Dicen los habituales del diálogo con los terroristas que no se pueden prohibir las reuniones y las manifestaciones de etarras y proetarras. Sea lo de Durango del sábado pasado o sea la manifestación de mañana. Por la libertad de expresión y la libertad de manifestación, alegan. Y añaden algunos, Alberto Garzón, de IU, por ejemplo, que los miembros de la AVT son unos “ultras” y que el Gobierno, en las últimas detenciones, ha “actuado con odio”.
Pero resulta que en Francia ocurre algo bien diferente en términos de debate político, muy ilustrativo para esta cuestión. Resulta que en Francia el Consejo de Estado ha prohibido, no una reunión de terroristas o una manifestación proetarra, no, ha prohibido un espectáculo de humor. Y no porque estuviera protagonizado por un terrorista o por un condenado por asesinato.
Lo ha prohibido por el discurso antisemita del cómico en cuestión, Dieudonné (en la imagen, haciendo el saludo de la “quenelle”, considerado nazi por bastantes). Y por petición de un ministro socialista, Manuel Valls, que ha dicho, acertadamente, de Dieudonné que “sus shows no son espectáculos de humor sino mítines políticos donde se difunde el mensaje abyecto del odio”.
Y con el apoyo, además del principal partido de la oposición. Todos a favor de restringir la libertad de expresión cuando es usada para lanzar mensajes de odio. A pesar de la popularidad de un cómico cuyo gesto “quenelle” ha sido imitado hasta por el futbolista Anelka tras marcar un gol (en la imagen de abajo), y a pesar de que sus partidarios alegan que se trata sólo de humor o, en todos caso, de discurso antisistema pero no antisemita.
Es un interesante ejemplo de que la libertad de expresión sí tiene límites en democracias más antiguas que la nuestra. O de que las izquierdas de otros países, los socialistas franceses, por ejemplo, sí están a favor de su limitación cuando se utiliza para hacer determinados discursos.