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Blogs French 75 por Salvador Sostres

José Andrés

Salvador Sostres el

José Andrés, lo digo sólo para aclararlo, no ha sido nunca un chef del más mínimo interés. Es un oportunista, un hábil relaciones públicas, un buenista de vergüenza ajena, y nunca su cocina ha tenido ni la décima parte de la altura que el éxito de sus restaurantes. Ha rascado un poco de aquí y de allá, ha copiado todo lo que ha estado más o menos de moda, y gracias a su merodeo permanente y a no tener ningún escrúpulo para pasarse el día haciendo comedia, se ha hecho un nombre que es más propio de las páginas de sociedad que de la gastronomía.

Todo arte, por serio que sea, tiene a sus bufones, a sus bailarinas. Y tengo que decir que la faceta empresarial de José Andrés es admirable, porque las cifras ahí están y es mediocre despreciar a quien gana dinero. Al empresario José Andrés sólo cabe felicitarlo, porque ha tenido un gran instinto comercial y una intuición prodigiosa para adivinar a cada momento el siguiente paso de la corrección política y liderarlo aunque fuera contradictorio con el anterior o una inmensa tontería.

Sus restaurantes, tanto los caros como los baratos, han respondido siempre a esta metodología. Cuando ha ido de populachero ha sido grosero, yo diría que hasta soez, con una cocina basta, carísima por lo que ofrecía, y sin aportar nada más que altos -y encomiables- ingresos a su caja diaria. Cuando ha querido hacer restaurantes exclusivos de sólo seis plazas -no recuerdo si eran exactamente seis- ha recurrido a la misma fatuidad pero disfrazada de un refinamiento todavía más grotesco que su abierta vulgaridad.

Que el Gobierno le eligiera como chef estrella para la cumbre de la OTAN fue un muy meritorio acto de coherencia. Lo que es Pedro Sánchez a la política lo es José Andrés a la restauración. El mismo oportunismo, el mismo afán por la superficialidad y por el lugar común, y por supuesto el mismo alejamiento de cualquier compromiso con el talento y la verdad.

Algunos le consideran un gran embajador de la cocina española, y especialmente del tapeo, y es verdad que su Jaleo -uno de sus muchos restaurantes en los Estados Unidos- ha gozado siempre de un gran éxito y prestigio. Pero siempre entre gente que no sabe comer y en un país que nunca ha tenido buen gusto, ni una cocina nacional medio decente, ni ningún concepto gastronómico que no estuviera basado en las franquicias o las subsedes de grandes restaurantes creados en otros países, y en unos críticos gastronómicos snobs y redichos. Con mucho poder, eso sí, sobre todo el crítico del New York Times, pero con la fiabilidad de quien empezó a comer caliente hace dos días.

No es ninguna exageración decir que José Andrés es de muy largo el peor de los chefs españoles más conocidos; y que la cocina española, y sobre todo la de tapas, es mucho más interesante, culta y elevada que los montones de comida sin ningún sentido que este señor pone cada en circulación con el único objetivo -un objetivo muy noble, por cierto- de ganar dinero.

Si José Andrés es un embajador de la cocina española, los americanos han de pensar que somos un país de trogloditas y zafios, con un hambre todavía atroz, y que permanecemos sordos a los avances de la ciencia y de la higiene más elementales, cuando somos en realidad la primera potencia gastronómica del mundo en absolutamente todos los registros. Que Pedro Sánchez crea que con José Andrés mostramos algo valioso al mundo es un signo más de su ignorancia y de la profunda soledad de los grandes chefs españoles, algunos de ellos, los genios vivos más importantes de los que en este momento dispone la Humanidad. Francia supo entender a los maravillosos cocineros de su nouvelle cuisine, con todo su valor y toda su profundidad, creó guías de autoridad internacional para protegerlos, y les apoyó en su proyección mundial. Cuando por ejemplo Chirac le ofreció una cena a Bill Clinton le llevó a L’Ambroisie (Pacaud) y no a un peep show de modelos y futbolistas. Por todo ello, la cocina francesa tuvo una enorme repercusión internacional y económica, y sus cocineros un gran apoyo institucional que les permitió desarrollar su arte y ser un sector estratégico de la economía nacional.

En España, que desde Ferran Adrià hemos tenido unos cocineros de mucha más calidad y talento -que ya es decir- que aquellos ángeles franceses, la desatención y el desprecio del Gobierno y de las instituciones ha sido permanente, hiriente, y muy poco inteligente. Lo que podía haber sido -y todavía podría ser- uno de los más brillantes motores culturales y económicos del país, se tiene en vía muerta, y la iniciativa y valentía individuales les sirve a nuestros grandes chefs para salvar su negocio, y a veces con dificultades, pero solos no pueden crear ni el movimiento, ni la riqueza ni el poder que pudieron crear Robuchon, Ducasse, Passard, Senderens o el ya mencionado Bernard Pacaud, entre otros.

José Andrés, obviamente, pinche de Obama y hater de Trump, ha sido propuesto en alguna ocasión para Premio Nobel de la Paz, por la celeridad con que se ha puesto a cocinar solidariamente cada vez que cualquier desgracia se ha hecho trending topic mundial. Yo animo encarecidamente a la Academia a que inmediatamente le conceda el galardón, porque si no lo tiene Churchill y lo tienen Rigoberta Menchú y Yaser Arafat, José Andrés y sus croquetas han de encaramarse sin más dilación a tan distinguidos altares.

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