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Blogs Crónicas de un nómada por Francisco López-Seivane

El valle del Elqui, cuna y tumba de Gabriela Mistral

Elqui no sólo es un buen lugar para visitar. También lo es para quedarse

El valle del Elqui, cuna y tumba de Gabriela Mistral
Francisco López-Seivane el

Ser poeta en Chile no parece mal asunto. Tradicionalmente, la vida de los poetas ha estado más ligada a las penurias económicas que al desahogo y la opulencia, pero en Chile las cosas tienen un aire muy distinto. Cerca de la casa de Neruda, en Las Cruces, al sur de Valparaíso, murió hace muy poco un centenario Nicanor Parra, poeta, matemático y físico, en una preciosa mansión ajardinada con espléndidas vistas. A sólo unos kilómetros, en Cartagena, puede visitarse la casona de estilo toscano del malogrado Alfonso Couve, que se ahorcó colgándose del arambol de su propia escalera. También acabó sus días allí el más conocido en Europa Vicente Huidobro, así que casi me animo a bautizar el trecho que desciende de Isla Negra a Cartagena como la Costa de los Poetas.

La casa de Neruda en Isla Negra, con la pequeña locomotora, homenaje a su padre ferroviario, y una pequeña barca que no conoció más agua que la de la lluvia/ Foto: F. López-Seivane
Estatua en bronce de Neruda en los cerros de Valparaíso/ Foto: F. López-Seivane

Pero si bien la mayoría de los grandes poetas chilenos buscaron asiento e inspiración en la costa, al sur de Valparaíso, Gabriela Mistral, la única chilena en detentar un Premio Nobel, junto a Neruda, fue una mujer cosmopolita que, a pesar de sus humildes orígenes, terminó recorriendo numerosos países como diplomática. Aunque terminó sus días en Nueva York, quiso que sus restos descansaran en lo alto de un cerro en Monte Grande, dominando el milagro verde del Valle del Elqui, un oasis entre imponentes laderas peladas que serpentea más de cien kilómetros hasta La Serena, capital del Norte Chico (Coquimbo). El curso del Elqui, que nace de la confluencia de dos ríos andinos, Claro y Turbio, es fuente de toda vida y nexo de unión de todas las poblaciones del valle. Y quien sabe si fuente de inspiración también de la compleja poesía de Gabriela Mistral, reflejada especialmente en su obra póstuma, Lagar, el único libro suyo que se publicó en Chile antes que en el extranjero. Pero ya se sabe que nadie es poeta en su tierra. Resultaría muy tentador profundizar un poco en la vida y obra de esta extraordinaria poetisa, que empezó siendo maestra y terminó ejerciendo labores diplomáticas en distintos países, sin terminar de encontrar nunca su propia identidad. Tuvo un solo hijo adoptivo, que terminaría suicidándose, lo que no contribuyó nada a la paz interior de un ser de profundas convicciones religiosas. Pero, como digo, quizá no sea éste el lugar apropiado…

Estatua de Gabriela Mistral con dos alumnos en su faceta como pedagoga, delante de una pequeña escuela en el Valle del Elqui/ Foto: F. López-Seivane
Otro busto de la insigne poetisa ante los viñedos de Punta Grande/ Foto: F. López-Seivane

La ‘capital’ del valle, donde nació en 1889 Lucila Godoy -que tal es el nombre de pila de Gabriela Mistral- en el seno de una familia modesta, se llama Vicuña, y recibe el nombre de su fundador, el conquistador español Joaquín Vicuña Larraiz. Elqui, conocido por su producción de pisco y por ser la cuna de la gran poetisa, ha atraído también en los últimos tiempos a un buen número de artesanos y amantes de la vida alternativa. Son famosos en la zona los restaurantes de ‘comida solar’, cocinada en hornos especiales sin otra fuente de calor que la luz del sol. Aunque la mayor parte de las uvas que se cultivan en el valle son de moscatel para la elaboración del pisco, también hay algunas pequeñas bodegas familiares que hacen un excelente vino de Shiraz. El clima privilegiado del Valle del Elqui, su fertilidad y aislamiento, le han convertido en un lugar muy buscado por los amantes de la tranquilidad y el contacto con la naturaleza. Abundan los artesanos, masajistas, profesores de yoga o de tai chi, e incluso hay un templo de Hari Krishnas, donde los domingos dan comida gratis (después de escuchar el sermón y sus cantos devocionales) y también se hacen excursiones a caballo y todo tipo de actividades al aire libre, incluida la vendimia.

Delicioso rincón del Valle del Elqui con su casita de adobe y una plantación de chumberas/ Foto: F. López-Seivane
Hermosa vista de la franja verde del valle, donde se suceden los viñedos/ Foto: F. López-Seivane
Otro rincón del angosto valle, que corre por más de cien kilómetros siguiendo el curso del río Elqui/ Foto: F. López-Seivane
Retrato de uno de los múltiples personajes de corte alternativo que pueblan el valle/ Foto: F. López-Seivane

Otra de las singularidades del valle es la observación de las estrellas. No hay otro lugar en el mundo donde el cielo sea tan claro tantas noches al año y las estrellas estén tan cerca como allí, por eso proliferan los observatorios astronómicos para contemplar la luna y el firmamento con telescopios de gran aumento y sin contaminación lumínica. En Atacama destaca entre todos el ALMA, el más potente del mundo, al que acuden los astrónomos más brillantes del planeta por riguroso turno. Pero más al sur, en el Valle de Elqui, hay media docena de ellos, situados en distintos lugares estratégicos, que ofrecen esta extraordinaria experiencia al anochecer. Uno de los más atractivos, sobre todo para la gente joven, quizá sea el Cerro Mayu, el más reciente y singular, gestionado por estudiantes de física y astronomía de la universidad de La Serena con los que se puede departir informalmente. Digamos que en Elqui cabe todo, desde la poesía hasta las estrellas. Y no crean que es sólo un lugar atractivo para visitar. También lo es para quedarse.

Cartel anunciando el alistamiento de estrellas/ Foto: F. López-Seivane

 

 

 

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