Emilio de Miguel Calabia el 17 jul, 2020 Pridi y sus ideas habían fracasado, pero serían la simiente de la cuarta generación de radicales tailandeses, que en líneas generales provenían de la universidad y que empezaron a mostrarse activos en la segunda mitad de los años 50 del siglo XX. El contexto en el que trabajaron fue el de la Guerra Fría y los prolegómenos de la guerra de Vietnam, en la que Tailandia fue un sólido aliado de EEUU y desde cuyas bases aéreas partieron muchos de los aviones que bombardearon Vietnam. Hay que recordar que para la izquierda occidental y asiática la guerra de Vietnam fue una cruzada popular en la que un David motivado y liberador se enfrentaba a un Goliat imperialista. En política interna, en 1957 comenzó la dictadura militar de Sarit Thanarat, que hizo bandera del anticomunismo y supo utilizar en su provecho la alianza de EEUU. Sarit era un militarote poco educado y sin sutileza intelectual, que ni entendió a los jóvenes intelectuales que se le oponían ni hizo ningún esfuerzo por ganárselos. La cuarta generación de radicales tailandeses se vio muy influida por la figura de Pridi. Fue una generación más educada que sus predecesores y con un mayor conocimiento, aunque todavía incompleto, del marxismo. El intelectual más destacado de esta generación fue Jit Pumisak. Culto y con amplios conocimientos de marxismo, lingüística y literatura, atacó muchas de las convenciones y tradiciones sociales tailandesas. Era un pensador original e innovador. Entre sus obras más destacadas están “La cara real de la sakdina tailandesa”, en la que hace una lectura marxista de la Historia tailandesa, alejada de las convenciones con las que se suele escribir, y “Arte para la vida, arte para el pueblo”. l “Arte para la vida, arte para el pueblo” recogía ideas del realismo socialista y quería utilizar el arte para describir la verdadera situación de las masas e incitarlas a la acción. Tal vez porque siento debilidad por el arte y la literatura, el movimiento que surgió en torno a “arte para la vida” es lo que me parece más interesante del radicalismo tailandés. Mencionaré a los autores más relevantes: el novelista Kulap Saipradit, autor de una de las obras mejores y más románticas de la literatura tailandesa, “Tras la pintura”; Udom Srisuwan, tal vez el que más absorbió las ideas del realismo socialista y del uso del arte como instrumento para despertar la conciencia del pueblo; Atsani, que dio caña a la literatura tradicional tailandesa, en la que no veía más que un instrumento para controlar a las masas. El movimiento produjo también dos grupos de música que se harían muy populares y que mezclaban melodías folclóricas con mensajes revolucionarios: Caravan y Carabao. La oportunidad para esta generación de radicales llegó en octubre de 1973. El implacable Sarit murió en 1963 de cirrosis y le sustituyeron Thanom Kittikachorn y Praphas Charusatian, que mantuvieron su estilo de gobierno. Pero ellos no eran Sarit y el mundo estaba cambiando. En 1968 trataron de volver a la vida parlamentaria y descubrieron que los políticos,- especialmente los políticos tailandeses-, eran más difíciles de gobernar que los soldados. Se dieron un autogolpe en 1971, tras el cual Thanom se autodesignó Primer Ministro, Comandante Supremo, Ministro de Defensa y Ministro de AAEE, mientras que Praphas se conformaba con ser Viceprimer Ministro, Ministro de Interior, Jefe de la Policía, Comandante en Jefe del Ejército, Jefe del Mando Operativo para la Supresión del Comunismo y presidente de su comunidad de vecinos. Lo malo es que su credibilidad como dictadores era inversamente proporcional al número de cargos que acumulaban. La contestación estudiantil comenzó a crecer. Para colmo, la coyuntura internacional empezó a enturbiárseles. La presión contra la guerra de Vietnam en EEUU era cada vez más fuerte y un presidente Nixon debilitado acabó firmando apresuradamente los Acuerdos de Paz de París y abandonando el conflicto. De pronto la utilidad de Tailandia