Miguel Milá (Barcelona, 1931) es un clásico del diseño español. Pionero del diseño que comenzó en los años 50, década en la que estaba todo por hacer, sus trabajos se han caracterizado por su austeridad, pero por tener una funcionalidad esencial. Como bien dice «clásico es lo que no se puede mejorar», aunque con matices -pienso-, porque casi todo puede ser mejorable, o podrÃamos decir, perfeccionable.
Sus comienzos como interiorista en el Estudio de arquitectura de su hermano Alfonso y Federico Correa fue el inicio de un inventor de diseños. Un diseñador que se caracteriza por trabajar con autoencargos y que está en contacto permanente con los objetos. Doblar, pintar, romper, cortar, manipular, le llevaron a crear obras atemporales a través de la reducción de las soluciones a lo mÃnimo en todos sus diseños. Para Milá, diseñar es ordenar los elementos que componen un todo. Diseños que han estado ahà siempre sin pasar de moda, utilizando la fórmula adecuada en la creación de las formas funcionales.
Nacido en el seno de una familia aristocrática catalana muy relacionada con el mundo artÃstico (su tÃo Pedro Milá y Camps, encargó a Gaudà la célebre Casa Milá, conocida como La Pedrera) ante la escasez de objetos, medios y materias primas de la época en que comenzó, empezó a diseñar sus propios muebles y lámparas, que no tardará en producir a través de su empresa, Tramo (Tra-bajos Mo-lestos), surgiendo asà las versiones previas a las famosas lámparas TMC de 1958 y TMM de 1961, «clásicos del diseño» que continúan vendiéndose décadas después.
En edición de la periodista Anatxu Zabalbeascoa, el libro Miguel Milá. Lo esencial. El diseño y otras cosas de la vida (Lumen), describe al diseñador como «un creador poco fantasioso que siempre ha partido de la realidad. Ha sido sensible, razonable y hasta lógico. Jamás folclorista ni tradicionalista, ni caprichoso; ni mucho menos banal. Por eso es internacional y su aportación queda catalogada entre lo clásico: está fuera del tiempo. Sus diseños son de una modernidad serena y, como el diseño nórdico, cálidos y cómodos. Sin pretenderlo, sus lámparas y sus ingeniosos inventos envÃan un mensaje, austero, culto y ético». Diseñador de un universo propio que sin estridencias ni adornos nos muestra la esencia principal del diseño y la función que cumple en la sociedad.
«Diseñar es ordenar y el diseño consiste en cumplir una función manteniendo la emoción, la emoción estética. Todo lo que soluciona con belleza es un buen diseño. Lo que consigue estética sin función es otra cosa. En el diseño tiene que darse a la vez ambos: solución y belleza. No vale entorpecer con belleza. La belleza nace de la gracia, de evitar, precisamente, la torpeza», por lo que «el mejor diseño acompaña no molesta. (…) La búsqueda de la emoción estética en diseño solo es posible a partir de un objeto que funcione», dice Milá.
Un libro que nos acerca a la figura del diseñador, mostrando la faceta humana y profesional de alguien que se ha pasado la vida diseñando y viviendo. Aprendiendo -como él dice- de las personas que le rodeaban más que de los libros. Sus diseños siempre han partido de una necesidad, ya sea personal como profesional. Admirador del diseño nórdico, por su calidez y pragmatismo, ya que para el diseñador barcelonés son diseños que sirven para ese lema suyo de acompañar, y sobre todo, para hacer la vida más fácil y cómoda, no para alguien que se haga notar.
Milá se aleja del diseñador estrella, de ese diseñador que busca notoriedad más que ofrecer soluciones de diseño a los problemas o necesidades a los que se ha tenido que enfrentar, aportando una visión útil de diseño. «Diseñar es mirar con lupa para poder observar y entender», por lo tanto, para Milá esta premisa es esencial para que muchos diseños surjan «de la observación y de la casualidad, de no abandonarlos nunca y de pasarte la vida cuidándolos», pero para poder alcanzar ese estado de plenitud creativa, la base de un conocimiento, de un saber hacer, o de una cultura es primordial para poder llegar a la creación de formas.
El diseño, principalmente debe cumplir una función, ya sea comercial o social, pero al fin al cabo debe servir para un fin. No es lucimiento del diseñador, porque si no cumple la función para lo que ha sido encargado ese diseño, entonces ¿para qué sirve? Este concepto, Milá lo tenÃa muy claro: «el buen diseño no se nota, pero se agradece, porque mejora la vida de todos. La hace más cómoda. No la revoluciona. El mal diseñador prefiere lucirse a ser discretamente útil. (…) La mejor manera de proteger un diseño de la agresión es convirtiéndolo en algo querido, en un diseño amable, cercano, útil y necesario. (…) Creo que diseñar consiste en detectar e incorporar esos pequeños cambios al pensar en el usuario. Eso demuestra que una buena idea resiste adaptaciones y cambios de tamaño».
Otro elemento fundamental de su obra es el color, pero no porque sea algo que predomine, sino todo lo contrario, porque se convierte en elemento discreto, que hace prevalecer la forma sobre la vista, consiguiendo asà piezas equilibradas que se funden con su entorno de manera eficaz. «El color da fuerza, pero es un elemento que cambia con el tiempo, con la iluminación, con el acabado y con la compañÃa. Por eso es importante no decidirlo de manera irreflexiva y tener en cuenta que constituye uno de los elementos vivos, cambiantes, como los materiales nobles», apunta Milá.
Un libro, como el diseñador, esencial para entender el diseño de hoy, y el modo de vivir por y para el diseño, cumpliendo y mostrando, para lo que realmente debe servir la figura del diseñador, como creador de formas que hagan la vida más asequible a los ciudadanos. Un texto que se lee de un tirón, ya que parece que es el propio Milá el que está sentado delante de ti, relatando y compartiendo su memoria.
En 1987 fue reconocido con la primera edición del Premio Nacional de Diseño y en 2008 recibió el Compasso D’Oro como reconocimiento a su trayectoria profesional y su contribución a la difusión del diseño español en el extranjero, entre otros premios.
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