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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

El imperio que nació de un ataque de celos (3)

Emilio de Miguel Calabia el

1893 hubiera debido ser el año en que Francia se hubiera contentado con su nuevo imperio indochino (700.000 kilómetros cuadrados y 16 millones de habitantes) y se hubiera aplicado a desarrollarlo. Pero no, las conquistas de los años precedentes sólo habían aumentado su apetito. Tras 1893 aparecieron dos nuevos objetivos: el sur de China, un objetivo nunca olvidado del todo, y el este de Siam.

El primer paso con China fue la firma de un convenio el 20 de junio de 1895 para delimitar las fronteras comunes, aprovechando los problemas que China tenía con Japón. El convenio fue mucho más allá de una mera delimitación de fronteras; China cedió la posesión de los principados tais que confinaban con Yunnan y sobre los que, en todo caso, ejercía un débil control. A esta cesión se unió la apertura de tres ciudades del sur al comercio francés, la prioridad de Francia en las explotaciones mineras de la región y la posibilidad de prolongar el ferrocarril de Tokín hacia el sur de China. Francia estimaba que para que Indochina desarrollase todo su potencial económico era imprescindible el control preeminente del sur de China.

Entre 1897 y 1902 el gobernador de la Indochina francesa fue el masón Paul Doumer (remarco lo de masón, porque la empresa de Indochina fue impulsada constante y consistentemente por la masonería francesa), uno de esos iluminados inasequibles al desaliento que uno no sabe si fueron unos genios que pusieron las bases del futuro o unos inconscientes que sembraron las semillas de los desastres posteriores. Sus logros fueron notables: desarrollo de la red de carreteras y ferrocarriles de la región, saneamiento de las finanzas públicas, irrigación en Tonkín y desecación de pantanos en Cochinchina, creación de escuelas superiores, fundación de la Escuela Francesa de Extremo Oriente, transferencia de la capital de Saigón a Hanoi (a la vista de la historia posterior, cabe preguntarse si fue una buena idea)… El historiador Pierre Montagnon alabará su celo, que realmente propulsó el desarrollo de Indochina. En el lado negativo, le acusa de haberse olvidado de las poblaciones a las que ese desarrollo debía ayudar.

Como Indochina se le quedaba pequeña, se aplicó a desarrollar algo que casi podría denominarse una política exterior propia, cuyo objetivo fundamental era hacerse con el predominio sobre el sur de China. En este objetivo contó con el apoyo político del gobierno francés y con el apoyo financiero, a veces a regañadientes, del Banco de Indochina. Su gran proyecto exterior fue la construcción del ferrocarril de Yunnan. Del proyecto esperaba tres cosas: 1) Grandes beneficios económicos y comerciales; 2) Penetración política en Yunnan; 3) Cortarles el paso a los ingleses, construyendo una vía de acceso a Yunnan más rápida que la que éstos tenían desde Birmania. Como tantas veces, se trataba de un proyecto que hacía salivar de placer a los políticos y que ponía la carne de gallina a quienes lo tenían que financiar.

La construcción del ferrocarril comenzó en 1903 y terminó en 1910. Se trató de un prodigio técnico que costó la vida a 12.000 personas, el 20% de la mano de obra empleada. Comercialmente reunía las condiciones para ser un éxito, pero políticamente se convirtió en un dolor de cabeza. Las autoridades chinas, que no eran tontas, vieron los riesgos geopolíticos de la operación y pusieron todos los palos en las ruedas que pudieron. Otro problema adicional fue que los gastos del mantenimiento del ferrocarril se pagaban en piastras indochinas, que tenían mayor contenido en plata que las monedas chinas, con lo que el ferrocarril se convirtió en una sangría de metales preciosos. A la larga, la construcción del ferrocarril se convertiría en el último gran proyecto de expansión de la Indochina francesa; poco después empezaría la I Guerra Mundial y el colonialismo francés comenzaría a adoptar una posición defensiva.

Mientras la saga del ferrocarril de Yunnan ocurría, en paralelo se producía la búsqueda de un punto de relevo en la costa china, similar al que tenían los ingleses en Hong Kong (siempre los malditos celos). Los franceses tenían ya varias concesiones territoriales en puertos chinos, pero habían fracasado a la hora de desarrollarlas, además de que no servían como fondeaderos para la Armada. Ello no impidió que se les pusiese entre ceja y ceja adueñarse de la isla de Hainan, situada en el golfo de Tonkín. El proyecto fracasó básicamente por la oposición inglesa, que no querían que los franceses controlasen una isla tan estratégica y próxima a Hong Kong.

Los franceses tuvieron que acabar consolándose con Guangzhouwan, una bahía que podía servir de fondeadero, que estaba estratégicamente muy bien situada y que parecía que sería fácil de enlazar con el resto de intereses franceses en el sur de China. La concesión francesa tenía una superficie de 1.300 kms. A pesar de todos los esfuerzos franceses, Guangzhouwan no pasaría de ser un pequeño mercado local que, además, provocaba una hemorragia de piastras indochinas de buena ley, que eran sustituidas por monedas chinas peores. A este fiasco se le puede aplicar muy oportunamente el comentario que referí del historiador D.G.E. Hall al comienzo de la serie: los franceses nuevamente se habían obstinado en tener una presencia, antes de haber desarrollado debidamente unos intereses.

Como señalé, después de 1893, los franceses volvieron a lanzar miradas de apetito hacia el reino de Siam. La tentación de apropiárselo era muy fuerte. Además, después de los sucesos de 1893, los siameses tenían pocas ganas de ser condescendientes con los franceses. El 15 de enero de 1896 ingleses y franceses llegaron a un acuerdo: la llanura central de Siam se mantendría independiente y serviría de tampón entre ambos imperios; más allá de esa llanura, el oeste y el sur de Siam entrarían en la esfera de influencia inglesa y el este en la francesa. Londres vivió el acuerdo como un triunfo: habían frenado a los franceses y se habían abierto la puerta para realizar nuevas adquisiciones en el sur del país. Para Francia, en cambio, fue un nuevo ejemplo de la perfidia de Albión, que siempre les ganaba por la mano en cuestiones coloniales: se les vedaba la posibilidad de incorporarse la mayor parte del reino de Siam.

Aunque los apetitos expansionistas habían empezado a moderarse en Paris, seguía existiendo un grupo de presión colonialista muy fuerte que quería más. Fue ese grupo el que consiguió a la postre que Francia impusiera a Siam el Convenio del 13 de febrero de 1904 y el Tratado de 23 de marzo de 1907 por los cuales Siam realizó nuevas concesiones territoriales en Laos, que abandonó, y devolvió las tres provincias occidentales de Camboya que controlaba. Este fue el momento álgido de la Indochina francesa.

 

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