como baluarte anticomunista había disminuído y ni tan siquiera estaba claro hasta qué punto EEUU seguía interesado en el Sudeste Asiático. Un caso de corrupción militar muy notorio, el deterioro de la situación económica, las promesas rotas de democratización y la torpeza del gobierno, que se había alienado el apoyo de parte de la Administración y del Ejército, crearon las condiciones para que la represión sangrienta de una manifestación multitudinaria provocase la caída de los dictadores. De las victorias hay que aprender tanto como de las derrotas. Envalentonados por la caída de Thanom y Praphas, los estudiantes radicales no comprendieron varias cosas. La primera fue que habían triunfado porque previamente Thanom y Praphas se habían alienado a amplios sectores del Ejército y la Administración; aunque entonces no lo vieran, habían tenido ayuda. La segunda fue que, como en 1932, los elementos conservadores seguían siendo muy poderosos y controlaban buena parte de los resortes del poder. La tercera es que no puedes tener a la gente permanente movilizada y sacarla a la calle con cualquier pretexto. Hay que priorizar y saber qué batallas dar, sobre todo cuando eres menos fuerte de lo que piensas. No atender a estos tres puntos hizo que el intervalo democrático que se había abierto en 1973 fuera breve y caótico. Los estudiantes que protagonizaron las revueltas de 1973 en buena medida provenían de ambientes campesinos y se habían beneficiado por la modernización que había hecho que pudieran ir a estudiar a la universidades de la capital. Pero, ante el gran número de estudiantes que habían hecho el mismo camino, un título universitario ya no garantizaba como en el pasado el acceso a un suculento puesto burocrático. Aparte de que estos estudiantes en general carecían de las redes de contactos necesarias para triunfar más tarde. Intelectualmente sus influencias fueron el marxismo en sus diferentes formas (marxismo puro, maoísmo, guevarismo…) y los radicales tailandeses de las décadas de los 50 y 60, muy especialmente Jit Pumisak, que se convirtió en una especie de mito. Estas ideas las absorbían en libros, panfletos, debates… Aparte del marxismo, surgieron nuevos temas que hasta entonces apenas habían sido tratados: el papel social del budismo, el feminismo, La escena no era muy diferente de la del mayo del 68 en París. Algunos de los protagonistas de esta etapa fueron: Chontira Gladyu, muy influida por Jit Pumisak, escribió “La literatura de las masas” en la que continuó su línea de pensamiento que veía la literatura tradicional como una herramienta de opresión al servicio de las élites; Chiranan Pitpreecha, que fue de las primeras que criticó cómo el capitalismo había colocado a las mujeres en un papel subordinado; Seksan Prasertkul, que intentó introducir una idea de revolución que se ajustase al contexto tailandés; Bunsanong Punyodyana, un sociólogo formado en EEUU, que fundó el Partido Socialista de Tailandia y promovió el cambio de modelo económico en sentido socialista. Esos tres años fueron caóticos. Los radicales creyeron que estaban dándole la vuelta al país y que bastaba con salir a la calle para protestar por algo para conseguirlo. No apreciaron hasta qué punto estaban asustando a las élites conservadoras y cómo muchas de sus propuestas podían ser vistas como “comunistas” en un país que llevaba 20 años en la vanguardia del anticomunismo y que acababa de ver cómo regímenes comunistas se instalaban en las vecinas Laos y Camboya. El indicio de que las élites tradicionales no iban a hacerles las cosas fáciles fueron los asesinatos de líderes políticos, sindicales y agrícolas. El experimento terminó abruptamente el 6 de octubre de 1976. Los estudiantes llevaban una semana manifestándose para protestar por el regreso del ex-dictador Thanom desde Singapur. El 6 de octubre fuerzas de la policía y paramilitares irrumpieron en el campus de la universidad de Thammasat. Nunca se sabrán las cifras reales de muertos en aquella jornada. La cifra