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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

Escribir es un oficio triste y esclavo

Emilio de Miguel Calabia el

Leí hace poco los diarios de Rafael Chirbes (“A ratos perdidos 1 y 2”) y la parte que más me atrajo,- tal vez porque me identifico-, fue la relativa al oficio de escritor. Chirbes lo vivió como una suerte de condena. La sensación de que estás perdiendo el tiempo cuando no estás escribiendo. El pánico ante la página en blanco que se resiste a ser llenada. Los días que dejas transcurrir diciéndote que mañana sí que te sentarás a escribir. El temor de que la inspiración se te haya agotado o de que nunca vuelvas a alcanzar el nivel que conseguiste con aquella novela que tuvo un cierto éxito. Las noches de borrachera (Chirbes tenía problemas con el alcohol) en las que a la resaca y a la constatación de que te estás destrozando la salud, se une la rabia porque han desaprovechado una noche que hubieras podido aprovechar para escribir y a medida que vas viviendo, te quedan menos noches como ésa.

Y al mismo tiempo que uno desea escribir, sospecha que la escritura es fútil, que no lleva a ninguna parte. Si lo sospecho yo a veces, cuando escribo este blog, ¿cómo no lo iba a sospechar Chirbes que, a pesar de lo publicado y de los premios, aún se preguntaba si servía para algo lo que hacía? “¿Y los libros? ¿No has escrito? ¿No has hecho unas cuantas novelas? Sí, pero eso sólo sirve mientras dura. Se escribe mientras se escribe. Luego es peor que antes, más sombrío. Te quedas más vacío.”

A menudo el escritor se aferra al chaleco salvavidas de pensar que aún tiene en su interior una gran novela, la novela magnífica que le redimirá, que le catapultará hacia la posteridad y dará sentido a una vida dedicada a un oficio tan ingrato como la escritura. “Muchas veces pienso que, con mi frágil salud y la apocalíptica corte de excesos que la rodea y ha rodeado, si no escribo ahora la novela, más adelante ya no podré hacerlo. Cada día me falla más la memoria, la capacidad de ordenar los materiales, la voluntad. Me digo que no puedo entretenerme más, aplazar de nuevo la novela, cubrir el hueco con otro libro a la espera de que llegue la madurez, es una historia que ya me conozco. Luego me digo: pero qué coño es la novela, qué mierda de concepto es ése, y también le doy vueltas a que, si lo que quisiera de verdad en esta vida fuese escribir una gran novela, le dedicaría otro afán, y, sobre todo, más preocupación efectiva; es decir, tiempo ante el ordenador. Pero si la mitad de las noches vuelvo a casa harto de gin-tonics, y mi única preocupación es poder levantarme a la mañana siguiente sin que me agobien demasiado los vértigos que arrastro y tanto me condicionan. La idea de una futurible escritura me parece cada día una excusa para fingir que todo este desorden en que se ha convertido mi vida, tiene un sentido, una brújula que lo guía y le da sentido, y que me empeño en algo que lleva a algún sitio…” Chirbes escribió buenas novelas, pero no llegó a escribir esa gran novela que buscaba. Muy pocos escritores la han escrito: Cervantes y Don Quijote, Dostoyevski y “Los hermanos Karamazov”, Joyce y el “Ulises”… Me pregunto si esos pocos que lo consiguieron, pensaron que su vida había tenido sentido después de todo, o que todo había sido una engañifa y que, como dijo Gil de Biedma, “envejecer, morir, es el único argumento de la obra.”

 

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