Antonio Raimundo Ibáñez, Marqués de Sargadelos, falleció, linchado, en la localidad lucense de Ribadeo el 2 de febrero de 1809, hace poco más de doscientos años. El empresario, natural de Santa Eulalia de Oscos, Asturias, creó el primer complejo industrial de Galicia. Parece que, tras su muerte, se encuentran los cambios sociales que propició su revolución industrial.
Hoy voy contarles la desconocida historia de este marqués nacido en 1749 en la asturiana aldea de Ferreirela de Bexo, municipio de Santa Eulalia de Oscos, hijo de un escribano de Oviedo. Hace años, tuve la oportunidad de visitar su fascinante casa natal, hoy museo, en la que vivió hasta los veinte años, muy influido culturalmente por su padre, gran lector y estudioso.
En aquella aldea, porque no es otra cosa, sólo vivía entonces José Luis Díez, el custodio de la casa/museo del supuesto marqués. He de añadir enseguida que se trata de un lugar bellísimo, lleno de paz y un auténtico hontanar, ya que cuenta con nada menos que veintitrés manantiales en un radio de doscientos cincuenta metros alrededor de la casa. Me he referido antes al ‘supuesto’ marqués y ustedes se preguntarán por qué ‘supuesto’. Esta es la historia que me contó José Luis en su día: “Carlos IV le concedió en 1808 el título de Marqués de Sargadelos, previamente solicitado por él en una famosa ‘declaración de méritos’, pero otra ‘declaración’, la de la Guerra de la Independencia, impidió la celebración de la solemne entrega del título por parte del monarca, que debía haber tenido lugar en Aranjuez. Poco después, el hombre murió asesinado en Ribadeo, con lo que no tuvo tiempo de recoger el título ni de disfrutar del marquesado” ¿Por qué le asesinaron?. “Supuestamente, la turba acabó con él por afrancesado, pero los historiadores apuntan a una venganza por sus logros: la creación del primer complejo industrial de Galicia, que supuso la introducción del capitalismo y la aparición de una clase obrera y de una burguesía. Aunque supuestamente lo mataron por afrancesado -me dijo José Luis Díaz, que era también presidente de la Asociación Amigos del Marqués de Sargadelos-, fueron las envidias las que urdieron una trama contra él. El capitalismo que introdujo en la zona no gustaba a la nobleza ni al clero, era un sistema económico nuevo que dio lugar a la burguesía y a la clase trabajadora. Fueron cambios demasiado fuertes que acabaron injustamente con su vida”.
En efecto, el joven Raimundo fue a Ribadeo a los 20 años y amasó una fortuna comerciando con barcos. De hecho, su pazo es hoy el ayuntamiento de Ribadeo. Después se fijó en un pequeño pueblo de Lugo llamado Sargadelos, donde abundaba el mineral de hierro. Allí instaló una fundición en 1791 y en 1806 una fábrica de loza estampada, algo desconocido en España, para lo que tuvo que importar técnicos extranjeros. Mucho después de su temprana muerte, en 1971, un grupo de gallegos exiliados en Argentina decidieron comprar la fábrica y dedicarla a la porcelana, manteniendo el nombre en memoria del marqués.
La casa natal del ‘casi’ marqués es ahora un museo, pero sin dejar de ser una casa. Y además, perfectamente conservada. Aunque ya nadie podrá recibir las eruditas explicaciones de José Luis Diaz, su custodio, a quien un cáncer le arrebató la vida hace algún tiempo, aún resuenan en mis oídos las palabras del único habitante de Ferreirela, quien no sólo mostraba la casa a los visitantes, sino que vivía en ella, orgulloso de haber sido la última persona en nacer allí. Su vida era muy solitaria, la de un auténtico ermitaño, pero él la encontraba llevadera, “porque me siento muy acompañado por la casa, por los animales, por la huerta, por la fragua… y, sobre todo, por la cocina, donde paso la mayor parte del tiempo”.
Una de las cosas más extrañas que encontré en esa casa fue un indescriptible bulto informe, algo así como una mesa redonda, que hay a la entrada y cuyo propósito no lograba entender. José Luis me explicó que se trataba de una pieza única. Al parecer es una protuberancia enorme, una especie de cáncer avanzado que le salió a un roble, producida probablemente por una bacteria llamada ‘agrobacterio tumofacies’, que transforma el genoma del árbol convirtiéndolo en esclavo, algo así como un tumor maligno, para entendernos. Los expertos piensan, a juzgar por el tamaño, que debió de tratarse de un árbol milenario.
Por lo demás, la casa tiene de todo: horno de pan, fragua, habitaciones, salón/cocina central sin ventanas… En los viejos tiempos la vida se hacía en la cocina. Cuando salía el sol, se trabajaba en los campos y en la huerta, y cuando el tiempo se tornaba desapacible, todos los vecinos se afanaban en las laboras de la fragua.
La casa no es tan importante porque fuera la cuna del marqués, sino porque es el prototipo de vivienda de la zona y está llena de claves que nos ayudan a entender la sociología y la vida de aquellas aldeas en los largos inviernos de Los Oscos, parte de la Asturias más profunda. Para mi, fue una experiencia impagable y no puedo por menos que recomendar a mis lectores y amigos viajeros que hagan por visitarla. No les decepcionará.
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