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Blogs Fahrenheit 451 por Pablo Delgado

Entrevista a Didac Aparicio, editorial Contra

Literatura deportiva, musical y cinéfila que se sale del ámbito banal y encuentra su hueco en la intelectualidad

Entrevista a Didac Aparicio, editorial Contra
Pablo Delgado el

El mundo editorial no se copa exclusivamente de títulos relacionados con la ficción y con esos autores de renombre que los lectores buscan, y a veces encuentran casi sin querer. Existen obras de otros géneros que tienen, si no la misma calidad, incluso en algunos caso superior. Como el caso de la editorial Contra, que edita títulos de calidad relacionados con la cultura popular con un diseño personal y de máxima calidad en los terrenos de la música, el deporte y el cine.

Sabes que si eliges títulos de Contra te vas a encontrar con la calidad y el rigor de los textos tanto en las traducciones como en los autores nacionales. Uno de sus principales valedores y propietario es Didac Aparicio, que transmite el amor por los libros y por aportar su granito de arena a la cultura actual. Por lo que hablar de Contra es hablar de un tipo de literatura deportiva, musical y de cine, que se sale del ámbito banal y encuentra su hueco en la intelectualidad, desde el buen hacer de la edición de calidad.

En 2011 fundaron la editorial Contra ¿qué les llevó a lanzarse a crear esta iniciativa editorial en plena crisis?, y ¿por qué sobre deporte, cine y música?
Era el momento adecuado para hacerlo. Personalmente, había acabado mi anterior etapa profesional —como responsable del sello de DVD Intermedio—, por hartazgo y agotamiento, y tenía ganas de hacer tabula rasa, empezar de nuevo, de cero, cosa que siempre es estimulante. Al principio, dejamos que fueran el instinto y la pasión los que nos marcaran el camino, que surgió de manera totalmente espontánea, y no como respuesta a un supuesto plan maestro que pudiera llenar un vacío en tal o cual nicho de mercado. Fue ante todo las ganas de empezar un proyecto que tuviera que ver con los libros. Se lo debemos todo a Jordi Raventós, que hizo posible que dos incautos con ínfulas de editores y en plena crisis empezaran a publicar libros. Comenzamos con la música porque es lo que a mí me apetecía hacer, y Eduard Sancho, también editor en Contra, quería publicar libros en la esfera de lo deportivo que no se habían traducido. De todos modos, creo que la etiqueta «libros de música» o «libros de deporte» puede resultar un tanto reduccionista o banal. Ante todo queríamos —queremos— publicar buena literatura, en el género que sea; libros que nos conmuevan, y poder compartir esta «conmoción» con otros lectores: la sensación de euforia que sentimos cuando leemos un libro que nos parece increíblemente bueno; cierta incredulidad al no entender del todo bien por qué este libro no está traducido a nuestro idioma; o bien, en los libros cuyo origen no es una traducción: «No existe un libro sobre este tema, ¿por qué no invitamos a [nombre del autor] a que lo escriba?» Este es el impulso.

Me imagino que ya le habrán preguntado en muchas ocasiones el porqué de ese nombre…
Fue fruto de una tormenta de ideas, una tarde, en la mesa de un bar (sin alcohol, creo)… No hay ninguna intención especial detrás. No lo entendemos como ir «contra» nada… Creemos que funciona bien como puro significante.

¿Qué es la edición para usted?
Dar forma precisa y perdurable a un texto.

¿Y un editor?
Alguien que trata de conferir precisión, rigor y perdurabilidad a los textos que decide publicar. Me gusta poner el ejemplo de las matronas, las que acompañan a las madres en los partos. Me gusta pensar que hacemos eso: ayudar a los autores —o a los traductores— a alumbrar sus proyectos y, en la medida de lo posible, a hacerlos mejores (bueno, eso las matronas no lo hacen…)

¿Qué debe aportar una editorial como Contra al lector?
Lecturas inolvidables y, si abordamos un tema en concreto, tratar de que sea, si no el libro definitivo sobre el tema, sí uno importante y trascendental.

Desde su creación ¿cómo ha evolucionado la editorial hasta hoy?
Hemos incorporado otros géneros, como la ficción, y, en el terreno de la no ficción, títulos no necesariamente ligados a la música o el deporte. Estamos orgullosos, sobre todo, de los libros que hemos motivado desde la editorial.

 

«La etiqueta libros de música o libros de deporte puede resultar un tanto reduccionista o banal»

 

Van camino de cumplir su primera década, ¿qué expectativas editoriales tienen a corto y medio plazo?
Seguir publicando buenos libros, por supuesto, y tratar de mejorar nuestra distribución en Latinoamérica, que no es todo lo buena que desearíamos. Nos gustaría publicar libros de otros géneros, explorar otros territorios… Y publicar a más mujeres, porque Contra ahora mismo es un «campo de nabos», cosa que queremos remediar.

¿Qué es lo más importante para un editor?
Para mí, el tener la oportunidad de publicar un libro que pueda explicar mejor el mundo en el que vivimos, sea desde el ámbito que sea.

¿Qué fronteras nunca debe traspasar un editor?
No se me ocurren fronteras que no deban/puedan traspasarse.

Entre los distintos criterios que pueden emplearse para evaluar el rendimiento de las editoriales (pervivencia, calidad editorial, producción, especialización, visibilidad, reputación e impacto científico) ¿Qué criterio de estos prevalece más en la editorial?
En nuestro caso, quizá, sería la originalidad.

