Émile Zola (1840-1902) el padre y el mayor representante del naturalismo escribió en 1880 Literatura y dinero (Trama editorial), un texto que podría pasar perfectamente por actual, de gran relevancia para todo aquello que envuelve al sector editorial en general y al perfil de escritor en particular. Es una aproximación y una ventana que dejó abierta el escritor francés con reflexiones y pensamientos que pretendían mostrar el complejo mundo de las relaciones entre la figura del escritor que empieza a serlo y se convierte en el, y sus circunstancias, entre la creación literaria y la economía, entre lo que se llega a llamar literatura y la industria editorial, y en definitiva, logra mostrar esa relación existente y de intereses creados entre la cultura y el dinero, compartiendo puntos y pensamientos en torno a la moral y la situación de los escritores en los últimos siglos.
Un escenario cargado de rotundidad y contundencia, tan característico del Zola más polémico. Ese Zola que no calla ante nada ni ante nadie y que escribe lo que piensa. Como si fuera una versión de su famoso J’acusse…! (papel muy relevante en la revisión del proceso de Alfred Dreyfus, que le costó el exilio de su país). Emanan creencias y experiencias sobre esa relación necesaria en definitiva que hay entre el escritor y el dinero, y que él entiende por equivocada y dañina.
Zola ofrece su versión de lo que es y debe ser un escritor, ese «erudito, ilustrado que precisa, por encima de todo, de ociosidad. Vive encerrado en una biblioteca, lejos del mundanal ruido, en dulce trato con las musas». Una versión un tanto utópica, ya que para que pueda realizar eso, el escritor necesita de un sustento económico para poder vivir. «El escritor construye frases como el pájaro trina, para su propio disfrute y el de los demás. Si no se le paga al ruiseñor, ¿por qué habría de pagársele a él? Con darle de comer es bastante. Todo el mundo parece de acuerdo en que el dinero es una cosa vulgar que resta dignidad al hecho literario; al menos, no se sabe de nadie que se haya hecho rico escribiendo». Claro, esto lo escribía en 1880. ¿Qué diría hoy Zola si hubiese conocido a Ken Follet o a J.K. Rowling, por ejemplo? Escritores que se han hecho millonarios por las ventas de sus libros y todas las acciones comerciales que les rodean. Serían «obreros», que se gana la vida como cualquier otro por medio de su trabajo.
Este borrador incompleto, al que califica el propio Zola, es un texto interesantísimo por ese estudio sobre la situación moral y material que hace de los escritores, buscando respuestas a preguntas como: ¿cuál era realmente su rango, su posición social?, ¿qué lugar ocupaban -los escritores- dentro de la nobleza y la burguesía?, o ¿cómo vivían, de qué dinero, en qué posición?
«Los grandes pagaban y los escritores se inclinaban (…) La obra literaria no puede dar de comer al autor, quien se convierte entonces en una rara avis de la que solo los reyes y los grandes señores pueden permitirse el lujo». Así es como ve Zola esa relación histórica de los escritores en los siglos XVII y XVIII, a la literatura como una pertenencia de los poderosos. Como marionetas y centros de ocio para aquellos que tenían dinero y poder, por lo que toda la vida intelectual se movía, por tanto, dentro del círculo restringido de las clases altas, en salones y academias, hasta que por fin llegó la revolución, borrando de un plumazo la jerarquía y los privilegios.
Llegó la alfabetización de gran parte de la población y se empezaron a producir y a leer más libros, por lo que la figura del escritor pudo librarse un poco de ese yugo de «bufón de corte», para poder pasar a ser independiente en lo relativo al dinero, y por lo tanto, a su supervivencia. En medio siglo, el libro, antes un objeto de lujo se convierte en un objeto de consumo vulgar. Muy caro en el pasado, hoy para todos los bolsillos. «A partir del momento en que el pueblo aprende a leer, y puede hacerlo por poco dinero, el comercio librero multiplica su negocio y el escritor puede vivir de su pluma sin mayores inconvenientes».
«La idea más noble que nos hacemos de un escritor es la de un hombre libre de todo compromiso, que no se siente obligado a adular a nadie, y cuya vida, talento y fama no las debe más que a sí mismo, un hombre que se consagra a su país sin esperar nada a cambio». «El dinero ha emancipado al escritor, ha creado la literatura moderna».
Literatura y dinero // Émile Zola // Trama editorial // 2020// 15 euros
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