De la acción y el efecto de hablar familiarmente una o varias personas con otra u otras, ya sea en una habitación, en el parque, en la piscina o en la parada del autobus, pueden salir reflexiones, teorías y formas de pensar que pueden llegar a cambiar a esas personas que están llevando a cabo esa acción y efecto llamado conversación. Siempre se dice que hay que escuchar a los más sabios, desde generaciones anteriores se muestra respeto por aquellas personas que gozan de un conocimiento y sobre todo, que es capaz de transmitirlo a sus iguales. Una transmisión de conocimiento que puede ser a través de la enseñanza, la letra impresa, o por medio de la mencionada conversación.
Además, gracias a que algunas de esas conversaciones se han mantenido en la memoria colectiva mediante la grabación sonora, audiovisual o a través de la impresión en el papel de las palabras. El interlocutor es preguntado por un agente externo que intenta “exprimirle” al máximo, para sacar todo el jugo de su pensamiento y forma de trabajar. Este es el caso de la pequeña, pero no menos interesante, recopilación de tres entrevistas al arquitecto alemán Ludwig Mies van der Rohe (Alemania, 1886 – Estados Unidos, 1969). “Conversaciones con Mies van der Rohe. Certezas americanas” (Gustavo Gili) recopila conversaciones mantenidas entre 1955 y 1964 con el arquitecto, donde descubrimos cómo un Mies americano en plena etapa de madurez explica sus ideas básicas sobre arquitectura y repasa su trayectoria profesional hasta entonces. En ellas nos encontramos en palabras del arquitecto Iñaki Ábalos -que en el epílogo del libro hace una reflexión sobre dichas conversaciones- un Mies lacónico e imtempestivo que habla el lenguaje de quien siente haber llegado a la madurez de su estilo, con cierta aprensión ve a su alrededor un mundo que va quizás en otra dirección, que comienza a escapársele de las manos.
Edificio Seagram (Nueva York)
Las conversaciones vienen precedidas por un elocuente texto, ‘Arquitectura y tecnología’ (1950), donde se formulan las líneas básicas de su arquitectura en la etapa americana. El último director que tuvo la Escuela de la Bauhaus en Dessau -antes de que fuera cerrada por los nazis-, antepone en su pensamiento y lenguaje arquitectónico, la razón a la estética, llegando a un desarrollo objetivo. “Las cosas se van haciendo mejor y mejor a través del ejemplo. Si no lo hay, entonces la gente únicamente habla; hablan de cosas que no conocen, con lo que de ningún modo pueda juzgar la diferencia entre lo bueno y lo malo”.
Mies buscaba un entendimiento más profundo de los problemas, y cuanto más lo hacia más clara pasaba a ser su obra. Buscaba entender la relación entre ideas y hechos objetivos. Esta es una de las razones principales por las que hace sus proyectos lo más sencillos posibles. “Un arquitecto con recursos debería ser capaz de decir al cliente lo que éste quiere que le diga. En la mayoría de los casos, el cliente no sabe lo que quiere. Cierto es que puede tener algunas ideas muy curiosas, pero al no tener formación arquitectónica, simplemente no puede saber qué es o qué no es posible”.
Convencido de que la arquitectura tiene cierta relación con la civilización, construye una arquitectura que expresa esa civilización en la que el ciudadano se encuentra en una época determinada, siendo esta la única vía que observa el arquitecto para vencer el caos. “La arquitectura pertenece a la época y no al tiempo”.
Desinteresado de las ideas formalistas, no quería cambiar el tiempo sino expresarlo, ese era todo su proyecto. En su etapa americana Mies ha ido reduciendo la casuística arquitectónica a tres modelos o tipos, si se quiere, definidos principalmente por la relación entre sus dimensiones y los problemas estructurales que éstos implican: pabellones de una o dos plantas, generalmente de una dimensión pequeña o mediana; grandes salas diáfanas de desarrollo horizontal; y construcciones que apilan pisos uno encima del otro, pues ese será el problema esencial que querrá resolver en ellas. Para Mies el rascacielos es el organismo en el que la modernidad cataliza toda su energía, toda su capacidad de organización y su racionalidad.
La casa Farnsworth (Illinois)
La estructura en Mies era como la lógica, la mejor manera de hacer y expresar las cosas, siendo escéptico respecto a las expresiones emocionales. “No me fio de ellas y no creo que duren mucho”. Sin problema de que le copien, ya que para él es la razón por la que se trabaja, “para encontrar algo que todo el mundo pueda utilizar. Esperando que se utilice de forma correcta”.
“Si se trabaja con la razón y no se tienen ideas arquitectónicas extravagantes, todo sería mucho mejor. En los edificios tengo que hacer lo que tiene que hacerse y no lo que a mí me gusta; simplemente lo mejor que se pueda hacer”.
Por consiguiente, Mies expresa su trabajo mediante la palabara alemana Baukunst (Bau: construcción – Kunst: arte). “El arte está en el refinamiento de la construcción”, eso es lo que se expresa con esta palabra. De joven, cuenta que odiaba la palabra Architektur porque consiste en dar forma a algo desde el exterior.
Un libro breve e intenso, bajo la edición del arquitecto, editor y traductor Moisés Puente, que ha sido reeditado en varias ocasiones; es una ocasión única y excepcional de acercarse al pensamiento de una de las figuras más relevantes e interesantes de la historia de la arquitectura, y que con esa nueva forma de pensar y enfrentarse a los materiales para la resolución de problemas, contribuyó a un cambio radical de un horizonte marcado por el hormigon, el hierro y el vidrio.
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