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Blogs Los cuatrocientos golpes por Silvia Nieto

Mélenchon desencadenado

Mélenchon desencadenado
Silvia Nieto el

Como lo que más me gusta de los políticos son sus excentricidades, no me ha quedado más remedio que seguir con atención las salidas de tono que Jean-Luc Mélenchon, el líder de la Francia Insumisa, ha protagonizado a lo largo de la semana, cuando la Policía registró su domicilio y la sede de su partido. Mélenchon gritó a los agentes -«¡Yo soy la República!», le espetó a uno, con los ojos desorbitados  y amenazándole con el dedo- y se río de una periodista, después de que la chica le afeara que su mano dura se vuelve bastante blandengue cuando los casos de corrupción le salpican a él. La respuesta del diputado del meridional departamento de Bouches-du-Rhône fue burlarse del acento del sur de la reportera, desatando una polémica que ha logrado que miembros de La República en Marcha, el partido del presidente «jupiterino» que reside en el Elíseo, hayan presentado una propuesta de ley para que ese tipo de desprecios puedan ser juzgados como delitos de discriminación. En el documento, publicado por la diputada Laetitia Avia, se lee que el «parisino» es el acento que pisotea al resto, y que incluso las escuelas de periodismo, las que forman a los comunicadores, promueven esa autocensura entre sus alumnos de fuera de la capital.

Mélenchon ha intentado pasar de tipo duro a víctima, afirmando que si contestó mal a la chica, si parodió su acento, fue porque pensó que era ella la que intentaba reírse de él. Me parece que no le ha creído nadie. Otros han observado que el apartamento del líder de extrema izquierda, que está en París, y que él mismo mostró en un vídeo que grabó durante el registro policial, es un piso grande y luminoso, una suerte en una ciudad donde los precios de la vivienda están por las nubes y los cuchitriles prohibitivos son la única opción para los residentes más modestos. «Nadie me toca. Mi persona es sagrada», se oye explicar al diputado, mientras camina con el rostro pegado a la cámara de su móvil en un posible guiño a «El proyecto la bruja de Blair», una película que de niña me me echaba del salón. Luego, en su imparable ascenso hacia las cumbres del absurdo, Mélenchon se pone la banda tricolor con una sola mano, y afirma: «No tengo miedo de nadie». Lo cierto es que en su actos no se percibe temor, aunque sí causan sonrojo.

Una investigación para aclarar si Francia Insumisa creó empleos ficticios para sacar dinero al Parlamento Europeo y otra sobre la financiación de la campaña de Mélenchon en las presidenciales de 2017 son las responsables de los enfados de este antiguo militante del Partido Socialista, que cambió el rosa por el rojo en 2008, cuando solo tenía 57 años. Su discurso ante la Asamblea Nacional para defenderse de esas acusaciones le valió el aplauso de los diputados de Agrupación Nacional (antes Frente Nacional, extrema derecha), que se vieron implicados en un escándalo parecido en 2017. Agrupación Nacional, recordemos, está liderado por Marine Le Pen, una señora que blanquea la formación heredada de su padre, un veterano de la guerra de Argelia acusado de torturas y simpatizante del controvertido mariscal Pétain.

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