ABC
| Registro
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizABC
Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

Muhammad Iqbal en España

Emilio de Miguel Calabia el

 

(Iqbal rezando en la mezquita de Córdoba)

Prestamos tan poca atención a Asia, que tuve que enterarme por el Embajador de Pakistán en Madrid que uno de los principales poetas y pensadores musulmanes del siglo XX, Muhammad Iqbal, visitó Madrid en 1933 a invitación del fundador del arabismo moderno en nuestro país, el jesuita Miguel Asín Palacios.

Es probable que ambos hubieran estado previamente en contacto. Les unía un tema: la cuestión del ascenso a los cielos de Mahoma en la tradición musulmana y en la Divina Comedia. El mi’raj, que es como se denomina, es la tradición que cuenta cómo Mahoma fue transportado a lomos de una cabalgadura al cielo y cómo cruzó los siete niveles que culminaban en el Trono de Allah. Esta ascensión ha inspirado a distintos autores musulmanes, especialmente a al-Qushayri, quien escribió en el siglo XI “El libro de la ascensión”, que relata ese viaje. Su libro fue traducido a varios idiomas europeos, entre ellos el latín. Asín Palacios fue el primero en afirmar que Dante al escribir la Divina Comedia se inspiró en la tradición del m’iraj. Otro libro que influyó seguramente a Dante fue “Las “Revelaciones de la Meca” de ibn-Arabi, una de cuyas partes también relata un misterioso viaje nocturno.

A Iqbal el mi’raj y la Divina Comedia le inspiraron su obra más conocida, el Javid Nameh, “El Libro de la Eternidad”. En ella Iqbal es conducido por el poeta místico Rumí a visitar las esferas de los cielos. La obra conjuga pensamientos y encuentros con figuras del pasado, a la manera de Dante y del contemporáneo “Juicio Universal” de Giovanni Papini (que yo sepa Papini e Iqbal nunca se encontraron y probablemente ninguno hubiera oído hablar del otro. Las semejanzas provienen de la imitación común de Dante). Hay referencias a los profetas del pasado, a personajes históricos como el reformista Jamal el-Din al-Afghani, al general Kitchener, a Nietzche… Como ejemplo del lenguaje profético y alegórico que utiliza Iqbal, transcribo el inicio del fragmento que dedica a Buda:

“Vino viejo y amante joven no son nada;

para los hombres de visión verdadera las huríes del Paraíso no son nada.

Todo lo que sabes firme y persistente, pasa,

la montaña y el desierto, la tierra, el mar y la costa no son nada.”

Lo más destacado de la visita de Iqbal a España fueron la conferencia que dio en la entonces denominada Universidad de Madrid, – hoy Universidad Complutense de Madrid-, y su visita a la mezquita de Córdoba. La conferencia se tituló “El pensamiento del Islam y España”. Asín Palacios le presentó, mencionando sus semejanzas con Ibn-Arabí, lo que era un pedazo de piropo. Iqbal había investigado los escritos de Ibn-Arabí y estaba muy familiarizado con la figura del gran filósofo.

Desde un punto de vista personal, el momento álgido de su viaje a España fue la visita a la Mezquita de Córdoba, en la que rezó, siendo el primer musulmán que lo hacía desde el siglo XV. Muy conmovido por la experiencia, Iqbal compuso una de sus obras más famosas, “La Mezquita de Córdoba”. La visita a la mezquita le hizo evocar las pasadas glorias del Islam y anhelar por su resurgimiento. Iqbal descubrió la atemporalidad de la mezquita. El poema arranca diciendo: “Secuencia del día y de la noche,/ modelador de los acontecimientos,/ secuencia del día y de la noche,/origen de la vida y la muerte.” Y añade más tarde: “Oh, santuario de Córdoba, del amor dinámico brota tu existencia/ Amor dinámico, infinito en todas partes, que está más allá del pasado y del presente”.

Iqbal a continuación alude al hombre de Dios, aquél movido por el amor dinámico de Dios, un personaje que, en otros escritos, Iqbal teme que apenas se dé en el mundo musulmán contemporáneo: “La mano de Dios/es la mano de su servidor creyente/ que conquista y realiza hazañas (…)/ rico con todos los mundos/ su corazón que no necesita nada/ sus esperanzas pequeñas/ sus objetivos gloriosos/ (…) puro de corazón y en la acción puro.” Evoca a los caballeros árabes que conquistaron al-Andalus y a los que imagina imbuidos de la visión divina: “Kaaba de los posesores de la habilidad/majestar de la fe hecha visible/ por medio de vosotros, del rango de un lugar sagrado/ es la tierra de los andalusíes./ Si bajo la esfera celestial/ existe tu igual en belleza/ es en el corazón de un musulmán/ y en ninguna otra parte./ ¡Ah, todos esos hombres de la verdad!/ ¡Esos caballeros árabes!/ Portadores de la naturaleza noble/ poseedores de la justicia y la fe…”

Iqbal piensa en las transformaciones que están por venir, pero que él ya no verá: “El nuevo mundo está todavía/ tras el velo del destino/ a mis ojos/ su aurora no está desvelada.” Iqbal acertó: a su regreso de su viaje por el extranjero, que había incluido España, sufrió una misteriosa enfermedad de la garganta, que se hizo crónica. Murió en 1938. No llevó a ver el Pakistán independiente.

 

Historia

Tags

Emilio de Miguel Calabia el

Entradas más recientes