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Blogs Crónicas de un nómada por Francisco López-Seivane

Georgia, la ‘otra’ Iberia

Georgia, la ‘otra’ Iberia
Francisco López-Seivane el

Uno de los hallazgos más sorprendentes de mi primer viaje a Georgia fue el descubrimiento de nuestros antepasados comunes, los iberos. Creo que ya he escrito en alguna ocasión que el gran río de aquel país es el Mtkvari, o Kurá, que, procedente de Turquía, forma un amplio arco sobre el mapa y se engrandece con las aguas procedentes del Cáucaso antes de dirigirse, ya muy poderoso, a Azerbaiyán para morir en el Caspio. Como ocurre con todos los grandes ríos, fue cuna de civilizaciones y lugar de asentamiento de los mas remotos pobladores de la región, particularmente los iberos, un pueblo que siempre se instalaba en las riberas de los cauces fluviales (Iber, quiere decir río).

Mesjeta, antigua capital de Iberia, desde la ermita de Jvari (siglo IV), una de las más antiguas de Georgia/ Foto: F. López-Seivane

En la época de los griegos, cinco siglos antes de Cristo, la parte oriental de la Georgia actual la constituía el reino de Iberia y tenía su capital en Mesjeta, un cuenco protegido por montañas en la confluencia de los ríos Kurá y Aragvi, que desciende por el norte desde el Cáucaso. Por eso los griegos denominarían también así, más tarde, a nuestra Península, al encontrar en ella a los mismos pobladores, hablando el mismo idioma y ocupando el valle del Ebro (Iber), el del Segura, y prácticamente todos los cauces que vertían al Mediterráneo, incluyendo el Ródano (Esquilo escribió en el siglo V a.c. que “el Ródano corre por las tierras de Iberia”), aunque a la llegada de los romanos, siglos más tarde, Iberia ya “tenía su confín en los Pirineos” (Estrabón).

Para saber más sobre los orígenes de los iberos, Mariam Lordkipanidze, decana de la facultad de Historia de la Universidad de Tiflis, dirigió mis pasos a Uplistsije, una ciudad troglodita y el más antiguo asentamiento conocido de los iberos caucásicos. Curiosamente, se encuentra muy próximo a la ciudad de Gori, el nido de la serpiente, el lugar donde nació Stalin y del que me ocuparé ampliamente en otro momento. Se trata de un gran promontorio de piedra caliza que domina el curso del río Kurá. Hay que trepar un trecho por la holladura formada en la blanda roca antes de llegar a las cuevas excavadas en lo más alto y contemplar las magníficas vistas que se extienden sobre la amplia vega del río.

Vista de la vega del río Kurá desde lo alto de Uplistsije/ Foto: F. López-Seivane
Vista desde una de las ‘estancias’ de Uplistsije/ Foto: F. López-Seivane

Las ‘estancias’, cuevas excavadas en la roca, generalmente comunicadas entre sí, muestran en su interior numerosos huecos tallados en el suelo y en las paredes, seguramente para almacenar el agua, el vino, los alimentos, encender  fuego, etc., así como algunas filigranas, de naturaleza netamente decorativa, en los techos. De hecho, se han identificado hasta cuatro marani, bodegas para almacenar el vino. Puede verse claramente también un sistema de canales por los que circulaba el agua, por gravedad, desde depósitos excavados en lo más alto y una serie de murallas defensivas en la parte superior, donde la ciudad era más vulnerable. Asimismo, se conserva un calabozo subterráneo de ocho metros y medio de profundidad y lo que debió de haber sido una especie de ‘farmacia’ con ocho capas de ‘estanterías’ y restos de distintas hierbas. Que sus habitantes debieron de sufrir ataques y asedios queda patente cuando uno transita por el largo y empinado túnel de más de cuarenta metros que lleva secretamente a un escondido recodo del río y que se empleaba para escape y aprovisionamiento. Hace, al menos, cuatro o cinco mil años que los iberos habitaron este lugar, un importante asentamiento de la época, cuando en nuestra Península Pirenáica ni se les conocía ni se les esperaba. Posiblemente, de aquí partieron en algún momento histórico, empujadas no se sabe bien por qué (una catástrofe natural, un terremoto, una invasión o la búsqueda de nuevos yacimientos de cobre), las tribus que se extenderían más tarde por nuestra península, el sur de Francia y la Italia de los latinos, poblando las orillas del Mediterráneo, desde el Tiber (T-iber) al río Tinto (antiguamente, río Iber).

