La fotografía como concepto, no es más que una operación de la inteligencia. La vivacidad, la intuición, la geometría, todo ello se cultiva a través de la mirada crítica y juiciosa que debe tener un fotógrafo que quiera transmitir, es un medio de interrogar al mundo y, al mismo tiempo, de interrogarse a uno mismo. La fotografía no es algo que se pueda calcular, no se va con una intención explícita, se tiene una intuición y más tarde se decide si eso se tiene en pie o no.
Una buena foto es cuestión de proporciones de relaciones entre el blanco y el negro, de contar y mostrar algo en un momento determinado de la realidad, de la que se extrae ese momento denominado por Henri Cartier-Bresson (1908-2004) el «instante decisivo». Testigo de las historias que atraen su ojo, para Cartier-Bresson el fotógrafo busca la geometría en la abstracción, la estructura le viene dada, y el realismo es la carne y la sangre que le dan la vida. No obstante, la fotografía jamás debe ser artificial. Hay que saber reconocer intuitivamente ambos elementos. La imagen es la proyección de la personalidad del fotógrafo. Es el testigo de lo efímero. Un fotógrafo no tiene que correr, sino caminar infatigablemente, entonces podrá captar lo que ofrecen las aceras, la esquina de la calle, en definitiva, la vida y recogerlo con su cámara.
«Observo, observo, observo. Comprendo a través de los ojos», escribió en 1963 Cartier-Bresson, definiéndose así como una persona que buscaba siempre lo visual, siendo la imagen como el lenguaje más utilizado a lo largo de su vida. Su gran pasión fue el disparo fotográfico, un dibujo acelerado, hecho de intuición y de reconocimiento de un orden plástico, fruto de haber frecuentado museos y galerías de pintura, de la lectura y de un deseo de ver mundo, se mezcla con su devoción por ese instante decisivo que le llevó siempre a poner al sujeto en primer plano, valiéndose por lo general por ese movimiento que se plasma en sus instantáneas. Su máxima del instante prohíbe cualquier intento de posado, siendo las formas las que componen la imagen correspondiendo a un juego de simetría, contrastes, reflejos y otros niveles y aspectos visuales, factores que equilibran un considerable juego de tensiones. La forma en la que el movimiento emana de una persona fotografiada se inscribe fuertemente en la imagen y nos invita a preguntarnos cómo continúa o se prolonga.
Nació en Chanteloup, Francia, en el seno de una familia acomodada que le inculcó el gusto por el arte. En los años que preceden a la Segunda Guerra Mundial, trabajó como reportero gráfico para varias revistas y periódicos y viajó por Europa, México y los Estados Unidos haciendo también algunas incursiones en el cine documental y de ficción. Durante la contienda bélica, fue hecho prisionero. A principios de la guerra, se alistó en el ejército y sirvió en la recién creada Unidad del Cine y Fotografía de la tercera armada.
En el cómic Cartier-Bresson, Alemania 1945 (Diábolo ediciones) se establece un metalenguaje excepcional al mostrar un diálogo entre dibujo y fotografía, representando parte de las instantáneas que tomó Cartier-Bresson durante ese año. Un cómic excepcional realizado por Jean-David Morvan (1969, Francia), y Sylvain Savoia (1969, Francia) que dan vida al fotógrafo, al que llamaban «Nenuco» durante su encierro en el Stalag V, del que posteriormente logrará huir para compartir su testimonio con el mundo.
Rememoran unos años de guerra que atestiguaron cómo el fotoperiodista humanista de los años 30 se convirtió en el gran artista del siglo XX que conocemos hoy en día. Retratan a un hombre en búsqueda constante del movimiento y que nos acercan la figura humana de un fotógrafo icónico y pionero que mostró, junto a Robert Capa, David (Chim) Seymour, Gerda Taro, el espíritu destructor de una época negra para Europa. En 1947 se trasladó a los Estados Unidos donde fundó, junto a los mencionados, más William Vandivert y George Rodger, la agencia cooperativa Magnum Photos. A partir de entonces viajaría por Europa, Oriente y la antigua URSS realizando reportajes para las grandes revistas internacionales. En 1966 abandonó Magnum y unos años después comenzó a centrarse en la pintura y el dibujo. En la década de 1980 llegaron las exposiciones retrospectivas y los premios internacionales.
El cómic se centra en ese año, partiendo desde la figura de un joven Cartier-Bresson, que el 22 de junio de 1940, tras la derrota, lo capturaron en Saint-Dié, en les Vosges. Poco antes pudo enterrar su cámara fotográfica en el patio de una granja y confió a su padre sus mejores negativos metidos en una caja de galletas. Al ser un simple cabo, se le trasladó a Alemania para trabajar. Tras dos tentativas de fuga, consiguió huir en 1943.
En 1945 regresó a Alemania para seguir de cerca la liberación de los prisioneros y ayudarlos a encontrar su lugar en la sociedad. Esto daría lugar a la película El regreso y a una serie de célebres fotografías en paralelo. De este viaje destaca una de sus instantáneas tomadas en el campo de concentración de Dachau (portada del cómic), en la que se ve a una mujer que increpa violentamente a otra en mitad del gentío. Una foto que apela a la atención del espectador y le suscita sentimientos encontrados: la violencia de un instante en el que una antigua prisionera reconoce y acusa a la persona que la denunció a la Gestapo, la libertad recobrada y la subversión de la justicia y del derecho. Una fotografía hábilmente estudiada pese a haberse compuesto en un instante, sin encuadrar.
«Cartier-Bresson posee la asombrosa capacidad de sintetizar a simple vista las situaciones que capta su objetivo en su momento álgido de intensidad, desplazando así la armonía clásica de la forma de la imagen a favor del movimiento y la expresión» (Beaumont Newhall). Le encantaba al fotógrafo perderse entre la multitud y realizar gran número de fotografías seguidas, para así, encontrar ese momento decisivo, un verdadero desafío contra el azar en favor de su capacidad y experiencia intuitiva para sintetizar y saber apretar el botón en el momento de gran emoción en la estructura geométrica fija de la imagen.
Un cómic que rinde un homenaje merecido a una figura icónica que suscita una reflexión sobre el arte, la libertad y la realidad de un momento. Representado de una forma clara y concisa, heredera de toda una tradición de representación visual, debe medirse por unos valores culturales o ideológicos como la verdad, la memoria y la identidad. Un dibujo que muestra una ficción como soporte, pero que da vida a una realidad pasada, en un tapiz que va hilándose de forma visual, a partir de reconstrucciones y flashes que van hacia delante y hacia atrás, y que dibujan un mapa vital lleno de lugares, desventuras, tropiezos, en el que se entremezclan, dibujo, fotografía y el poder de las imágenes captadas por la cámara fotográfica y su dueño.
Las noventa páginas de novela gráfica se complementan con un portafolio de fotografías de Henri Cartier-Bresson y una crónica escrita por Thomas Tode, cineasta documental e investigador. En colaboración con la Fundación Henri Cartier-Bresson y la agencia Magnum Photos.
Cartier-Bresson, Alemania 1945 // Morvan y Savoia // Diábolo ediciones // 2018 // 19,95 euros
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