En la localidad madrileña de Galapagar hay una casa desde la que se transforma el universo de los objetos, donde estos empiezan a ser ideas para luego transformarse en representaciones poéticas que trasladan al observador a universos totalmente distintos cargados de pura poesía visual, aderezada con grandes figuras retóricas como la metáfora y la alegoría entre otras. Un arte que solo es capaz de crear el gran fotógrafo Chema Madoz (Madrid, 1958). Uno de los fotógrafos más relevantes de la escena artística española que cuenta con una gran proyección internacional. Su obra ha sido galardonada con el Premio PHotoEspaña en 1998, el Premio Nacional de Fotografía en el año 2000 y el Premio de Fotografía de la Comunidad de Madrid en 2012, entre otros. La trayectoria creativa de Madoz comienza en 1983, año en que realiza su primera muestra individual en la Real Sociedad Fotográfica de Madrid. Desde 1990 desarrolla su poética de objetos, una temática constante en su trabajo hasta la actualidad. Ha expuesto en grandes museos del planeta, desde el Reina Sofía hasta el Pompidou.
Todo comienza por una bandeja de horno abierta ante la que se sienta un niño de cuatro años, que le sirve como mesa y empieza a percatarse del inmenso potencial de los objetos. Pero su contacto real con la fotografía se produce a la edad de 20 años, al comprarse su primera cámara. Chema Madoz representa un universo de espectacular nitidez y exacta precisión. Hace más de un siglo Apollinaire hablaba de la absoluta necesidad de generar sorpresa por parte del arte. No solo sorpresa en los observadores, sino incluso en los propios artistas. Madoz inicia habitualmente su proceso de creación a partir de una idea determinada que irrumpe en su mente. En ese momento cuando se siente atraido por un objeto determinado y lo elige lo extrae de su entorno convirtiéndose así en un objeto diferenciador que cumple una función y tiene un significado muy diferente. El proceso de trabajo parte de bocetos realizados a lápiz, para así, el artista verá cómo quedará la obra terminada. Después se activa como escultor, en la que realiza el proceso constructivo de la obra, no dejando nada al azar. Todo está calculado y medido para lograr unos efectos determinados. Después los objetos construidos son expuestos a iluminación natural, para obtener determinados efectos de sombreado. Se le podría calificar como escultor si expusiese las obras que fotografía, pero siempre se ha negado ya que se considera fotógrafo y, por tanto, en esa etapa constructiva no considera que su obra haya finalizado. Falta lo esencial: la fotografía.
Emplea un objeto normal, un fotómetro para medir luz y un trípode, es decir, los elementos menos posibles, para sacar los mejores resultados. Desde el punto de vista estético las fotografías en blanco y negro ofrecen un tipo de imágenes más atractivas y sobre todo con una carga simbólica mucho más potente, ya que el color lo que hace es retrotraer a la realidad, mientras que el blanco y negro resulta atemporal y establece un digno distanciamiento. Otro factor determinante en la obra de Madoz es que sus imágenes muchas veces están cargadas de un componente onírico enfatizado por esa potencia del blanco y negro.
La obra de Madoz se asemeja en su mayoría a lo que decia Mallarmé cuando hablaba de que una obra poética nunca debe definir algo, sino tan solo evocarlo, con objeto de mantener viva la atención del lector. Con objeto de analizar e interpretar su obra, se la podría calificar por “temas”: las que aluden a mecanismos, libros, textos escritos, notas musicales, pentagramas y partituras, animales y plantas y a fragmentos de seres humanos, y a un amplio repertorio de elementos diversos. Desde mi humilde opinión, clasificar la obra de Chema Madoz no es algo que se pueda determinar, ya que creo que su obra forma parte de un todo muy completo que gira entorno al pensamiento y la cámara del artista.
Utiliza los objetos como palabras de un vocabulario visual que compone un lenguaje de carácter poético. Sus imágenes son aquellas que van buscando un conflicto con la imaginación del observador, pues solo la imaginación es capaz de hacernos crear lo que vemos. Busca la intención última de conseguir el retrato fotográfico de una idea. Trata de dejar la huella gráfica de un pensamiento, de una abstracción. Una vez ejecutado el trabajo, el resto es responsabilidad del observador. El momento crucial de toda propuesta artística es el momento de su recepción y aquí es donde la obra de Madoz adquiere su verdadera dimensión. Es una consolidación de la presencia de la palabra escrita en imágenes.
La exposición que se le dedica en Madrid en la Sala Alcalá 31, se centra en recorrer la producción más reciente del artista, una ocasión excepcional para ver sus obras realizadas entre los años 2008 y 2014 en las que ahonda y amplía las claves que han marcado su línea de investigación fotográfica. En esta selección los visitantes podrán ver cómo sus referentes e influencias se van abriendo a la presencia de la naturaleza, la aparición de la figura animal, la inclusión del dibujo como forma de representación o la introducción del texto como un vehículo natural de la imaginación. Todo ello además complementado de forma excepcional con el catálogo editado por la editorial La Fábrica.
Chema Madoz. Las reglas del juego. Hasta el 02.08.2015
Organiza: Consejería de Empleo, Turismo y Cultura de la Comunidad de Madrid // Sala Alcalá 31 // Calle Alcalá, 31. Madrid. Catálogo editado por La Fábrica.