oficial fue de 46. Esa misma noche los militares derrocaron al Primer Ministro elegido y, básicamente, restablecieron el régimen anterior a 1973. Varios de los líderes estudiantiles, temiendo por sus vidas, se refugiaron en el norte y el noreste donde estaba activo el Partido Comunista de Tailandia. Resulta interesante que en una historia del radicalismo tailandés hasta este momento no haya necesitado hablar del Partido Comunista de Tailandia (PCT). Esto demuestra hasta qué punto era un cuerpo extraño y mal integrado en la sociedad tailandesa. El PCT fue creado en los años 30 por inmigrantes chinos y tailandeses de ese mismo origen. Ese carácter chino lo conservarían hasta el final y reduciría mucho su capacidad de atraer a los tailandeses. En los años 60 el PCT se alineó con Mao y el Partido Comunista Chino y convirtió el maoísmo en la única línea ideológica posible. Entre otros errores, adoptaron la idea maoísta de que, para hacer la revolución, uno tenía que ganarse a los campesinos e ir rodeando las ciudades. Esa estrategia podía haber servido en la China subdesarrollada de los años 30, pero en un país más pequeño, con buenas carreteras y donde el enemigo tenía una potencia de fuego temible, era un suicidio. El seguidismo ciego con el que seguían las consignas de Pekín les llevó a romper con los comunistas vietnamitas. De un plumazo perdieron una fuente importante de armamentos, así como los santuarios que tenían en territorio laosiano. Los radicales que buscaron refugio en las zonas controladas por el PCT eran jóvenes idealistas, con una visión del mundo mucho más amplia que la de los líderes del PCT. En un principio trataron de acomodarse a la nueva situación y de introducir cambios en la ideología y la táctica del partido, para aproximarlo a la población urbana. Al final se desanimaron, viendo que el liderazgo era inflexible y que nunca abandonó la desconfianza que sentía hacia esos jóvenes urbanitas. Asimismo, se dieron cuenta de que si no eras de origen chino, no había manera de que pudieras ascender en los escalones del Partido. Entretanto, en Bangkok las cosas habían cambiado. En 1977, mediante un golpe de estado, el general Kriangsak Chomanan se había hecho con el poder. Kriangsak era una persona flexible y pragmática. Acabó con el PCT de una manera inteligente y poco sangrienta. Primero se acercó a China. Corrían los tiempos del también pragmático y flexible Deng Xiaoping, que no tuvo ningún problema en dejarse convencer para dejar de apoyar al PCT. A continuación concedió una amnistía a todos los que se habían visto envueltos en los acontecimientos del 6 de octubre de 1976. A los líderes estudiantiles que habían buscado refugio con el PCT, les faltó tiempo para acogerse a ella. Es en este punto en el que terminaba la primera edición del libro. En el epílogo, los autores aventuraban que los radicales de los setenta, reintegrados a la vida civil tratarían de crear una nueva visión revolucionaria para Tailandia, que combinaría el marxismo con el nacionalismo tailandés y sería más genuinamente local. En una coda escrita en 2018 para la segunda edición del libro, los autores admiten que se equivocaron. En general los radicales de los setenta buscaron reintegrarse en la sociedad de los ochenta que estaba desarrollándose y cambiando a toda velocidad. Algunos optaron por quitarse de enmedio por unos años y escogieron como destinos preferidos EEUU y el Reino Unido; resulta interesante que ninguno de ellos optara por los regímenes comunistas de Europa del Este. De hecho, la mayor parte de los radicales acabaron abandonando el marxismo y el leninismo. El libro termina un poco deprimentemente: “Por debajo de una superficie severa y tranquila, las aspiraciones de cambio progresista en Tailandia siguen insatisfechas.” Historia Tags 6 de octubre de 1976Jit PumisakKriangsak ChomananKulap SaipraditPartido Comunista de TailandiaPridi BanomyongSarit ThanaratTailandiaThanom Kittichakorn Comentarios Emilio de Miguel Calabia el 17 jul, 2020