El Gran Gatsby de Francis Scott Fitzgerald es una de las mejores novelas del siglo XX. Una novela muy literaria en la que la irrealidad es algo así como una enfermedad o un vicio compartido por muchos de sus protagonistas. El libro habla de los sueños, de los posibles peligros que estos conllevan, de los deseos cumplidos en un mundo superficial en el que priman el lujo y los excesos del sueño americano, y habla también de la condición de la mujer y de su posición.
Se publicó en 1925 y en principio no tuvo mucho éxito, ni de crítica ni de ventas. De hecho, Fitzgerald murió en 1940 creyendo que su obra quedaría en el olvido. Pero ocurrió al contrario, se convirtió en uno de los grandes imprescindibles de la literatura contemporánea pasando a ser una novela más que inolvidable. La cual, ha tenido varias adaptaciones a lo largo de los años como al cine, y en el caso que nos lleva al cómic.
La novela original está escrita con un estilo muy preciso y tiene unos diálogos maravillosos, y en la adaptación al cómic realizada por Ted Adams y Jorge Coelho, el estilo de Fitzgerald perdura, salvando las distancias claro está. Los autores consiguen crear ese aroma de los años 20 en cada una de sus páginas y en cada una de sus viñetas. Describiendo y adaptando los diálogos del autor norteamericano de forma elegante y precisa acompañado por un estilo de dibujo realista y con tonos psicodélicos que casan a la perfección con la obra en su totalidad.
El gran Gatsby (Planeta cómic) es un cómic que transmite esa elegancia del lujo y los excesos de las fiestas de Gastby con la otra cara de la moneda de la pobreza y la recesión que sufren muchas personas reflejado en el propio narrador Nick Carraway, que busca cambiar su suerte. Narrada en primera persona por el propio Carraway, un hombre joven, una buena persona. Aunque Nick viene de una familia del medioeste norteamericano, decide ir a Nueva York a trabajar, vendiendo bonos.
«Encuentra una casa con paredes de cartón y deteriorada por la intemperie por 80 dólares en las afueras en dos extraños accidentes geográficos que son como dos huevos separados por una bahía en el estrecho de Long Island. La casa está en West Eke, el menos elegante de los dos. Y al lado hay una construcción colosal con una torre, con una piscina de mármol y con 20 hectáreas de jardines y zonas de césped. Es la mansión de Gatsby. Al otro lado de la bahía está el elegante Estek, donde viven Tom Buchanan y su mujer, Daisy, una prima lejana de Nick. Tom había sido jugador de fútbol americano de éxito en jail».
La novela, escrita en los años posteriores a la Primera Guerra Mundial representa perfectamente ese tiempo. Un mundo fastuoso en el que coexistían el arte y el mal gusto, el honesto empresario y el rufián, el desenfreno y la arrolladora abundancia de una sociedad que, sin embargo, se hallaba al borde del abismo. Los locos años 20, la era del jazz y de la ley seca. Un mundo frágil y engañoso. La nueva clase que surgió en esos momentos se entregó al materialismo, traicionando los ideales por los que se había luchado en la guerra.
El cómic respeta la estructura peculiar de la obra original, en la que hay continuidad y coherencia narrativa, a base de superponer distintos planos argumentales. Todo organizado bajo la mirada de Nick. Llegas a sentir el calor pegajoso, la tensión. Parece que todo queda inacabado, que la realidad está hecha de imágenes superpuestas, que se contradicen o matizan unas a otras, de modo que nada en ella parece totalmente cierto ni definitivamente falso. Pero es esta estructura fragmentaria lo que hace que la obra tenga ese ritmo, esa precisión.
«Según Hemingway, Francis Scott Fitzgerald vivió fascinado por los ricos, a quienes traía distintos de los demás seres humanos. El mismo Fitzgerald dijo, es lo que siempre fui, un joven pobre en una ciudad rica, un joven pobre en una escuela de ricos, un muchacho pobre en un club de estudiantes ricos en Princeton. Nunca pude perdonarles a los ricos el ser ricos, lo que ha ensombrecido mi vida y todas mis obras. Todo el sentido de Gatsby es la injusticia que impide a un joven pobre casarse con una muchacha que tiene dinero. Este tema se repite en mi obra porque yo lo viví».
Pero. ¿quién era Gatsby en realidad? Su nombre era James Gats, de Dakota del Norte. «Fitzgerald parece mostrarnos los personajes, pero en realidad nunca termina de revelarnos nada acerca de ellos. Ese Gatsby a quien conoceremos mejor, porque es él el que va contando su historia poco a poco, desde lo que oculta hasta lo que se termina descubriendo. Porque del resto de personajes apenas tenemos algunos datos sobre quienes son, de dónde han venido, qué hacen, pero siempre parece algo artificial, como una máscara».
Se ve mejor que en ningún otro sitio, cómo el deseo y la imaginación de Gatsby ponen en entredicho el mundo real. Como al Quijote, las novelas de caballerías. A Gatsby son Daisy y su mundo de gente rica, lo que le hace concebir un mundo sustituto del real. Una realidad de pura fantasía que luego intentará encarnar en la vida. La vida soñada con la vida vivida, algo que lo incorpora a un ilustre linaje literario y lo convierte en suma y cifra de lo que es la ficción. Huyendo de la realidad hacia un lugar aparte, hecho de fantasía, y tratando de sustituir la auténtica vida por ese hechizo privado, Jay Gatsby no es un hombre de carne y hueso, sino literatura pura.