Pocas veces me he encontrado un paisaje tan difícil de describir como el que rodea el Balneario de aguas termales de Alicún en Granada. Hay que remontarse millones de años para tratar de entender lo que los ojos contemplan cuando uno viaja por la hoya de Guadix/Baza, una llanura estéril, caprichosa, ondulada por pequeñas dunas ocres de indescriptibles formas. En su tiempo estuvo cubierta por las aguas como atestiguan la gran cantidad de fósiles marinos encontrados por doquier y que hoy se exhiben en un museo en medio de la nada. Todo el entorno está tan lleno de caprichos geológicos que el viajero termina por cansarse de tanto asombro y entregarse sin reparos a su contemplación.
Construido en lo alto de un fértil y domesticado vallejo que culebrea entre caprichosas colinas de roca calcárea, el Balneario de Alicún tiene una historia que también se remonta en el tiempo. Fernando Medialdea, el actual dueño y señor de tan peculiar complejo, me susurra en una cueva subterránea donde mana el agua caliente y mineralizado que bendecirá después las pieles de sus clientes, que esos terrenos y los correspondientes manantiales de aguas termales que allí abundan le fueron concedidos por los Reyes Católicos al Conde de Bracamonte, que se distinguió en la toma de Granada. La última heredera, que era monja, donó la propiedad a su orden, pero ésta hubo de entregarlo al Estado por mor de la Desamortización de Mendizábal. Desde entonces, lo que parece un inmenso cortijo con varios edificios y hasta una pequeña iglesia sobre una chata loma, ha tenido también una biografía que no es posible relatar en tan poco espacio. Baste decir que el Estado lo vendería posteriormente, en 1920, a un abuelo de Fernando Medialdea, quien en la actualidad es copropietario, alma y director del mismo.
Son tantos y tan extraordinarios los fenómenos geológicos de la zona y los hallazgos prehistóricos que aún se conservan, que haría falta una enciclopedia para detallarlos, del mismo modo que sería interminable discurrir ahora sobre el origen de ese agua caliente y medicinal y su misterioso recorrido por las profundas cavernas donde ha ido cargándose de la temperatura y los minerales que le hacen tan extraordinario.
Sin embargo, no puedo dejar de referirme al más extraordinario de todos los fenómenos que aquí se dan, y es que una de las ocho fuentes de las que brota el agua caliente se ha ido labrando, día a día, año, a año, siglo a siglo, milenio a milenio, una misteriosa acequia calcárea que no deja de crecer por el acúmulo de minerales y sedimentos que porta el agua hasta formar una sinuosa pared de trayectoria incierta que no para de crecer y ya supera los diez metros de altura en algunos puntos.
Hay tal riqueza de minerales que la pared está en gran parte de sus más de dos kilómetros de recorrido cubierta de vegetación con plantas que uno no había visto jamás. Puedo asegurarles que, en ese paseo que me llevó a recorrer lo que allí llaman ‘acueducto’ y atribuyen su construcción a la mano del hombre, pude comer uvas e higos crecidos espontáneamente por doquier.
Aparte de lo descrito, he de añadir que he disfrutado muchísimo del silencio que todo lo envuelve en Alicún y su entorno. Las aguas pueden tomarse en bañeras individuales, pero también en grandes piscinas comunes, a donde caen en cascada desde sus manantiales. Teniendo en cuenta la división que hacían los romanos (frigidarium, templarium y caledarium) las aguas de Alicún pertenecerían al modelo templarium, ya que su temperatura es moderadamente caliente y se soporta muy bien. Los indescriptibles paisajes me hicieron reflexionar mucho sobre la naturaleza y sus formas, los fenómenos que las producen y la suprema ley (causa/efecto) a la que todas las cosas están sometidas. Hay quien ve un paisaje y se limita a disfrutar del impacto sensorial que le produce, pero hay otros que se hacen preguntas y cavilan sobre los inescrutables fenómenos geológicos que lo conforman. Ambos disfrutarán mucho en Alicún, un lugar donde las fuerzas de la naturaleza están muy vivas, envueltas en un silencio tan reparador como sus aguas. O más.
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