Es impresionante lo caprichosa que puede ser la opinión pública y la publicada. Aparentemente, al menos. Hace un mes, antes de la moción de censura que echó al Gobierno del PP, la principal preocupación de los españoles parecía ser el desafío independentista en Cataluña. Una enorme presión mediática y política vigilaba y hasta acosaba al Gobierno de Rajoy para que impidiera el más mínimo abuso o ilegalidad de los independentistas.
Un mes después, el Gobierno de Sánchez negocia abiertamente con los secesionistas. Aún más, cede a sus exigencias y muestra que sí hubo un precio en los votos nacionalistas de la moción de censura, y, sin embargo, apenas hay presión, mucho menos escándalo, sobre esta negociación. Y no sólo porque el PP esté en su proceso de elección de líder, o Ciudadanos siga aún algo tocado por el resultado poco calculado de su estrategia. Más parece que Cataluña y el desafío independentista importaban cuando se podía responsabilizar a Rajoy, pero no ahora.
Hoy el Gobierno pone en marcha el traslado a Cataluña de los independentistas encarcelados y no parece que haya ninguna agitación popular a estas horas en contra de la medida y de la evidente cesión a las exigencias independentistas. Cataluña, ahora que no gobierna Rajoy, ha dejado de interesar a muchos.
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