la mejor noticia para la Poesía.
He escrito mucho pero he escuchado más. He aprendido copiando. He vampirizado a casi todos los chicos de Barcelona que hoy tienen entre 20 y 30 años, y a los que todavía no he visto es porque me han faltado noches -de día se ve peor a través del cuello- o porque algunos están tan por debajo de mi radar que no es que renuncie a ellos pero me empieza a faltar pulmón para descender en apnea a recogerlos. Si no me interesara casi todo el mundo no podría haber escrito de casi todo. Si no sintiera un sincero afecto por lo que me cuentan, no habría podido acceder a lo que hay de esencial, de único en su historia. Luego suelto a los ejércitos contra cualquier sombra pero es sólo el fantasma reclamando su lugar cuando ya todo el mundo se ha marchado y ya no sabemos a qué más jugar, él y yo solos en el castillo.
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