Emilio de Miguel Calabia el 27 jun, 2024 “Duro como el agua” es una novela del escritor chino Yan Lianke, que acaba de editar Automática Editorial. La novela me ha fascinado. Es sencillamente magnífica, tanto que me cuesta hablar de ella, porque me da miedo quedarme corto. La novela cuenta la historia de Hongmei y Gao, que al tiempo que hacen la Revolución Cultural follan como descosidos o tal vez sea que follan como descosidos y en los intervalos, en vez de fumarse un cigarrillo, hacen la Revolución Cultural. Hay algo en su relación sublime que me recuerda a la relación entre Solal y Ariane en “Bella del Señor” de Albert Cohen. Spoiler: las relaciones sublimes nunca terminan bien. La novela arranca con el protagonista diciéndonos que dentro de tres días a él y a su amante les ejecutarán con un tiro en la nuca. Contar el final al principio es una estrategia arriesgada. La intriga de ¿cómo terminará? es reemplazada por otra ¿cómo llegaron a ese final? El lector lee la novela con un sentimiento ominoso. Sabe que en algún momento los éxitos se convertirán en fracaso,- algo que no saben los protagonistas-, y se pregunta cuál fue el punto de inflexión, cómo sobrevino el desastre. En el caso de “Duro como el agua” la estrategia funciona. Más allá de la trama en sí, que no quiero desvelar, hay dos cosas que me encantaron: la descripción del ambiente de la Revolución Cultural desde el punto de vista de los jóvenes que la ejecutaron y el lenguaje. Con respecto a lo primero, he leído libros de Historia que contaban cómo fue esa abominación llamada “Revolución Cultural”. Pero Yan Lianke me la cuenta desde una perspectiva que no me había encontrado nunca: desde la perspectiva de un fanático de Mao para el que la Revolución Cultural es una mezcla de ideología que todo lo impregna y de oportunismo, de manera de hacer carrera. Yan tiene la humorada de proponernos un protagonista que piensa tanto en hacer la Revolución como en follar con su amante y una amante que sólo se pone cachonda oyendo canciones revolucionarias y citas de Mao. Un ejemplo de conversación que tienen los dos amantes después de haber echado un polvo: “– Hongmei, has mejorado mucho- le dije. Le brillaron los ojos. – ¿En qué?- preguntó. – En la forma de escribir y en tus conocimientos teóricos, en cómo te expresas y en tu conciencia. Sonrió. – He aprendido mucho a tu lado. – Eres demasiado modesta. – Es cierto. Eres mi maestro en la revolución- se giró y me agarró de la mano.- Igual que el estudiante al maestro, te pido que me guíes por el camino.” Conversación normal después de un polvo, ¿verdad? El polvo como arma para hacer la revolución. Alguien dijo que el marxismo era antilujuria, lo que no deja de ser irónico, cuando su creador se tiraba a la criada con gran entusiasmo. Como dije, la otra cosa que me ha fascinado de la novela es el manejo del lenguaje. Yan Lianke es un maestro de las metáforas y las imágenes. “… la revelación de aquel amor que acabó como mierda de perro y heces de gallina” [algún amor tuve que terminó de manera similar, pero nunca se me habría ocurrido esa imagen]; “Anduve siguiendo las vías del tren como quien transita por un poema revolucionario”; “La revolución son los cimientos y el amor una casa; la revolución son las raíces y el amor la flor que se abre en una rama”; “Es posible que no fuera consciente de que con esa postura abría su puerta más secreta, la ventana de una habitación que siempre permanecía a oscuras, para ponerme ante los ojos sus prodigios sin reserva alguna. En el secreto de aquella estancia húmeda, vi mariposas de ensueño que salían volando por la ventana de aquella habitación y peces que se escapaban nadando por la rendija inferior de la puerta.” La novela es también un prodigio de intertextualidad. Óperas revolucionarias, citas de Mao, poemas de Mao, eslóganes de la Revolución Cultural, todo sirve para crear un ambiente, y además Yan Lianke las coloca de tal manera que no suenan como parches, sino como una parte integrante del texto. “Sin embargo, al volver al pueblo, en la larga noche que la tierra carmesí no pudo encender [la traductora nos informa que son versos de Mao y que la tierra carmesí hace referencia a China], no pude evitar montarme sobre mi mujer en mitad de la noche”. Me encanta, la poesía romántica y con un aroma revolucionario se entremezcla con la vulgaridad cotidiana del ayuntamiento carnal entre los dos esposos. En otra ocasión el protagonista hace un análisis de la situación mundial y nacional y dice: “Diez mil rayos crean un nuevo mundo, el viento del Este dispersa las nubes [conocido eslogan de la Revolución Cultural]. Bajo la gran bandera de Mao Zedong, el mundo abre hoy una nueva era de su historia (…) El estandarte del pensamiento de Mao Zedong ondea al viento allá donde queramos dirigir la mirada. ¡El torrente de la revolución arremete con fuerza!” Lo mejor de este párrafo donde se entremezclan los eslóganes reales de la Revolución con las invenciones del protagonista y que no sería posible distinguirlos si no nos lo indicara la traductora, es que muestra lo huero de las grandes proclamas revolucionarias. Apreciar toda la riqueza de la novela no sería posible sin el excelente trabajo de Belén Cuadra. La novela está editada por Automática Editorial. Literatura Tags Automática EditorialBelén CuadraLiteratura chinaMao ZedongRevolución CulturalYan Lianke Comentarios Emilio de Miguel Calabia el 27 jun, 2024