Albert Rivera, ese líder saludado por tantos como inteligente y brillante, ha dicho de su acuerdo con el PSOE que es “una nueva Transición para 40 años”, que es algo así como aquello de Sánchez con lo del “resultado histórico” del PSOE tras su peor resultado electoral de la historia.
Si lo anterior da que pensar, mucho más esta operación de Rivera al servicio de la salvación de Pedro Sánchez. ¿Como inicio de campaña electoral en la que Ciudadanos se presentaría como el partido constructivo que quiso evitar elecciones y apostar por la estabilidad institucional? Eso piensan quienes siguen creyendo en la inteligencia y olfato político de Rivera.
Siempre que los votantes entiendan el empeño de Rivera en hacer presidente a Pedro Sánchez, lo que incluye la presión al PP para que lo vote. O su negativa a dar ese apoyo al partido que ganó las elecciones. O su colaboración en el veto sectario del PSOE a la derecha. O su apuesta por un acuerdo que sólo sirve para salvar la consulta a los militantes y la investidura de Sánchez. O ese vago acuerdo en el que ni siquiera coinciden los firmantes en la interpretación de lo firmado. O la sorprendente ausencia de un punto claro sobre la unidad nacional y las autonomías con un partido como el PSOE que quiere hacer una “reforma federal” que está en las antípodas de lo que defendía Ciudadanos.
El problema de este acuerdo para Ciudadanos es que no se entiende ni su objetivo ni su contenido. O bien porque Rivera no sabe realmente lo que quiere, no tiene idea ni proyecto claros, era un bluff, o porque Rivera está sometido a determinadas presiones que no es capaz de resistir, era un bluff.
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