Su catálogo se centra principalmente en textos traducidos de temática especializada en cine, música y deporte ¿Cómo hace esa selección de títulos?, ¿cómo afrontan el momento de enfrentarse a los originales?
No solamente… Desde hace unos años, publicamos también narrativa, principalmente anglosajona, y otros géneros de cultura popular, no necesariamente musicales o deportivos, por ejemplo Helter Skelter o El algoritmo del amor. Con respecto a la selección, procuramos leer y explorar —hacer arqueología— y no solo prestar atención a las novedades que nos proporcionan los agentes literarios —que es una cantera obvia—. Hay una fuente inagotable en los libros o autores del pasado que no se han traducido y que nos parece importante rescatar / revelar. Y, por supuesto, en Contra generamos proyectos propios, que es el terreno que más interesante nos parece cultivar. Así, hemos promovido títulos como Pequeño circo, con Nando Cruz, ¡Bacalao!, con Luis Costa, o 11 ciudades, con Axel Torres, por citar solo tres… Me parece vital que una editorial publique libros que no existen, no solo limitarse a traducir; libros que, si no los publicáramos, no existirían, y que amplían el conocimiento sobre un terreno en concreto, por lo general poco explorado. Con respecto a los originales, suelo trabajarlos bastante, siempre en complicidad con el autor. Dedicamos mucho tiempo a tratar que la forma final del libro sea lo más perfecta y rigurosa posible.

Por lo tanto, la traducción es esencial en la editorial. Muchos grandes escritores fueron traductores, hecho que suele pasar desapercibido para el gran público. ¿Se le debería dar mayor relevancia a la figura del traductor?
Sin duda. En Contra le dedicamos mucho tiempo a trabajar con el traductor, en un diálogo de ida y vuelta con Words con control de cambios que puede llegar hasta lo obsesivo y demencial…

¿En el caso de autores actuales, cómo debe ser la relación entre editor y autor?
Procuramos volcarnos en los trabajos de los autores para, con el máximo rigor y respeto, tratar de que la obra publicada tenga la mejor forma posible. De allí que nos parezca imprescindible trabajar con autores con los que nos sintamos próximos, y de hecho muchos son amigos, o lo han acabado siendo en el proceso de creación del libro.

El editor independiente ¿lo tiene cada vez más difícil ante los grandes grupos editoriales?
No creo. Creo que, de hecho, los que lo tienen cada vez más difícil son los grandes grupos editoriales.

¿Qué opinión tiene del diseño editorial? ¿Cree que es parte importante en una colección para que el lector se decante finalmente por su compra?
El tema del diseño de colecciones, o un diseño reconocible y seriado, es un tema que desde el principio desestimamos. Preferimos que sea cada libro el que encuentre su diseño que no hacer encajar un libro en un diseño predeterminado, lo cual siempre me ha parecido algo forzado. Privilegiamos, pues, que cada libro tenga una forma idónea; por ello ninguno de nuestros libros —salvo contadas excepciones— se parece. Partimos de cero con cada título, que debe encontrar su mejor forma, tamaño, formato, etc…

 

«Hay una fuente inagotable en los libros o autores del pasado que no se han traducido y que nos parece importante rescatar / revelar»

 

Cuando entramos en una librería las mesas están repletas de novedades.  ¿Hay demasiados títulos editados y se va más a la cantidad que a la calidad?
Podría ser que el sector editorial fuera donde exista una mayor desigualdad entre producción y demanda. No se me ocurre otro sector donde haya una mayor sobreproducción. ¿Por qué publicamos tantos libros si apenas se lee o en todo caso se lee mucho menos de lo que sería necesario como para absorber la descomunal producción anual de novedades? Sospecho que son más los libros que acaban convertidos en pulpa por no haberse vendido que los yogures que van a la basura por caducados.

¿El libro tal como lo conocemos hoy perdurará?
Sin duda. O, en todo caso, nosotros seguiremos motivándolos.

¿Y el deporte?, ¿se puede transmitir cultura a través de el?
Si no se puede transmitir cultura a través de un libro que gire en torno al deporte, no es un libro que podríamos publicar nosotros. De hecho, nos gustan los libros que tienen el deporte —o  la música, o el tema que sea— como punto de partida, y que expliquen una realidad que trascienda los límites que los géneros —«literatura deportiva» / «literatura musical»— quieren imponerle. Decir «publicamos libros de música y deporte», cosa que decimos a veces, no creo que haga justicia a nuestro trabajo y lo que pretendemos como editorial.

 

«Preferimos que sea cada libro el que encuentre su diseño»

 

Para terminar, ¿se acuerda del primer libro que publicó? ¿Qué recuerdos tiene de el?
Y tanto. Pink Moon. Me pasé todo un verano traduciendo las canciones de Nick Drake —y, además, ¡respetando las rimas!—. Fue el primer libro, y eso nunca se olvida. Se mimó hasta lo indecente. Por supuesto, no funcionó del todo bien comercialmente, pero da igual, quedó un libro precioso. Incluso me atrevería a decir que es el más bonito y original que hemos publicado. Pero eso es como hablar mejor de un hijo que de otro. Mejor no decir nada. No he dicho nada…

Y ¿qué  tres libros de su catálogo recomendaría leer sin falta?
Energy Flash, de Simon Reynolds. No creo que haya leído mucho ensayos —no importa el género— tan originales, vívidos, trepidantes e intelectualmente provocadores.
El hombre que estuvo allí, de George Plimpton. Un autor fundamental y prácticamente inédito en castellano del llamado Nuevo Periodismo que, por su forma de abordar sus artículos y su estilo y clase, está por lo menos a la altura de sus famosos coetáneos, Tom Wolfe, Truman Capote o Norman Mailer.
La chica de California y otros relatos, de John O’Hara. Otro autor cuyo trabajo en el género breve no se había publicado en castellano y que me parece fundamental en la historia del relato norteamericano, pues preconiza muchas cosas. Tiene alguno de los mejores relatos que he leído jamás.

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