‘Estancia’ con terraza en la antigua Iberia/ Foto: F. López-Seivane
Detalle de Uplistsije/ Foto: F. López-Seivane

Uplistije llegó a ser, junto a Mesjeta y Gori, todas enclavadas en la margen septentrional del Kurá, un importante mercado en la Ruta de la Seda. Posteriormente, monjes cristianos lo convirtieron en uno de los mayores monasterios de Georgia, construyendo, allá por el siglo IX o X, una pequeña iglesia de ladrillo que sobrevivió milagrosamente a las hordas mongolas mandadas por Hulagu, nieto del Gengis Kan, en el siglo XIII, pero no así los más de cinco mil monjes, que fueron masacrados sin misericordia. El templo aún resiste en pie, restaurado parcialmente en piedra.

Iglesia medieval de ladrillo (siglo X) de Uplistsije, reconstruida parcialmente/ Foto: F. López-Seivane

Nicholas Marr, un reconocido lingüista georgiano, nacido de padre escocés en la época de los zares, sostenía, ya en el siglo pasado, que, al igual que las tribus de pastores nómadas se movían siempre en busca de nuevos pastos, los iberos, grandes metalúrgicos, habrían emigrado del Cáucaso en busca de nuevos yacimientos minerales para su industria, algo que, como era de dominio público ya entonces, abundaba en la Península Pirenaica. Esta tesis es corroborada por numerosos arqueólogos españoles actuales que admiten que los iberos trajeron a España los conocimientos y la técnica que permitieron establecer una cultura de la fundición de los metales en el norte de la península en el período neolítico.

Pero como lo mío son los viajes y no la historia, no quiero aventurar teorías ni adentrarme en un territorio que pertenece a los especialistas, así que me limitaré a compartir estos interesantes hallazgos que arrojan una luz nueva sobre lo (poco) que sabemos del origen de nuestros antepasados.

En este punto, he de decir que en Georgia basta identificarse como español para que te saluden como si fueras un primo lejano que acaban de conocer. Y no es de ahora, ya en el siglo XI un escritor religioso, Giorgi Mthatzmindeli, monje del Monte Athos, dejó constancia del “deseo de ciertos nobles georgianos de viajar a la Península Ibérica para visitar a los ‘georgianos de Occidente’ que habitan aquellas tierras”. Y no digamos nada, si eres vasco. Aquí, todos están convencidos de que los vascos proceden también de tribus caucásicas iberas que, al vivir endogámicamente arriscadas en sus montañas, ni se romanizaron ni se mezclaron con otros pueblos, preservando así con mayor pureza sus lenguas –y digo bien, lenguas, que hasta siete se hablaban en las tierras de Euskal Herría-,  tradiciones y rasgos étnicos. Tal vez por eso, los goeorgianos los tienen por primos más cercanos y no es infrecuente encontrarse en los bares de Tiflis fotografías del Athletic de Bilbao o de la Real Sociedad colgando de las paredes.

No quiero alargarme sobre el particular. Si los lectores tienen interés, puedo brindarles una nueva crónica con la abundante documentación recogida durante mis viajes e indagaciones. No tienen más que expresarlo en sus comentarios. Por lo demás, sólo me resta recomendarles vivamente visitar Uplistsije en su próximo viaje a Georgia. Quedarán muy impresionados.

Las fotos que ilustran esta crónica han sido tomadas con una cámara  Fujifilm X-E2

Iglesia de ladrillo con la primitiva ciudad al fondo/ Fotos: F. López-Seivane
Túnel de escape y aprovisionamiento, que unía la ciudad con el río/ Foto: F. López-Seivane
 para almacenar el vino en Uplistije/ Foto: F. López-Seivane

Imagen de portada: La Iglesia/Fortaleza de Amanuri, en el Cáucaso, una auténtica leyenda en Georgia. Foto: F. López-Seivane

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Francisco López-Seivane el

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