
Las personas-chicle son aquéllas que se te pegan igual que un chicle a la suela del zapato y de las que no te puedes desembarazar. Un tailandés lo explicarÃa diciendo que algo le habrás hecho en otra vida que se ha reencarnado en ésta con la misión de tocarte las narices. El tailandés te dirÃa que tratar de desprenderse de ellos es inútil. Se trata de una relación kármica que es como un matrimonio mal avenido, casado en régimen de gananciales y con hijos: algo de lo que no te vas a poder librar.
Hay varias categorÃas de personas-chicle. He debido de ser muy malo en otras vidas porque a todas me las he encontrado y no una, ni dos, ni tres veces, sino infinitas. Los enumeraré:
1) Está el tonto que no para de fracasar y que trata de arrastrarte en sus fracasos. Una vez conocà a alguien que querÃa montar una empresa. Le faltaban 12.000 euros. Me los pidió y no me habló de devolvérmelos en algún dÃa lejano en el que la empresa se hubiese convertido en un emporio. Eso hubiera sido plebeyo. Me dijo que si le daba esa cantidad a cambio me darÃa una participación en la empresa, esa empresa que yo sabÃa que se iba a hundir.
2) Está el que se quiere hacer amigo tuyo a toda costa, incluso en los malos dÃas en los que ni te soportas tú a ti mismo. Parece que tiene alguna carencia en su vida que sólo le puedes llenar tú. Otra posibilidad es que te admire de alguna manera. Pero no tienes más que mirarte al espejo para eliminar esa posibilidad.
3) Está el monotemático, que no entiende que hay más cosas en la vida y que todo lo reconduce a su manÃa. HabÃa en un club de juegos de guerra un individuo que estaba obsesionado con la II Guerra Mundial. Entrabas en el club y decÃas: “Afuera está lloviendo a cántaros” y él replicaba inmediatamente: “Para lluvia la que cayó en Montecasino el 14 de marzo de 1944”. O le preguntabas la hora y te respondÃa: “Las cuatro de la tarde. La misma hora en la que se rindió Varsovia el 28 de septiembre de 1939.”
4) Está el aprovechategui, que te quiere sacar algo. Como lo más habitual es que la gente quiera sacarte dinero, lo que te desconcierta con este espécimen es que no te quiere sacar unos euros. Se arrima a ti porque quiere utilizarte.
Mi gran persona-chicle en estos momentos es JL.
A JL le conocà en mi despacho de Madrid. Mea culpa, que no le vi venir. Era de los que se te sientan delante y se ponen a hilar la hebra con un desparpajo y una confianza en sà mismos impresionantes. Se ponÃa a contarte sus planes y abrumado por su verborrea, no te detenÃas a pensar si tenÃan algún sentido. Anticipo acontecimientos: no, no los tenÃan. Por ingenuidad, dejé escapar una gigantesca bandera roja: me dijo que le habÃa expuesto esos mismos planes al Embajador Fulano y éste se los habÃa elogiado e incluso le habÃa dado su número de teléfono privado. No caà en que el Embajador Fulano sólo se elogia a sà mismo cada vez que pasa delante de un espejo. Tampoco me acordé de que el Embajador Fulano no da ni los buenos dÃas, asà que pensar que le habÃa dado su número de teléfono privado a un sujeto que sufrÃa de logorrea, resultaba inaudito. Más todavia, tenÃa todo el aire de ser una mentira.
JL me dijo que esa misma tarde una importantÃsima delegación de Cantón iba a visitar el Centro Cultural Chino en Madrid y que me esperaban anhelantes. Me doró tanto la pÃldora, que llegué a creerme que aquella tarde yo solito iba a determinar el curso de las relaciones culturales hispano-chinas. Aunque tenÃa una agenda llena y todas las tardes ocupadas, decidà que bien merecÃa la ocasión que sacrificase mi única tarde libre de esa semana.
Llegué al Centro Cultural Chino y allà me tuvieron esperando un rato. JL, a mi lado, me iba cantando las glorias de la delegación. La delegación llegó y subió en tromba al piso de arriba, dejándome cara del alcalde de “Bienvenido Mr. Marshall”, cuando llegan los coches de los americanos como una exhalación y pasan de largo. Nos invitaron a subir a los plebeyos, encabezados por un ufano JL. Pasamos a una habitación barroca y allà tuvimos el placer de estrechar la mano a los patricios chinos, todos salvo JL que nos fue presentando y a continuación se puso a hablar con los chinos. En ese momento entendà la jugada. Me habÃa llevado para darse pisto, para mostrarles lo importante que era que habÃa conseguido arrastrar a un Embajador al magno evento. Salà de allà más corrido que una mona y jurándome que nunca más dejarÃa que JL me tomase el pelo de esa manera.
Pero el karma es el karma y algo le habré hecho yo en otra vida a JL. Apenas llegué a Cantón me encontré con un mensaje suyo en la bandeja de entrada en el que se deshacÃa en elogios hacia mi modesta persona y me pedÃa una cita para invitarme a la entrega de diplomas en el club de constructores de maquetas de barcos con cerillas.
Mis cuentos