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Blogs Fahrenheit 451 por Pablo Delgado

Retrato de un editor

Jean Echenoz rinde homenaje a esta editorial y a su figura principal y director: Jérôme Lindon

Retrato de un editor
Pablo Delgado el

El mundo de la edición es un mundo complicado y sacrificado. Un universo intelectual en el que confluyen varios oficios, y el de editor, junto al de escritor, son las piezas que empiezan toda una reacción en cadena para poder llegar a los lectores que esperan esos mundos creados o representados. El oficio de editor, al que se suele llegar a través de una vocación lectora, por el amor a los libros y por querer expresar y compartir dicho amor por aquello que le llena y satisface, es una figura que se encuentra dentro de un espectro empresarial, porque al fin y al cabo el mundo editorial está formado por una estructura empresarial que lleva centurias funcionando, y que a lo largo de las últimas décadas se han ido perfeccionando y creando grandes grupos empresariales y pequeñas editoriales, entorno a ese objeto y que significa tanto, que es el libro.

La edición siempre ha llevado, lleva y llevará grandes riesgos por el factor económico que lo rodea, y que en más de una ocasión se han derrochado grandes fortunas. Pero ¿por qué el papel del editor sigue atrayendo? La edición siempre ha sido una cuestión de prestigio cultural, un arte peligroso en el que el dinero es parte esencial, por lo que la forma es decisiva en la elección y secuencia de los títulos que se van a a publicar. Esa forma la proporcionan los textos, el diseño, la tipografía y el papel. La capacidad de dar a los libros una forma plural parte de un todo, es decir, como si fueran los capítulos de un libro. Pero sin olvidar que se debe llegar al público, porque el escritor necesita ser leído.

El verdadero editor es el que tiene la insolencia de pretender que, como principio general, ninguno de sus libros se le caiga de las manos al lector, ya sea por tedio o por un invencible sentimiento de extrañeza. El editor no es una casualidad sino una necesidad. A largo del tiempo han surgido figuras esenciales en la edición, de las que otros editores se han inspirado. Jérôme Lindon es una de esas figuras míticas del mundo de la edición. Se convirtió en director de Editions de Minuit en 1948, una pequeña editorial que mantuvo a lo largo de toda su vida. Descubridor de grandes nombres de la literatura moderna como los Premio Nobel Samuel Becket y Claude Simon, es gracias a él que surgirá el círculo de los Nuevos Novelistas, encarnado por figuras como Michel Butor, Alain Robbe-Grillet, Nathalie Sarraute y Marguerite Duras. Una figura imprescindible para entender la edición y la literatura francesas de la segunda mitad del siglo XX. Fue capaz de ir construyendo un imponente catálogo.

En 1981, Lindon fue una figura esencial en la defensa del precio único para el libro, defendió la Ley Lang. Ley que establece un precio fijo para los libros vendidos en Francia, limitando el descuento máximo que la librería puede hacer a sus clientes. La ley lleva el nombre de Jack Lang, el Ministro de Educación francés que lo promulgó y establece que: los editores marcan un precio para cada libro, que muestran en la parte trasera del mismo y las librerías tienen prohibido vender los libros con un descuento superior al 5% del precio del editor.

Todo comenzó en 1980, cuando Lindon desplegó un escenario catastrófico: si no se hacía nada, parte de las 4.000 librerías independientes en Francia desaparecerían, devoradas por la supremacía de supermercados. A su vez, las pequeñas editoriales desaparecerán también, al dejar de tener relevos para libros con ediciones modestas. Solo había una solución: imponer un precio único. En París, su Editions de Minuit se encontraba a tiro de piedra de la Fnac en la rue de Rennes, la primera en vender libros con un 20% de descuento. Un año después cerraron once librerías del barrio. El clima empeoró en 1979. Antes, el editor fijaba un «precio recomendado», mencionado en el libro, que el librero a menudo respetaba. Pero en febrero de 1979, un «decreto René Monory», que lleva el nombre del entonces ministro de Economía, cambió el juego: era el librero quien decidía el precio.

El más individualista de los editores franceses, defensor de un modelo de cultura opuesto a las fuertes tentaciones mercantilistas de los últimos decenios en los últimos años dio a conocer a una nueva generación de autores como Jean Echenoz (Orange, 1947), autor de novelas como El meridiano de Greenwich (Premio Fénéon), Cherokee (Premio Médicis), La aventura malaya, Lago (Premio Europa), Nosotros tres, Rubias peligrosas (Premio Novembre), Me voy (Premio Goncourt), Al piano, Ravel (premios Aristeion y Mauriac): CorrerRelámpagos, 14 (todas en Anagrama).

Figura eminentemente respetada en el panorama literario, su muerte en 2001 suscitó gran emoción en el oficio, como lo demuestra el libro en el que el propio Jean Echenoz rinde homenaje a esta editorial y su figura principal, y que Nórica Libros recupera, titulado Jérôme Lindon. El autor y su editor. Desde el estilo, elegante, preciso y sugerente de Echenoz, comparte esa relación entre uno y otro, establecidas a lo largo de veinte años. Relaciones nacidas a principios del año 1979, cuando el escritor, después de haber sufrido las negativas de todas las editoriales parisinas, ve su primera novela aceptada por el gran editor al que consideraba en un principio inalcanzable: «si ese editor pudiera ser Jérôme Lindon, estaría mejor aún, claro, pero no es cosa de andar soñando. Una editorial demasiado seria, demasiado austera y rigurosa, quintaesencia de la virtud literaria, demasiado para mí, ni siquiera merece la pena intentarlo. Así que le mando el manuscrito por correo a unos cuantos editores, que lo rechazan todos». Fue su primer y único editor literario en Francia.

El texto construido desde palabras, silencios, coincidencias y alejamientos, a cuales más sinceros, se le añaden la capacidad descriptiva de sentimientos, situaciones, y atmósferas que muestran un sentido homenaje, en un magnífico retrato de las letras, tierno, divertido, y muy respetuoso, que constituye una pieza fundamental en la reflexión sobre la naturaleza y las condiciones de dos oficios (el de editor y escritor) vocacionales pero sobre todo de los lazos, del amor-odio a veces inexplicable, que unen a un autor con su editor.

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