Pilar Rubio, que no sé quién es y cuando he leído su biografía en la Wikipedia he continuado sin saberlo, ha dicho que hay que desmitificar el tener que trabajar por Navidad. La turba enfurecida ha abierto su gran boca de miedo y asco.
Tiene razón esta señora y no la han linchado por la Navidad sino porque en España, por no hablar de Twitter, no gusta trabajar. Nunca. Y ya no digamos en Navidad. Las redes sociales, y sobre todo Twitter, son el cabo de la demagogia de los derechos. Todo lo merecen, los habitantes de la cloaca, todo les ha de ser dado. Cualquier insinuación de un deber es fascista.
Hay que trabajar cada día. Hay que trabajar siempre. Trabajar es el afán de los hombres libres. Trabajar nos da sentido y nos vertebra. Hay que expresarse a través del trabajo, cada uno tiene que buscar en su interior lo que más le explica, lo que mejor le define y pensar con qué trabajo podría darle forma. No hay que dramatizar el trabajo, hay que celebrarlo. El día de Navidad, María y José trabajaron para toda la Humanidad. También por Navidad los Reyes Magos se pusieron en marcha. El ángel de la anunciata trabajó por Navidad. Cenar o almorzar con tu familia es celebrar la Navidad. Trabajar es celebrarla aún más, y parecerse más ella. Mi abuela siempre trabajó por Navidad, y por Nochebuena.
Hay que trabajar, hay que crecer en tu cometido, tienes que proyectarte en lo que haces porque es como nos aferramos a nuestra humanidad para intentar aún salvarnos. No sé quién es Pilar Rubio, ni sé qué hace, pero ella ha ganado y los que han salido a cazarla son unos resentidos y unos perdedores; y lo son porque son unos vagos. Una siniestra panda de vagos. Son la truculenta romería de los derechos adquiridos y los días personales. No hay nada más personal que tu trabajo. El estrés es la enfermedad de la gente que no quiere trabajar.
La vida es una terrible epopeya trágica y estamos expuestos a un sinfín de calamidades que no podemos controlar. El trabajo, si lo hemos pensado bien, si lo hemos elegido con cuidado, si hemos aprendido a proyectarnos en él, es a lo que siempre podremos regresar, y tendremos algo que hacer hasta cuando el destino nos muela a palos.
Hay que mitificar la Navidad, claro: en esta parte del argumento, a la señora Rubio se le ha visto que la chabacanería no está sólo en su estética. Pero precisamente porque hay que mitificarla, y porque somos metáforas imperfectas del Belén, hay que trabajarla, y honrarla trabajando, tal como los padres de todo lo que somos trabajaron para nosotros y desde el portal más humilde fundaron nuestra era.
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