Empecemos por recordar, por si alguien aún lo ignora, que el Rift es un extraordinario accidente geológico que recorre el mapa de África, como una cicatriz, desde el mar Rojo hasta Mozambique, amenazando partirlo en dos y convertir el África Oriental en una nueva isla de dimensiones colosales, como en su día ocurriera con Madagascar. Es lo que los geólogos denominan una falla, el hundimiento de una larga rebanada de masa continental entre dos fracturas paralelas.
En distintas ocasiones lo he explorado largamente en su tramo etíope, a lo largo del valle del Omo, donde habitan algunas de las tribus más primitivas que quedan en el planeta, pero el llamado Rift Albertino de Uganda es otra cosa. Y no resulta nada fácil llegar hasta allí. La red viaria de esta parte de Uganda es un entramado de carreteras de tierra parda que discurren entre verdes colinas, bosques y plataneras. Cualquier viaje es un infierno para el conductor y una delicia para los pasajeros, salvando el incesante traqueteo de los baches, claro. Cada poco, se acerca de frente una inmensa polvareda y uno no sabe lo que trae dentro hasta que la tiene muy cerca. Puede ser una manada de búfalos o un jadeante camión cisterna. Tanto da, hay que salvarla de cualquier manera echándose a un costado y cerrando precipitadamente las ventanillas. La cosa cambia cuando uno serpentea, ladera abajo, hasta el fondo del denominado Rift Albertino, y no porque aquí las carreteras sean diferentes, sino porque en esta colosal depresión la presencia humana disminuye sensiblemente y es más fácil cruzarse con la soledad que con cualquier otro vehículo.
En pocos lugares es tan evidente el fenómeno como aquí. Basta asomarse desde lo alto de la escarpadura y contemplar la vasta sabana de más de cuarenta kilómetros de ancho que se extiende hasta el infinito en ambas direcciones para comprender que allá abajo, en el corazón de la falla, late un mundo diferente. En el Semliki Safari Lodge, posiblemente el alojamiento rural más lujoso de Uganda, situado en pleno Parque Nacional Semliki, no lejos del Lago Alberto y aislado en medio de la sabana, se miden más de cien terremotos de baja intensidad diarios, aunque muy pocos se perciben. Es decir, resultan inapreciables para los humanos, porque, según la directora del Lodge, los animales los perciben todos. Cuando se produce un temblor la sabana se queda súbitamente en silencio y, en cuanto pasa, un súbito fragor de gritos, cantos alborotados, rugidos y berridos parece celebrar el fin del evento.
Aunque el Rift es una zona geológicamente muy activa, sujeta a grandes cataclismos, terremotos, volcanes, levantamientos, etc., quienes la visitan sólo se fijan en los efectos colaterales, en la belleza que se deriva de los movimientos telúricos, como los cráteres llenos de agua, los géiseres y manantiales de aguas termales, la ringlera de lagos que se suceden a lo largo del a depresión -vestigios, sin duda, del gran mar interior que todo lo inundaba en un principio- o la increíble fauna que habita en tan peculiar ecosistema. Particularmente a lo largo del curso del río Semliki, que va del lago Eduardo al lago Alberto. En otras parques a lo largo del Rift pueden verse leones sesteando encaramados en las ramas de las acacias, miles de antílopes, impalas y gamos pastando a su albedrío en la pradera sin fin que tapiza la falla, por no mencionar los elefantes, búfalos, rinocerontes y cocodrilos que pasan el día en las orillas del Canal Kazinga, cordón umbilical que une los lagos Edwards y George, dentro de los límites del Parque Nacional Queen Elizabeth.
Pero el escondido Parque Nacional Semliki, encajonado entre el Congo y Uganda y protegido por la montañas Rwenzori, las más altas de África después del Kilidmanjaro, es un santuario para los últimos sobrevivientes de una pequeña comunidad de pigmeos, tradicionales cazadores/recolectores, que han encontrado refugio en las profundidades del valle, donde un incipiente turismo los ayuda a sobrevivir en unas condiciones lamentables. Hay también sesenta especies de mamíferos, incluyendo leopardos, hipopótamos, elefantes, búfalos…, y más de cuatrocientas especies de aves, incluyendo raras especies endémicas, que hacen las delicias de los ornitólogos.
Quienes busquen lugares especiales para visitar, Naturaleza, con mayúscula, en estado puro, fauna salvaje, paisajes de ensueño, y esa sensación única de estar en un lugar distinto a todos, que no lo duden, el Rift Albertino de Uganda colmará sus ansias de aventura.
Para dimes y diretes:seivane@seivane.net
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