Emilio de Miguel Calabia el 02 nov, 2023 Descubrí a Georges Brassens cuando acababa de morir y yo era joven y me fascinaba un poeta/cantor tan rompedor, que iba contra todos los convencionalismos y al mismo tiempo tenía un aire romántico que me fascinaba y me hacía desear que a mí también me llegase pronto el momento en que pudiese decirle a una mujer: “Tengo el honor de no pedirte la mano/ no queramos andar pergaminos firmando”. Por esos tiempos los hermanos mayores rebeldes e intelectuales de uno de mis mejores amigos me pasaron el disco en el que Paco Ibáñez cantaba a Brassens con su voz aguardentosa. El disco es magnífico, aunque a veces tuviera que rascarme la cabeza con sus traducciones. Para Ibáñez lo importante era conservar la rima y el ritmo, aunque tuviera que forzar la traducción. Voy a transcribir el los cuatro primeros versos de “Testamento” en la traducción de Ibáñez: “Me pondré triste como sombra cuando el Dios con el que voy me diga, con la mano al hombro, “Vente p’arriba a ver si estoy”” En una traducción más reciente de María Teresa Gallego Urrutia y Amaya García Gallego, esos versos dicen: “Igual que un sauce estaré triste cuando el Dios que está junto a mí en el hombro me dé y me chiste: “Sube a ver qué se cuece aquí”” Pues bien, en el original esos versos dicen: “Je serai triste comme un saule Quand le Dieu qui partout me suit Me dira, la main sur l’epaule: “Va-t-en voir là-haut si j’y suis”” No está mal, en dos de los versos, las traducciones de Ibáñez y de Gallego/García son más o menos fieles al original, aunque me quedo con la versión de Ibáñez. En un verso Gallego/García tienen una traducción más fiel y en otro Ibáñez es más correcto. No es fácil traducir a Brassens y conservar su ingenio. Muerto Brassens, aún nos quedaba Javier Krahe, que es el cantautor que más se le ha asemejado entre nosotros. La repulsa a la autoridad, el amor, el existencialismo y el humor entre cínico y amargo les unen. ¡Hasta físicamente tenían un aire de hermanos! O al menos yo les encuentro todas esas semejanzas. Para mi sorpresa, mientras escribía esta entrada me he encontrado con un artículo que Daniel Vázquez Sallés publicó en “El Mundo” el 31 de diciembre de 2016, en el que menciona a cantantes que bebieron de Brassens (Serrat, Sabina, Francis Cabrel, Lucio Dalla o Fabrizio de André) y ¡se deja fuera a Krahe! Después de Krahe no creo que nadie haya tomado la antorcha. Brassens y Krahe no son para una generación de tiktokers e influencers. Los temas de las canciones de Brassens pueden clasificarse en cuatro categorías: poemas de burla contra la autoridad, poemas existenciales, poemas evocadores y poemas románticos. Los poemas de burla contra la autoridad tal vez sean los que peor hayan envejecido. “Por los tiempos que corren no hay nada peor,/ nada más irritante que no creer en Dios./ ¡Si pudiera tener la fe del carbonero,/ orondo como un Papa, tonto como un puchero!” En los tiempos que corren ya no parece que sea irritante no creer en Dios, más bien parece lo habitual. “Llevan nuestros inválidos una cruz más colgada:/ no es no poder seguir ya a las chicas, ¡vive Dios!/ mas no regresar al campo de batalla./ La rama de olivo no es nuestro símbolo, ¡no!” Esta ironía sobre los patriotas como que hoy tiene menos gracia. Según una encuesta del año pasado, sólo el 31% de los españoles lucharía por su país en caso de guerra. Entre las personas entre 18 y 35 años, la proporción es del 22%. En cambio, sus canciones existenciales siguen ahí. Brassens alardeaba de ateo, pero sus referencias a Dios son tan numerosas que dan que pensar. Se diría que Brassens veía a Dios como a un compañero, un buen colega, alguien comprensivo con quien se podría dialogar si existiera. ¡Lástima que no exista! parece que se dijera Brassens. “No pienso buscar más el camino del cielo./ La fe que venga sola y, si no, lo siento./ No me dediqué nunca ni a matar ni a violar,/ y hace ya cierto tiempo que dejé de robar./ Si existe el Padre Eterno ya tiene que saber/ que no actúo peor que si tuviera fe.” La muerte está muy presente en sus canciones. La muerte es la cita ineludible en la que descubriremos cómo hemos vivido. Brassens parece imaginársela como una continuación de lo que hubo aquí, pero sin él. Su “Testamento”, que recuerda al de François Villon, es un testimonio de vitalidad. Una