La arquitectura forma parte de nuestras vidas. El arte de proyectar y construir edificios ha sido -y lo seguirá siendo- esencial en la vida de toda civilización. Desde tiempos inmemoriales el ser humano ha necesitado un lugar dónde habitar, ya sea en una cueva o en un piso de 30 metros cuadrados o en la mansión más lujosa. Por ello, la arquitectura es una parte vital de nuestra existencia. Como decía Le Corbusier la casa es una «máquina de habitar», y para construir esas «máquinas» los arquitectos son la figura principal. Ellos son los encargados de moldear nuestras vidas, de dar forma a un paisaje natural que van adulterando según las circunstancias.
Toda nuestra vida se desarrolla alrededor y dentro de unos edificios que van cumpliendo sus funciones para las que han sido creadas, desde habitarlos hasta solo visitarlos, e incluso como lugar de trabajo diario. Por esto, la figura del arquitecto es esencial, porque será el principal responsable de hacernos la vida más fácil o un poco más complicada, porque su forma de trabajar y pensar quedará proyectada en esos proyectos arquitectónicos que podrán hacer sentir a aquellos que los deban disfrutar un lugar agradable o la peor pesadilla que puedan tener.
A su vez, la arquitectura proyecta un carácter simbólico sobre los espacios en los que se levanta. Llega a ser icónica y representativa de lugares que por motivo del alzamiento de un determinado edificio, toma un matiz diferenciador en la ciudad y que lo llega a hacer único y única. De esta manera y como elementos simbólicos y singulares, se encuentran dos factores: la arquitectura en sí misma y el arquitecto como figura ejecutora de un plan de transformación paisajística.
Sin lugar a dudas, la arquitectura y su contexto deben ser estudiados, ya que es un legado que civilización tras civilización va quedando. Para ello surgen publicaciones que hacen una parada en el camino, convirtiéndose así en esenciales para el entendimiento del mundo que nos rodea y de su significado, tanto de la arquitectura y como de los arquitectos que forman parte de ella y que moldean a su gusto para cumplir así una función pragmática y esencial para el ser humano, la habitabilidad.
En esta pléyade de escritos arquitectónicos se suma La edad del espectáculo + Tiempo de incertidumbre, del Arquitecto, Catedrático y Director de la Revista AV/Arquitectura Viva Luis Fernández-Galiano. Unos textos agrupados bajo el nombre genérico Años alejandrinos, «que evocan a la vez su extensión cronológica y su carácter de crónica, los volúmenes procuran registrar las vicisitudes de la arquitectura en un periodo que se sitúa como charnela entre los siglos XX y XXI. Autores y obras se presentan en el contexto político, económico y social que les sirve de marco, y cuyas mudanzas reflejan o resisten con sus ideas y sus formas», afirma el propio autor en us introducción.
Son un relato de carácter fragmentado de 256 artículos que en su día publicó Fernández-Galiano en su columna de arquitectura de el diario El País, en las que cuenta las vicisitudes pasadas por España y también por el mundo durante un tiempo de transición en el que el año 2001 marcó un antes y un después en un mundo cada vez más globalizado e industrializado. «Un mundo creciente urbanizado que se acelera y desordena, en el que los arquitectos discuten los problemas de las grandes escalas, contemplan las ciudades reducidas a infraestructuras, redes de transporte e iconos de identificación, y dudan entre el repliegue a una nueva simplicidad o la definición de su trabajo sobre los dos grandes polos que articulan el espacio contemporáneo: el movimiento y la imagen. Las metrópolis del globo se describen ya sólo con su aeropuerto y su museo, y ese enjambre reductivo cubre con su red ganglionar un planeta todavía azul, pero ya seguramente inabarcable, sin duda incomprensible, y acaso incontrolable».
A lo largo de sus 1.000 páginas (edición bilingüe) la recorren obras características de su tiempo y arquitectos como Rafael Moneo, Santiago Calatrava, Norman Foster, Frank Ghery, Alvar Aalto, Le Corbusier, Mies Van Der Rohe, Walter Gropius, Miguel Fisac, Rea Koolhas, Álvaro Siza, Eero Saarinen, Herzog & De Meuron y muchos más que han aportado su transformación del mundo, a través de una autenticidad como garantía de que un objeto realmente es lo que pretende ser. A través de un deseo auténtico que lo podemos entender como algo natural, un objeto natural que no estará determinado por el hecho de gustar o seducir, sino de que responda a las cuestiones de tipo práctico que se plantean, ofreciendo una solución útil y estética.
La arquitectura moderna se ha convertido cada vez más en crear experiencias, perdiendo algo de esa esencia pragmática de la que no hay duda de que la arquitectura empieza con una exploración sistemática de las necesidades prácticas, de cómo se relaciona con el ser humano y con los objetos. Esos sí, da una forma visual muy atractiva, que representa el signo abstracto de un paisaje urbano importante que sirve a su vez como elemento plástico.
Las palabras de Fernández-Galiano reunidas en estos dos volúmenes, en una edición muy cuidada, son un enorme y constructivo recorrido por la arquitectura interrelacionándose con los demás factores culturales y sociales al que el ser humano puede acceder. Un hito veloz y atento de la reflexión, el estudio y la crítica de la arquitectura y sus arquitectos, de cómo esos arquitectos estrella intervienen, algunos desde su ego, para lograr visibilidad y cómo inocularse en la circulación sanguínea de una cultura y su sociedad. Palabras que funcionan a modo de antología visual de parte de esos elementos transformadores de paisajes a los que el autor nos acerca, nos dá a conocer su punto de vista, y sobre todo, nos ayuda a entender mejor a los autores de la arquitectura, así como a ésta también. Por tanto, desde una prosa metafórica y descriptiva estos escritos -muy recomendables- nos llevan a comprender y mirar de otra forma esos edificios a los que estamos acostumbrados a ver, y sobre todo, para intentar entender a aquellas personas que han estado detrás de ellos.
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