Nadie sabe a ciencia cierta, ni siquiera los mismos boricuas, qué es exactamente Puerto Rico: ¿un país independiente?, ¿un estado asociado? ¿un estado de pleno derecho de los Estados Unidos? A decir verdad, ninguna de las tres cosas, pero, al mismo tiempo, un poco de cada una. Nada llena tanto de orgullo a un puertorriqueño como ver desfilar su bandera en las citas olímpicas. El himno nacional, “La Boriqueña”, se refiere a la isla como “hija del mar y del sol, jardín florido de magia exquisita…”. Sin embargo, cuando uno llega al país tiene la impresión de estar entrando en territorio de los Estados Unidos: la misma organización policial en la frontera, idénticos requisitos, igual visado… También es cierto que tras cumplir las formalidades aduaneras, el intenso tráfico que atraviesa los distritos de Isla Verde y Condado, a lo largo de las inacabables playas de la costa norte, más recuerda a las calles de Miami Beach que a las de un país caribeño, pero basta cruzar el puente que da acceso a la Puerta de Tierra y entrar en el viejo San Juan para que todo cambie como por arte de magia. La ciudad colonial española aparece en todo su esplendor, perfectamente conservada, haciendo pensar al viajero que ha dado un salto de varios siglos en el tiempo.
Si Ponce fue el adelantado que conquistó Boriquén para la corona de España, hoy puede decirse que Puerto Rico (la antigua Boriquén de los taínos) es la isla más adelantada del Caribe. Adelantada, sí, por ser la más próxima a Europa, pero también porque, a pesar de ser la más pequeña de las grandes islas del Caribe, es la que ostenta la mayor renta per cápita de Latinoamérica, la que sufre menor desempleo y la que presume de tener la más alta esperanza de vida de todo la región. O así era hasta hace poco, porque este mismo año Puerto Rico se ha declarado en quiebra con una deuda de 73.000 millones de dólares.
Durante mi estancia, viajé y hablé mucho con José, mi guía y acompañante. A veces, nuestras conversaciones tomaban un sesgo surrealista, pero yo disfrutaba y aprendía mucho. En una ocasión, mientras nos dirigíamos a Ponce, me aseguró con total convencimiento que “los boricuas somos muy longevos, y es porque sudamos mucho y sacamos el veneno por la piel”.
“¿No será que habéis encontrado la Fuente de la Eterna Juventud, aquella que perseguía Ponce?”, le repliqué por decir algo.
“Bueno, es verdad que hay un manantial de aguas termales en las montañas, al que los indios atribuían muchas propiedades curativas. Ponce debió de escuchar algo a algún prisionero y se obsesionó con la búsqueda de esa fuente, pero se le pasó en cuanto empezó a aparecer oro en los ríos”
Desde que los independentistas puertirrequeños lanzaran al aire por primera vez en 1868 su famoso grito de Lares: ¡Puerto Rico libre!, tras sorprender a una guarnición española y tomar la pequeña ciudad de Lares, en el interior montañoso de la isla, no han cejado de luchar por su independencia.
Hagamos memoria. Ocho días después de la caída de Cuba, tropas norteamericanas desembarcaron en Guánica, justo aquí, donde me encuentro ahora, y tomaron sin resistencia la isla, pero eso no cambió las ansias de libertad de los boricuas. El acuerdo a que llegó el Parlamento puertorriqueño con el gobierno de los Estados Unidos, cristalizado en el tratado de 1951, pretendía ser un paso adelante en el camino hacia la independencia de la colonia. Sin embargo, muchos temen que, en términos prácticos, aquel acuerdo que convirtió a Puerto Rico en un Estado Libre Asociado, y a los boricuas en ciudadanos norteamericanos de pleno derecho -o casi, ya que, a pesar de su pasaporte, no pueden votar, por ejemplo, en la elecciones presidenciales de aquél país-, haya sido más bien un paso hacia la desaparición de Puerto Rico como estado independiente.
“¿En realidad, vosotros qué sois exactamente?” –le pregunté abiertamente a José, mientras contemplábamos la pequeña e histórica bahía de Guánica
“Dicen que somos un Estado Libre Asociado, pero en la práctica no somos ni Estado, ni libres, ni asociados”.
“Ya. ¿Y qué es lo que querríais ser, un Estado de pleno derecho, un país independiente…?”
“Pues ahí está el problema, que no lo sabemos. En Puerto Rico hay tres partidos: los Estadistas, que abogan por la integración total con EEUU, por convertirnos en una estrella más de la bandera americana; los Independentistas, que quieren un país libre y soberano; y los Populares, que propugnan mantener y mejorar el ELA (Estado Libre Asociado) actual. Ya se han celebrado varios referendos y en todos ha salido seguir como estamos. Lo único que tenemos claro los boricuas es que no queremos renunciar a nuestra cultura latina ni a desfilar en las olimpiadas con nuestra bandera”.
“Total que vivís en un dilema insoluble…”
“Ya quisiéramos vivir en un dilema. Lo nuestro es algo mucho peor, un auténtico ‘trilema’. Ya hemos hecho cinco referendos, pero en el fondo da igual el resultado porque no son vinculantes. Bien mirado, somos una colonia de Estados Unidos”.
La nacionalidad norteamericana que ostentan no ha cambiado lo más mínimo el talante de los puertorriqueños (o boricuas, o puertorros, como ellos mismo se dicen para enfatizar su idiosincrasia). Aunque Puerto Rico cayó, con Cuba, agonizando el siglo XIX, más de cien años de dominación norteamericana no han logrado aún borrar la huella de España. Después de todo, se trata de la isla más española del Caribe, la que acogió a menos esclavos negros y la que mantuvo la población menos mezclada. Y, a pesar de ser ‘casi’ norteamericanos desde hace muchos años, allí no se oye hablar otra lengua que el español (bueno, lo que podríamos llamar spanglish, pero eso se lo cuento otro día).
Como Puerto Rico es una isla hermosísima y un extraordinario destino turístico, creo que vale la pena volver a escribir sobre su paisaje, paisanaje, historia y costumbres, mucho más próximos a nuestra cultura que a la norteamericana. ¿Qué tal la semana que viene?.
Para dimes y diretes: seivane@seivane.net
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