de mis estrofas preferidas dice: “Antes de tirarles los tejos/ a las ánimas de buen ver,/ tener otro amorío espero,/ que me encandile otra mujer. Decir una vez más: “Te quiero”,/ una vez más perder el norte…” Otra suerte de testamento es su “Ruego para que me entierren en la playa de Sète”, cerca de donde nació. “A la orilla del mar, a su azul arrimado,/ cavad, si puede ser, un agujero blando,/ una acogedora guarida,/ cerca de los delfines, mis amigos de infancia,/ en esa costa de arena fina y blanca,/ en la playa de La Cornisa.” Se imagina como un muerto de vacaciones, al que envidiarán los Napoleones y los faraones desde sus aburridos panteones. Igual que Krahe, Brassens es un gran romántico. Resulta difícil transmitir su romanticismo en la era de Tinder. Ser romántico es enamorarse todos los días, tocar el cielo, entregar todo lo que eres a la persona amada, aunque sepas que no durará, como no duraron los amores precedentes… pero ¿y lo que lo disfrutas hasta que recuerdas lo pasajero de todos los amores? “Y mi novia eterna serás,/ la novia que siempre tendrá/ mis pensamientos.” Prefiero las canciones en las que canta a los amores efímeros o esos breves instantes de felicidad que colman los primeros amores. No sé si Brassens fue un mujeriego nato a lo Joaquín Sabina. De lo que he podido leer, parece que fue un monógamo sucesivo y que cada vez que estuvo enamorado, fue sincero y lo vivió apasionadamente. Su primera pareja fue Jeanne Planche, treinta años mayor que él. A ella le dedicó la canción “Juana”, que comienza así: “En casa de la Juana/ está la puerta abierta a quien no tenga hogar,/ la posada de Dios se podría llamar, si no fuera que existe otra./ Solo allí se puede entrar/ sin llamar ni enseñar la patita.” Me hace gracia que las editoras del libro han colocado una casta nota a pie de página que dice: “Brassens dedica esta canción a Jeanne Planche, una amiga de la familia, en cuya humilde casa parisina vivió durante más de veinte años, y a la que consideraba como una segunda madre.” A Jeanne la sucedió la cantante Patachou, en cuyo cabaret el tímido Brassens actuó en público por primera vez. Esta relación tuvo una componente profesional importante. Patachou cantó muchos temas de Brassens y ambos cantaron a duo “Mamá Papá” a la que luego me referiré. Entre las canciones de Brassens que cantó Patachou, hay una muy romántica y nostálgica que me encanta, “Las parejas de los bancos de la calle”: “Las parejas que en la calle se andan besando,/ en los bancos, en los bancos,/ ajenas a que miren de lado/ los dignos transeúntes;/ las parejas que en la calle se andan besando,/ en los bancos, en los bancos,/ con unos “Te quiero” de teatro/ son parejas de mucho encanto.” Su pareja definitiva sería la estonia Joha Heiman, diez años mayor que él. Nunca vivieron juntos, ni hicieron papeles como las parejas burguesas. Brassens le dedicó algunas de sus mejores canciones: “Tengo cita con usted”, “Me he hecho pequeñito (ante una muñeca)” [“Püpchen”,- muñequita en alemán, era su apodo], “Tengo el honor de no pedirte la mano”… El arranque de “Tengo cita con usted” retrata muy bien al enamorado que rechaza los convencionalismos, que fue Brassens: “El astro rey de los cielos,/ como no le tengo ley,/ no calienta, pero ¡a mí qué!:/ he quedado con usted./ De sus ojos hechiceros/ sale la luz que ansié./ El resto me importa un bledo:/ tengo cita con usted”. Finalmente está el Brassens evocador, aunque, bien mirado, todo es evocación en el gran sentimental que era. Él mismo, en una de sus canciones, habla de cómo se complace “en esta mohína nostalgia”. De estas canciones de evocación mi favorita es “Mamá, Papá”, de la que transcribiré una estrofa: “Papi, papi, componiendo este estribillo, papi, papi, vuelvo a ser un chiquillo. Y te oigo en plena tormenta recurrir al humor para hacer más llevadera nuestra aprensión. Papi, papi, fuimos siempre un poco secos, papi, papi, para expresar nuestro afecto. Pero te quería mucho y sé que tú a mí. Papi, papi, papi, papi.” Ojalá fuese posible hacer un trato con la Parca y pedirle que nos trajese de vuelta a Brassens a cambio de treinta reguetoneros (si pide cuarenta, tampoco me pelearía yo por una decena más o menos). Otros temas Tags AmorDiosGeorges BrassensJavier KraheMuertePaco Ibáñez Comentarios Emilio de Miguel Calabia el 02 nov, 2023