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Blogs Fahrenheit 451 por Pablo Delgado

El «horror» del papel en blanco

El «horror» del papel en blanco
Pablo Delgado el

Para escritores, artistas, diseñadores, ilustradores… hay un «horror» al que pueden llegar a enfrentarse a lo largo de su carrera profesional, y es la falta de ideas. El vacío creativo que pueden llegar a experimentar a la hora de enfrentarse ante un nuevo reto profesional o personal. Esto les puede llegar a generar una ansiedad creativa contraproducente, por lo que cuando suele surgir, tiene que apoyarse en elementos de su entorno, para así encontrar esa anhelada inspiración que les ayude a comenzar.

La inspiración como tal, no existe, esta hay que alimentarla, con trabajo, estudio y experiencias. La inspiración no suele surgir de la nada, siempre hay una base en nuestro cerebro que nos ayuda a conectar y a que salgan así nuevas ideas. Hay quien busca esa inspiración mirando a través de una ventana, en un paisaje o en un color, en el arte, en la literatura, en el cine, en el teatro; otros en la luz, en el rostro de la persona amada, en un viaje realizado, en la historia, etc.

La inspiración siempre te puede llegar en el momento más inesperado y de la forma más insospechada. Siempre ha sido una fuente de problemas para los artistas, pero también la mayor de las satisfacciones. Y por supuesto es la base de toda creación artística.

Sigmund Freud y otros psicólogos posteriores ubicaron a la inspiración en la psiquis interna del artista. La inspiración del artista era producto de un conflicto psicológico no resuelto o de un trauma de la niñez. Más aún, la inspiración podía originarse directamente en el subconsciente. Freud veía a los artistas como especiales, y con heridas profundas. Otra teoría, la de Carl Jung, la inspiración reiteraba indirectamente el otro lado de la noción romántica de la inspiración al sugerir que un artista es alguien que se ha conectado a algo impersonal, algo afuera de la experiencia individual: el artista de Jung con memoria racial es el más apto para sentir y expresar el conflicto entre la «sombra» primitiva y el ego civilizado y codificar el arquetipo de la mente humana. Por lo tanto, la inspiración proviene de una especie de genius. Para los antiguos los griegos, la inspiración suponía que el artista alcanza un estado de éxtasis o furor, un frenesí divino o locura artística. El artista es transportado más allá de su propia mente y recibe los pensamientos de los dioses.

En este viaje al más allá artístico, el ilustrador y autor de cómics David Rubín (Ourense, 1977) ha recuperado su Cuaderno de Tormentas (Astiberri), un título que habla por sí solo de un tormento creativo para buscar a las aclamadas musas que lleguen a inspirarle para encontrar así una historia que contar. La presente edición ampliada –tras una inicial publicada por Planeta en 2008, hace tiempo agotada–, cuenta con una ilustración de cubierta realizada para la ocasión por el propio ilustrador, una nueva rotulación y 21 páginas de extras. Esas páginas que complementan el cómic incluyen varias entregas que fueron la génesis de Cuaderno de tormentas, tal y como lo explica el propio autor gallego: «En 2006, una promotora musical me encargó que realizara una sección de cómic para su portal de internet y aterrizó en mi cabeza la idea de Ciudad Espanto –lugar que tímidamente se había mencionado con anterioridad en uno de los episodios que componen mi primera obra, El circo del desaliento– con el plan de conformar un mapa y un censo más o menos estructurado de esta ciudad que habitaba en mi cabeza y de sus habitantes».

Rubín es uno de los historietistas españoles más reconocidos en los últimos años en España (también internacionalmente) y con Cuaderno de tormentas. Crónicas de los deambulares por Ciudad Espanto nos muestra una metáfora sobre esa búsqueda de la inspiración, sobre el tortuoso camino que es la creación artística, y sobre lo peligrosa que puede ser la dependencia de las musas a la hora de encontrar historias. Al mismo tiempo, es un viaje por el mapa de la ciudad más terrible y a la vez fascinante del mundo, un flashback gigante que poco a poco irá desvelando unas claves para ver si es posible que el narrador pueda ejercer como tal.

Un viaje tortuoso mitológico, surrealista, metáforico y cargado de un gran significado artístico, en el que Rubín ha puesto su experiencia como creador, en un relato gráfico de corte gótico, que estremece a un lector que es transportado en un viaje alucinante a esa Ciudad Espanto, a sus entresijos, a los que acompaña al protagonista falto de inspiración y en búsqueda constante.

Un recuerdo al mito de Orfeo, al que los dioses aconsejaron que descendiera al inframundo en busca de su amada (en este caso la inspiración). Durante el camino en las profundidades del inframundo, Orfeo tuvo que sortear muchos peligros (como el protagonista de Cuaderno de Tormentas) y, llegado el momento, ablandó los corazones de Hades y Perséfone, que permitieron a Eurídice -la amada- que volviera con Orfeo al mundo de los vivos, pero con la condición de que él caminase delante de ella y no mirase atrás hasta que hubieran alcanzado el mundo superior y los rayos de sol bañasen a la mujer. A pesar de sus ansias, Orfeo no volvió la cabeza en todo el trayecto, llegando finalmente a la superficie. Entonces, ya por la desesperación, Orfeo volvió la cabeza para ver a su amada; pero ella todavía no había sido completamente bañada por el sol, y aún tenía un pie en el camino del inframundo, así que se desvaneció en el aire, y esa vez para siempre.

En definitiva, Cuaderno de Tormentas es un símil mitológico visual en toda regla, entre inspiración y Eurídice. Deslumbrante y estremecedor en los dibujos poéticos y reflexivos, acompañados por una magnífica estructura narrativa evocadora, produce una honda emoción inteligente sin necesidad de imponer una rígida lógica. Un inmenso canto a uno de los aspectos más altos de la condición humana, la creación. Rubín nos hace partícipes de una infinita admiración, compasión y respeto por aquello que está por llegar. Enseña a mirar el mundo creativo de otra manera, con criterios estéticos y narrativos con los que articula las secuencias de viñetas basados en la metáfora y el contrapunto de encuadres seguidos de primeros planos enfáticos que otorgan un especial protagonismo a los detalles insólitos.

Lo bueno de toda esta historia, es que está en manos de cada uno buscar y encontrar a las musas que le lleguen a inspirar, así como no perderlas. Rubín nos ha proporcionado una obra no convencional que atrapa al lector en su Ciudad Espanto.

Cuaderno de tormentas // David Rubín // Astiberri // 136 páginas. Color // 2018 // 15.00 euros

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